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Crítica / Verdadera celebración navideña de la Netherlands Bach Society - por Simón Andueza

Madrid - 26/12/2023

En un día muy señalado en nuestra actual sociedad, el 22 de diciembre, día de celebración de la lotería de navidad por antonomasia, el ambiente festivo se respiraba en cada rincón de la sala sinfónica de un abarrotado Auditorio Nacional, para escuchar un concierto que a priori giraba en torno al afamado Magnificat de Johann Sebastian Bach (1685-1675).

La Netherlands Bach Society sorprendió a los centenares de personas allí congregados, convirtiendo la sala de conciertos más reputada de nuestro país en un glorioso templo luterano que celebra el nacimiento de un niño, verdadero significado de estas celebraciones, desdibujadas y carentes de su real significado.

Comenzó la música de esta celebración con la voz de un tenor solista a capella desde un rincón elevado de la sala, transformada en tribuna eclesiástica, utilizando el poder del canto gregoriano para acallar a la multitud con la primera estrofa de la bella antífona de Adviento Veni, Redemptor gentium (Ven, redentor de las gentes). Las estrofas segunda y tercera fueron encomendadas a una soprano y a un barítono.

El arreglo polifónico de este mismo canto llano que Johann Hermann Schein (1586-1630) resonó desde este mismo lugar completamente a capella, para seguidamente dar paso a una Paduana instrumental-es decir, pavana- del propio Schein a modo de primera celebración festiva con el marcado ritmo de la danza impuesto por el percusionista Robert Kendell desde su humilde tamboril que compartía la música con sus colegas a modo de consort tardorrenacentista.

Las siguientes estrofas gregorianas, séptima y octava, del Veni, Redemptor gentium esta vez se alternaron con la consiguiente Gagliarda de Schein, para completar la tradicional dupla pavana y gallarda.

Quien fuera el sucesor de Schein en la Escuela de Santo Tomás de Leipzig, Tobias Michael (1592-1657), compuso el siguiente dúo interpretado, Das Volk so in Finstern wandelt siehet ein grosses Licht (El pueblo que camina entre tinieblas verá una gran luz) para soprano y barítono, que a modo de pasajes danzables plasma la alegría de los hechos narrados en el texto. Anthony Romaniuk acompasó impecablemente la danza desde el órgano.

La particular celebración que acontecía en el escenario añadió otra danza más, esta vcez una Allemande de Schein incluyó unos alegres cascabeles a la sección de percusión y un animoso bajón que reforzaba el bajo continuo.

La modélica melodía Wie schön leuchtet der Morgenstern (Cuán hermosa brilla la estrella matutina) de Philipp Nicolai (1556-1608) sonó desnuda desde nuestra particular tribuna como el verdadero leit motiv del resto de la primera parte del concierto, puesto que inmediatamente el virtuoso violín de Bojan Čičić desgranó minuciosamente todas las disminuciones ideadas por el organista y compositor Nicolaus Adam Strungk (1640-1700) sobre este mismo cantus firmus, fabulosamente arropado por los arpegios ideados desde el clave por Siebe Henstra, con un apropiado y colorista registro de laúd en las secciones más sutiles.

El nunca bien ponderado en nuestros conciertos Orlando di Lasso (1532-1592) tuvo asimismo su lugar en esta celebración navideña, con la interpretación a uno por parte de su festivo motete Angelus ad pastores ait, convertido de esta manera casi en un madrigal espiritual que sonó prístino en la formidable acústica de la gran sala del Auditorio Nacional.

La antífona gregoriana Illuminare Jerusalem dio paso a la primera gran obra de la noche, la cantata navideña Wie Schön leuchtet der Morgenstern IJK 17 de Johann Kuhnau (1660 -1722), predecesor en el puesto de Kantor de Johann Sebastian Bach en la Iglesia de Santo Tomás de Leipzig.

