Comenzaba la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla con un concierto fuera de abono bajo el título de Liszt y los jóvenes genios, en el que los protagonistas eran intérpretes de pocos años -lato sensu-, en un concierto con una dificultad técnica a la altura de muy pocos, y una duración capaz de poner a prueba la afición del melófilo: 3 horas, 4 conciertos con solista, con dos oberturas en cada parte. Por suerte, la calidad de los solistas no sólo compensó, sino que mostró una esperanza en una juventud exultante que nos promete una continuidad -cada vez más precoz- de grandes talentos.
Por un lado, a la labor enorme que ha hecho la orquesta durante estos 28 años de existencia sumaba en esta ocasión la presencia de dos solistas hijos de músicos de la ROSS, y que hoy tienen un nivel extraordinario. En primer lugar, Sofia Leifer, una encantadora joven de apenas 14 años, pero con un dominio del violín tan grande como para atreverse sin red con el Concierto nº 1 en Sol menor de Max Bruch. Las exigencias técnicas de la obra -como las de sus compañeros solistas- son extraordinarias y abarcan casi todas las posibilidades del instrumento, si bien llaman más la atención en esta niña-mujer que ya ha sido dirigida por Spivakov o Fedoseev. Sólo un reparo, y no achacable a ella, y es que nos pareció que su violín tenía un sonido más de estudio que de concierto, habida cuenta de la escasa proyección que tenía hacia la sala.
La estructura de los cuatro conciertos diríamos que resultaba especular, por cuanto los dos para piano de Liszt se encajaron en el centro -divididos por el descanso-, mientras los de Bruch y Paganini para violín ocupaban los extremos. El primero de los conciertos lisztianos estuvo a cargo del italiano Tommaso Boggian, como vencedor del Premio Alberto Giol 2018. Lo hizo francamente bien, aunque una buena parte del público a quien esperaba -a juzgar por el recibimiento y luego por sus aplausos- era al albaceteño Pedro López Salas, primer premio del Concurso de Piano Juventudes Musicales 2017.
El chico, a más de excelente pianista, ya presenta ademanes de solista y casi de director, a juzgar por su desenvolvimiento escénico. Por otro lado, significa retomar la colaboración con Juventudes Musicales de Sevilla, recordemos, pilar de la música cuando en Sevilla no había nada. Y aún una última sorpresa: Nikolai Managazze, que fue uno de los primeros niños nacidos en nuestra ciudad de músicos que llegaron de fuera para constituir -y siguen haciéndolo- la ROSS. Pocas veces hemos visto tales dosis de seguridad, de virtuosismo sin aparente esfuerzo, de dominar el concierto (“endiablado” verdaderamente) de Paganini, y no al revés.
Brillantez en la ejecución que coincidía con la de su instrumento, que le proporcionó -este sí- toda la gama de matices que la obra requiere, además de dejarle hacer todas las increíbles piruetas y artificios imposibles de la obra. Bien por la duración del concierto o por el tiempo que lleva la orquesta sin tocar (por las vacaciones o la ominosa huelga que suprimió los dos últimos programas de temporada), lo cierto es que la ROSS estuvo variable, a veces entregada, a veces despistada, con flecos de sincronía (o falta de ella), que fue con lo que tuvo que lidiar el director sevillano David Gómez Ramírez, completamente entregado desde la primera obertura.
Carlos Tarín Alcalá
Sofia Leifer, Tommaso Boggian, Pedro López Salas y Nikolai Managazze. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla / David Gómez Ramírez.
Obras de Brahms, Bruch, Liszt, Glinka y Paganini.
Teatro de la Maestranza, Sevilla.
Foto: Tommaso Boggian / © Guillermo Mendo