Aunque para algunos el título de esta reseña resulte un pleonasmo, refleja a la perfección la experiencia del pasado domingo en el teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes de Madrid, en el Ciclo Círculo de Cámara.
Asistimos a un recital del pianista Kristian Bezuidenhout, quien tocó en esta ocasión una réplica moderna (Paul McNulty, 2008) de un fortepiano original de Conrad Graf (1819. Bezuidenhout es un gran especialista en este instrumento, con el que ha grabado diversos registros discográficos de otros tantos autores y que suele emplear en muchos de sus recitales.
Pudimos escuchar un concierto dedicado íntegramente a Schubert, con una primera parte de piezas breves, dividida en dos bloques, y una segunda parte con la Sonata D. 568. El conjunto de las obras, muy poco escuchadas en recitales. Un Schubert casi diríamos desconocido para el gran público (aunque el asistente a este ciclo del Círculo de Cámara no es profano y disfruta generalmente en respetuoso silencio de todos los conciertos del ciclo).
Bezuidenhout conoce a la perfección el sonido del fortepiano, y se explaya en sacar partido de unas cualidades que son lo suficientemente diferentes del piano moderno como para hacer nuevas las piezas que se tocan en él. Si, además como hemos dicho, estas son poco habituales de las salas de conciertos, todo el recital ofreció un aire de renovación cuando menos curioso, teniendo en cuenta que el instrumento en cuestión es el antecesor del piano.
El pianista sudafricano tiene una extraordinaria afinidad con la música de Schubert, a la que sabe extraer mil matices. Quizá se explayó en este recital en un exceso de reflexión en algunas de las breves piezas de inicio, cuyo origen es casi más doméstico que académico. Estuvo magistral en las piezas y movimientos más rápidos, con una liviandad de sonido unida a una seguridad de ejecución admirables.
Salvo la unidad de estilo interpretativo, podríamos considerar la primera parte algo inconexa; quizá no estaría de más en ocasiones pedir a los intérpretes que expliquen al público la decisión de unir ciertas piezas en un programa de concierto. Puede que la razón en esta ocasión sea recrear el ambiente de un salón vienés de la época del compositor, incluido ese aire oriental de la Marcha húngara D817, que tal bien supo transmitir Bezuidenhout.
Podemos considerar la segunda parte más redonda, una sola obra, la Sonata D. 568 a cuyo servicio puso Bezuidenhout todas sus cualidades técnicas y artísticas. En esta oportunidad una reflexión muy bienvenida sobre el sonido de cada nota, y una extremada musicalidad que sí dotó de homogeneidad a la obra entera.
En definitiva, una velada pre- Biedermeier de magnífica ejecución.
Blanca Gutiérrez Cardona
24/25. 01-XII-2024
Círculo de Bellas Artes de Madrid. Teatro Fernando de Rojas. Ciclo Círculo de Cámara
Kristian Bezuidenhout, fortepiano
Obras de F. Schubert
Foto © Miguel Balbuena