El primer coro introductorio fue dirigido con claridad y gran expresividad por Alex Potter desde el mismo lugar del escenario en donde se situó para cantar su parte de alto, como el resto de la velada con pasajes con dirección musical. El tercer movimiento, Uns ist in Kind geboren (Un niño nos ha nacido) fue una verdadera delicia de interpretación camerística con una textura vocal a cinco voces fabulosa sobre una textura instrumental rica y elaborada. El aria de soprano O Wundersohn con dos flautas de pico fue encomendada a Kristen Witmer, quien la defendió con gran ligereza y luminosidad. El aria de tenor Kömmt, ihr Völker fue un pasaje delicado para el tenor Thomas Hobbs, quien tuvo en los agudos pequeños momentos de desigualdad en el fraseo.

El número final de la cantata, Zwingt die Saiten in Cythara (Tocad las cuerdas de la cítara), fue un verdadero clímax para culminar la primera parte del concierto, en un formidable ejercicio de música de cámara del tutti con una extraordinaria música de gran complejidad y belleza.

La segunda parte comenzó con dos piezas introductorias a la gran estrella de la velada, la composición bachiana. Comenzamos escuchando el motete a doble coro de Andreas Hammerschmidt (1611-1675) Machet die Tore weit (Abrid las puertas de par en par), que muestra la alegría por la llegada del salvador de un modo compacto y directo, que nos recordó a esas composiciones festivas de Heinrich Schütz (1585-1672), la que dio paso a la secuencia gregoriana introductoria del Magnificat, Grates nunc omnes reddamus Domino meo (Demos las gracias a mi Señor).

Y el gran momento esperado llegó. Fue uno de esos instantes hábilmente programados por quien confeccionó el programa del concierto con un efecto realmente evocador y que transmitió esa verdadera sensación de plenitud y de alegría conclusiva de la celebración. El Magnificat fue, mucho antes de la ahora afamada composición de Johann Sebastian Bach, el momento álgido de algunas de las celebraciones más importantes de toda la liturgia. Nuestros archivos eclesiásticos y catedralicios están plagados de magnificats, que son testimonio verdadero de esta composición.

Así, las primeras e inconfundibles notas que Johann Sebastian Bach ideara, resonaron majestuosas, con una transparencia simpar y con esa rotundidad en la que todo fluye en su justa medida, en donde la compleja textura ideada por el genio de Leipzig fluyó de un modo natural, bastando con una leve indicación del tactus por parte de Alex Potter.

El aria Et exultavit, de incómoda tesitura para el registro de las actuales sopranos, ya que originalmente la interpretaban niños, fue solventada sin problema por Kristen Witmer, con la peculiaridad, como en el resto del concierto en los números solistas, de interpretarse sin dirección, algo que no fue obstáculo alguno para el feliz desarrollo musical de las delicias que todavía nos aguardaban.

El primero de los laudas navideños que Johhan Sebastian Bach introdujo en esta primera versión del Magnificat, en la tonalidad de Mi bemol mayor, Vom Himmel hoch, da komm ich her (Desde las alturas vengo a la tierra), es una pequeña gema contrapuntística que fue interpretada por un quinteto vocal y órgano desde el fondo delk escenario, con precisión, naturalidad y sencillez.

El aria Quia respexit humilitatem, cantado por la soprano Miriam Feuersinger, fue el momento álgido de sus intervenciones solistas de la velada, ya que pudo mostrar su fantástica línea de canto, de fiato realmente bien asentado y que dio lugar a un fraseo delicioso repletos de momentos de bello legato.

Uno de los instantes quizás más espectaculares de la magna obra de Bach, Omnes generationes, fue interpretado con esa humildad que no sobresalió del conjunto interpretativo del concierto, conformando un momento de tutti sin grandes aspavientos ni exageraciones que otras versiones hacen uso, conformando así un número plácido pero espectacular en su construcción interna.

El aria de bajo Quia fecit mihi magna, fue cantad por Stephan Macleod con gran dominio técnico, con un timbre cálido en toda su extensión sin sdesdeñan una agilidad natural y con una expresividad palpable del texto que en muchas ocasiones echamos a faltar en otras interpretaciones por la misma factura del aria, proveniente directamente de la tradición de la danza.

