Una nueva edición del Concierto de Navidad de la Orquesta Sinfónica de Madrid con la emblemática Novena sinfonía de Beethoven en el Auditorio Nacional de Música, tuvo como protagonistas a la citada agrupación instrumental, titular del Teatro Real, junto con el Coro a la carta “Intermezzo” y el cuarteto de solistas vocales: Federica Lombardi, María José Montiel, Mauro Peter, y Chris Maltman, bajo la plástica y expresiva dirección de Ivor Bolton.
Una dirección donde primaba la fluidez de movimiento y conducción, que imprimió relativa naturalidad a toda la obra, yendo, ya de principio, a aquellos aspectos estructurales más notorios que la definen de base. Sin perderse en detalles, en... otros árboles que no dejaran ver el bosque. En atmósferas melifluas, pseudo-cósmicas o violencias desorbitadas que no permitieran el oportuno crecimiento de la propia obra hasta su arrebatador final sinfónico-coral.
Una planteamiento, de alguna forma, valiente que, así, recibiría sus frutos, no en un primer momento, sino andando la partitura. Si tengo que apuntar algo al debe en esta primera impresión, indicar que pudo apreciarse, al menos desde mi posición abiertamente escorada hacia la derecha en quinta fila del primer anfiteatro, cierto problema en el amalgama dinámico-tímbrico de algún instrumento en el conjunto, especialmente del timbal en el primer movimiento -Allegro ma non troppo, un poco maestoso-. Un extraño desequilibrio que adquirió su verdadero significado en movimientos posteriores, no ya sólo en el segundo -Molto vivace a modo de scherzo-, donde tiene un especial protagonismo motívico ya de inicio, sino aglutinándose en el conjunto finalmente en el colosal movimiento postrero.
Interesante tempo el impreso desde el podio al tercer movimiento, Adagio molto e cantabile. Un tempo que hacía valer más esta segunda condición -cantabile- que la primera -adagio molto-. Una visión que cohesionó con mucha mayor eficacia los dos arrebatadores movimientos iniciales, con aquel extenso final que, partiendo de una síntesis de aquéllos, alcanza el celebérrimo remate de la Oda a la alegría. Una Oda donde brillaron con luz propia los perfectamente concertados, cuatro solistas en su comprometido lance, y un coro especialmente dinámico y vibrante.
Una noche más de gloria para un Beethoven eterno, inmortal, que no necesita de conmemoración alguna, como la que este año celebramos en difíciles circunstancias, para pronunciarse en este tiempo, modo y lugar. Un Beethoven que, en esta compacta visión de Bolton, combinó con palmario savoir-faire y sabia ponderación, aspectos inevitables del progresivo sinfonismo moderno, inherente a la acústica de las grandes salas sinfónicas, con la recuperación de las intenciones y sonoridades originales.
Luis Mazorra Incera
Federica Lombardi, soprano; María José Montiel, mezzosoprano; Mauro Peter, tenor; y Chris Maltman, barítono. Orquesta Sinfónica de Madrid y Coro Intermezzo / Ivor Bolton.
Novena sinfonía de Beethoven.
OSM. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto: Ivor Bolton dirigió esta Novena de Beethoven / © Nancy Horowitz