Philippe Quint fue alumno de Andrei Korsakov, antes de trasladarse a los Estados Unidos, lo que le permite mantener una doble familiaridad, ampliado estudios en la Juilliard School y en su ejercicio, se maneja con un Stradivarius (Ruby), de 1708, cedido por la Stradivarius Society. Dio a conocer el Concierto para violín, de William Schumann, un compositor prolífico que llegó a la música tras escuchar al mítico Arturo Toscanini y cuyo concierto sería calificado como una Sinfonía concierto para violín y orquesta. En sus manos el Concierto para violín en Re M.Op. 35, de Erich W. Korngold.
Erich W.Korngold autor de obras escénicas como Die tote Start o Das Wunder der Heliane, estaba llamado a ser un firme bastión para remozar las bandas sonoras destinadas a Hollywood, una primera aventura con Max Reindhart, lo que también dejaría argumentos para este Concierto para violín en Re M, un compromiso surgido por mediación d Bronislaw Huberman, cuando se hallaba inmerso en esa obsesión por entregarse definitivamente al mundo del cine.
La obra, para mayor peculiaridad, incorpora en su orgánico una amplia posibilidad de recursos percusivos, para abundar en su poderío sonoro, desde timbales, a gong, campanas tubulares, glockenspiel, vibráfono, xilofón y celesta, perfectamente comprensible por sus hábitos adquiridos en aquellas otras aventuras, asunto que se advierte en cada uno de los tres tiempos, en los que no duda en recurrir a motivos tomados sin pudor de obras compuestas para el cine como Another Dawn, Anthony Adverse y The Prince and the Pauper.
El moderato nobile, el propio solista parte de una idea de Another Dawn, al que se añade otro de Juárez, centrado en el tratamiento de la orquesta. Para el Romance, nos apoyamos en una cita de Anthony Adverse, uno de los grandes éxitos fílmicos, y que acabará revisando, dejando la impresión de una obra pensada en exclusividad para este concierto. El Allegro vivace, exigente hasta el agotamiento, redunda en esa idea, recurriendo a The Prince and the Pauper.
Perfecto por su planteamiento, Philippe Quint, no tuvo condicionantes para sobrellevar los temibles escollos de las pirotecnias o virtuosismos inapropiados que ciertas críticas limitaron a esta obra de alta prestancia, a la que Jascha Heiftz supo defender en su estreno de 1947, el mismo que hizo posibles estrenos de otros desde Miklos Rozsa a Louis Gruenberg, M.Castelnuovo-Tedesco o W.Walton, en calidad de dedicatario. Quint, en un entusiasmo que magnetizaría al oyente, gracias también al notable equilibro logrado con sus compañeros de la orquesta, en excelente camaradería con el director Michal Nesterowicz y la Orquesta Sinfónica de Galicia, añadió como gracia para el bis, un Charles Chaplin, el violinista por ratos desastrado, y del que nos ofreció Smile, de Modern Times.
Jascha Heifetz había resultado un reconocido valedor del Concierto para violín de J.Sibelius, que tendrá registro con Beecham y la O.F. de Londres, el mismo que con esta orquesta, había interpretado Ilya Gringolts, dirigido por Clemens Schuldt. Para esta oportunidad, de Sibelius, la Sinfonía nº 1, en Mi m. Op. 39, cercana al espíritu del Kalevala y muy sentida en las propias tradiciones, aunque prefiriese distanciarse de tales condicionantes.
Michal Nesterowicz, transmitió el sentido paisajístico de esta obra rayana con el poema sinfónico, y que se abrió con el Adagio ma non tanto. Allegro energico, marcado por un apunte expuesto por el clarinete y cuyo desarrollo se basa en elementos usados dentro del contexto del mismo, destacando el decrescendo que precede a la coda, a modo de pertinaz confirmación contundente.
El Andante ma non tropo, puro romanticismo heredado, observaba cierta incertidumbre desde las notas pedales en los contrabajos, para ampliarse en su expresividad hacia un tema obsesivo, repetido persistentemente. Arpas, trompa y flautas, diseñan la recreación de un aire sombrío, en una atmósfera de aspecto ingrato hasta una delineación de apacible lirismo. El Scherzo Allegro, contribuyó a que las maderas se manejen con motivos rítmicos, dejando espacio a los timbales para destacados solos y que apostaban contundentemente hacia una apoteosis que preparó el Finale: Quasi una fantasía, ciertamente libre y que se reafirmó con un tema del clarinete. Una continua tensión lírica, resumió un recurso permanente como razones para una coda, sobresaltada y cargada, que se rindió en ligeros pizzicati, en las cuerdas.
Ramón García Balado
Philippe Quint. Orquesta Sinfónica de Galicia / Michal Nesterowicz.
Obras de Erich W. Korngold y J. Sibelius.
Palacio de la Ópera, Coruña
Teatro Afundación, Vigo
Foto: El maestro Michal Nesterowicz.