El segundo de los laudas, Freut euch und jubiliert (Alegraos y cantad jubilosos) fue interpretado con una humildad palpable, con un sonido bello y haciendo uso de una expresividad que con gran cariño remarcaba la palabra Jesulein, al hablar del niño Jesús recién nacido.

A continuación, en el dueto Et misericordia se desarrolló en la misma línea de respeto entre intérpretes solistas con un continuo diálogo respetuosos entre ambas voces, y destacando el pasaje Timentibus eum en referencia al sentimiento de temor de Dios que hace patente el texto del Antiguo Testamento.

El momento en que el todo el tutti vuelve a actuar, Fecit potentiam estuvo marcado por una inteligente decisión de un tempo no excesivamente ágil, dando como resultado un número en el que pudimos disfrutar de cada motivo, en donde los tres trompetistas, Robert Vanryne, Mark Geelen y Amir Rabinobitz tuvieron una formidable y precisa intervención, junto al percusionista Robert Kendell, pero que jamás supuso una excesiva sonoridad para con el conjunto.

El aria de tenor Deposuit potentes, encomendada a Thomas Hobbs fue impecablemente interpretada por el solista, mientras que la sección de violines fue todo un ejemplo de disciplina, fraseo y articulación precisa, bien trabajada por el concertino Bojan Čičić.

Uno de los momentos más íntimos y especiales de todas las arias del Magnificat. Esurientes implevit bonis, fue toda una dicha de demostración de la técnica de canto que posee el contratenor Alex Potter, mediante un fabuloso control del aire, con el resultado global de un fraseo natural en las extenuantes líneas de canto ideadas por Johann Sebastian Bach, y en las que se recurrió al eficaz pizzicato en la parte del bajo continuo interpretada por el violonchelo y el contrabajo, que da como resultado esa delicada atmósfera humilde a la que hace referencia el texto.

El último de los laudas navideños, Virga Jesse floruit (La vara de Jesé ha florecido) fue un delicioso dueto entre la soprano Miriam Feuersinger y el bajo Stephan Macleod, con unas voces realmente ágiles, de gran virtuosismo, pero a la vez de gran aplomo interpretativo, sin prisas y con calmado fraseo, apoyado en  un tactus estable verdaderamente férreo por parte del bajo continuo.

El delicioso terceto de voces agudas Sucepit Israel fue interpretado por el tutti, es decir por dos cantantes por parte, en vez de optar por una versión solista, en un ejercicio de buen equilibrio entre las voces y deleite sonoro de cada fraseo, resultando un ensoñador momento de la noche repleto de belleza sonora.

El momento que precede al número final, la académica fuga Sicut locutus est ad patres nostros fue, curiosamente, interpretada por cantantes solistas hasta la exposición de los primeros temas, algo que volvimos a disfrutar en el Gloria Patri, en el inicio de la sección de tresillos, y que da como resultado un resultado de transparencia y claridad que permite un espectacular crescendo en el pasaje en que todas las voces se añaden, dando como resultado un glorioso momento final que se encaminó, por supuesto, hasta el conclusivo Amen.

Los insistentes y calurosos aplausos de la sala nos permitieron disfrutar de “un pequeño regalo navideño” en palabras del propio Alex Potter, del cálido e inspirado coral de la primera cantata del Oratorio de Navidad de Johann Sebastian Bach, arreglado con el texto Von Himmel hoch que se adapta a la perfección a esta navideña celebración.

Simón Andueza

 

Netherlands Bach Society.

Miriam Feuersinger, soprano I, Kristen Witmer, soprano II, Thomas Hobbs, tenor, Stephan Macleod, bajo. Alex Potter, contratenor y dirección.

Magnificat! Concierto de Navidad

Obras de Obras de Johann Hermann Schein, Tobias Michael, Philipp Nicolai, Nicolaus Adam Strungk, Orlando di Lasso, Johann Kuhnau, Andreas Hammerschmidt y Johann Sebastian Bach.

Ciclo ‘Universo Barroco’ del CNDM.

Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música, Madrid.

22 de diciembre de 2023, 19:30 h.

 

Foto © Elvira Megías

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