La autocomplacencia del orondo Gioacchino Rossini y la grandilocuencia de Liszt, resultaban poco propicios compañeros de programa frente al Shostakovich de la Sinfonía nº 15, en Fa M. Op.141 La obertura de grand opéra de Guillaume Tell, desde el diálogo de entrada entre cinco violonchelos solistas, expresa la inspiración, evocando la calma de la soledad profunda que para Berlioz resulta: La calma de la soledad profunda, el silencio solemne de la naturaleza cuando descansan los elementos de las pasiones humana, aunque pronto despliegue elocuencias como la tempestad, una melodía pastoril o una trompeta rimbombante en una marcha de recursos apabullantes. Obra pues, de asegurado cumplido y que, con seguridad, vendrá a cuento por el guiño burlón que de la obra, usará Shostakovich. Un relajarse, que se dice, porque el trazo mayúsculo está por venir.
Liszt y el Concierto nº 2, para piano y orquesta en La M. S.125- para perfecto acomodo del solista Seong-Jin Cho, ganador del Concurso Chopin, de 2015-, obra que tendrá una larga gestación y marcada por una sensibilidad que nos sitúa a lo largo de estados de ánimo significativos. Dos fueron los conciertos para el instrumento, dejando impresiones claramente distanciadas. Se admite que el segundo resulta menos brillante que el precedente, aunque, a la postre, más poético. En medio, nos encontramos con la Totentanz, obra también profundamente revisada, como era costumbre, que resultará el conjunto de una serie de variaciones sobre el Dies Irae, con inspiración en los frescos de Orcagna Il triunfo della morte. En este concierto, nos sumergimos en un clima de tempestades que paso a paso pierden energía para agudizar los contrastes auspiciados por un romanticismo arrebatado, una especie de concerto symphonique, por lo que resulte de las permanentes actitudes de desplante entre solista y orquesta. Un divismo que sabrá justificar dentro de las frecuentes revisiones.
Shostakovich con la Sinfonía nº 15, en La m. Op. 141, innegable garantía por Andrey Boreyko, ya que lo más granado de su corpus sinfónico conoce registro fonográfico, al igual que una suite de Lady Mcbetch, para Hänssler Classics obra que para Krzystof Meyer, se caracteriza por una extraordinaria economía de medios, que llega a tal simplificación de lenguaje, que el mismo resultado resulta enigmático. La obra tiene además otras particularidades misteriosas, En primer lugar está la concepción formal y estilística del conjunto, tras un comienzo grotesco y optimista, con la sobreabundancia de citas dispersas que irá repartiendo de manera trufada y con presumibles dobles intenciones se pasa a un Adagio lleno de tristeza y a un Scherzo de expresión seca y dura para llegar a un final lírico y patético, que concluye en pianissimo. En el último episodio, cuando sobre el fondo de una percusión colorista y reverberante se escuchan en las flautas los motivos del primer movimiento, que unen al motivo de la invasión, de los violonchelos y de los contrabajos del cuarto movimiento, la música se eleva hasta las más altas regiones del espacio sonoro y del intervalo de quinta justa, largamente mantenido en la cuerda, produce la impresión de que estos sonidos no son de este mundo. El autor en plena consciencia tanto de su propia salud y del estado de los condicionantes sociales, que no necesita mayores explicaciones, porque ya la obra condensa cuanto argumento se reclame.
Ramón García Balado
Seong Jin Cho. Orquesta Sinfónica de Galicia / Andrey Boreyko.
Obras de G.Rossini, F.Liszt y D. Shostakovich.
Palacio de la Ópera, A Coruña.