Hay que echarle valor para aparecer con un programa así. En primer lugar, breve (poco más de una hora). Para continuar, con dos obras que no son las más difundidas de sus autores; en el caso de la primera, un movimiento lento "desarraigado" de un trío; en el caso de la segunda, por su formato, menos célebre que en la forma original en que se escribió.
Ambas obras coinciden en resultar crepusculares, escritas un año (Schubert) o cuatro (Shostakovich) antes de la muerte de sus creadores. Curiosamente, pese a pertenecer a épocas finales de personalidades algo tocadas físicamente (uno por la sífilis, otro por problemas cardíacos y la polio), están escritas en tonalidades mayores, es decir, con colores en principio luminosos. En principio, claro, que Schubert y Shostakovich podían ser muchas cosas, pero nunca predecibles. Jamás en la vida encontraremos páginas de este par de infelices que respondan a lo común. Y mucho menos en cuanto a colores. De hecho, una obra en mayor del vienés puede arrastrar la tragedia (ahí está su última sonata, por ejemplo), y en manos del soviético un humor devastador (ya decía Nietzsche eso de que lo cómico era "la náusea artística ante el vacío del absurdo", más o menos traducido).
Pues a todo esto (programa raro y breve, autores ambiguos) se lanzaron el Trío VibrArt y Neopercusión. Mucho valor. Y, para más riesgo, decidieron interpretarlas sin apenas interrupción entre una y otra. La ausencia de aplausos entre ambas obras pareció fusionarlas. El peligro de descarrilamiento parecía cierto. Pero ahí estaban los intérpretes y su bendita inconsciencia. Bueno, más bien su trabajadísimo talento.
En el "Notturno" schubertiano (así tituló su editor ese adagio solitario), los VibrArt ahondaron en el universo de Franz con mimo, pero sin cursilería. Además de la eficacia técnica de los VibrArt, su empaste, perfecto, hizo saborear unos pentagramas que están plagados de milagros armónicos y dinámicos. Muy pocos saben extraer esa fuerza latente de Schubert. Los VibrArt son de esos pocos.
La Sinfonía n. 15, como buena pieza del último Shostakovich, está marcada por el hermetismo. Tras demasiados años acosado por el terror stalinista, al pobre Dmitri se le quedó el miedo (y la desconfianza) en el cuerpo. Es comprensible, incluso aunque una vez muerto el carnicero el músico fuera mejor tratado por las nuevas autoridades. La obra original requiere de un complejo orquestal con el que Shostakovich demostró de nuevo su sabiduría instrumental.
En el concierto del jueves (Ciclo Liceo de Cámara del CNDM), desapareció la masa orquestal, siguiendo el arreglo realizado para trío y percusión por Derevianko (arreglo bendecido por el propio compositor). Vale que faltaron los vientos, que en Dmitri van de lo solemne al toque de alarma, vale que la reducción de efectivos impide esa cúpula titánica que son sus clímax orquestales, pero vamos a lo que sí hubo. Un violín y un chelo que rasgaron el aire (las cuerdas de Shostakovich se expresan con lo que parece aspereza y que no es sino melancolía), incluso robándole melodías a una trompeta.
Un pianista que sabe conjugar la precisión con la mayor expresividad y que saltó, literalmente, de un registro a otro sin parar; hubo momentos en que le dedicó un brazo al piano y otro a la celesta (pluriempleo artístico). Y, por supuesto, una percusión que defendió a la perfección todo el protagonismo que le confirió el autor, y todas sus exigencias también: pluralidad tímbrica (que dota a cada pasaje de una expresividad genuina) y precisión rítmica. El empaste perfecto ya citado del VibrArt se extendió también a los cuatro percusionistas, que parecen tocar cualquier pasaje virtuoso como si no costase.
Al final, la fusión de las obras tuvo su reflejo en la fusión de músicos, siete grandes que se lo pasaron como niños sobre las tablas.
No contentos con todo el riesgo superado, como propina homenajearon a Ligeti. ¡Con un arreglo del octavo número de Musica Ricercata! ¡Y la convirtieron en una jam session!
El público respondió con agradecimiento. Sólo un semoviente se habría aburrido con una velada tan valerosa. El valor hay que poder permitírselo, eso sí, como los VibrArt y los Neopercusión.
Juan Gómez Espinosa
Trío Vibrart: Miguel Colom (violín), Fernando Arias (chelo) y Juan Pérez Floristán (piano); Neopercusión: Juanjo Guillem, Rafa Gálvez, Nerea Vera y Enrique Peña.
Obras de F. Schubert (Trío con piano en Mi bemol Mayor, "Nocturno", D897) y D. Shostakovich (Sinfonía n.15 en La Mayor, op. 141 bis, arr. para violín, violonchelo, piano y percusión de V. Derevianko).
CNDM. Liceo de Cámara XXI. Temporada 2022/2023.
18 de mayo de 2023, Auditorio Nacional de Música de Madrid (Sala de Cámara).
Foto © Elvira Megías