Arrancar con Gioacchino Rossini es todo un lujo de ánimo y generosidad en cualquier circunstancia. La regata veneciana con la mezzosoprano Paola Leguizamón, y, siempre en este recital, Duncan Gifford al piano, desplegó agilidad concertada y voz perfectamente ajustada con el piano.
Fue la primera propuesta del concierto que ofreciera en la sala de cámara del Auditorio Nacional de Música, la Fundación Albéniz, Escuela Superior de Música Reina Sofía.
Auf dem Strom (Sobre el río) del fértil savoir-faire de Franz Schubert en esta materia, con el tenor Agustín Gómez, Marta Montes, trompa, y el espléndido pianista citado, extendió aquel empuje a un autor clásico de los Lieder, esta vez con añadido instrumental. Un autor que luego volvería fuera de programa.
Con Richard Strauss y sus Mädchenblumen (Flores de la muchacha) en la voz de la sorprano Annya Pinto entramos en otro mundo. Densidad, aplomo y una partitura que exige pero que también da (y dio) con generosidad: Kornblumen, Mohnblumen, Efeu y Wasserrose. Sustancioso vergel canoro, florilegio en cuatro canciones antológicas llevadas hoy con naturalidad, dominio y notable expresividad.
Pasamos, así, de Strauss a Brahms, en este atractivo y variado recital. Los Zwei Gesänge (Dos cantos), Gestillte Sehnsucht y Geistliches Wiegenlied, del de Hamburgo, estuvieron a cargo de la mezzosoprano Olga Syniakova con João Fransozo, viola, y, siempre, Gifford al piano. Quizás la ordenación tras aquel denso Strauss previo, no favoreció aquí a un Brahms algo más tradicional en sus expectativas estéticas.
Con Claude Debussy y sus Quatre chansons de jeunesse nos introdujimos en la primera música francesa de querencia impresionista. Una pizpireta Pantomime dio paso a Clair de lune, Pierrot y Apparition con la soprano Maylin Cruz en un grupo de piezas características y acertadamente contrastantes con lo ya escuchado. Un punto de articulación del recital.
De nuevo con Annya Pinto y de Vicente Bianchi, Amanecer, y de Sergio Ortega, La noche en la isla. Intenso melodismo, en cierta forma puesto al día.
Y así llegamos a Vladimir Skuratovsky; de sus Cuatro Fantasías: Gray-eyed King y los complejos (para ambos) Poems to Block, con destacados Olga Syniakova y Duncan Gifford, en una pieza final algo ampulosa pero espectacular y convincente a la postre.
Con Maylin Cruz, soprano de Jorge Ánckermann, Flor de Yumuri, y, de Ernesto Lecuona, la sugerente El ruiseñor. Dos piezas de aquel resiliente melodismo allende el océano. La segunda de ellas de agilidad, afinación y excepcionales tesituras que obligaron a contener la respiración.
Con Antonio María Valencia y sus Tres días hace que Nina dormida en su lecho está y La luna sobre el agua de los lagos volvimos a la voz de Paola Leguizamón en este clima más meloso que caracterizó esta segunda parte de un concierto que se dio en un solo trazo sin descanso.
De las Cinco canciones populares argentinas de Alberto Ginastera escuchamos Chacarera, Triste y Gato con, nuevamente, Agustín Gómez. Sus dos canciones extremas, especialmente la última, pusieron a prueba rítmica y dinámica relativa de ambos, con aquel piano rítmico y acerado marca de la casa.
Ovación final para los cinco cantantes en proscenio y, así, el pianista se dirigió al público presentando la propina preparada: Serenata (cantada a cinco) de Schubert, en versión de tenor y coro femenino (las otras cuatro voces que compartieron hoy cartel). Una forma cortés y gustosa de cerrar el acto en forma de amable schubertiada.
Luis Mazorra Incera
Annya Pinto y Maylín Cruz, sopranos; Paola Leguizamón y Olga Syniakova, mezzosopranos; Agustín Gómez, tenor; Marta Montes, trompa; João Fransozo, viola; y Duncan Gifford, piano.
Obras de Ánckermann, Bianchi, Brahms, Debussy, Lecuona, Ortega, Rossini, Schubert, Skuratovsky, (Richard) Strauss y Valencia.
Fundación Albéniz / Escuela Superior de Música Reina Sofía.
Auditorio Nacional de Música. Madrid.