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Crítica / Un Requiem humano - por Mercedes García Molina

Granada - 11/07/2022

Como “eine Art deutsches Requiem” (una especie de Requiem alemán) lo describe Johannes Brahms en una carta dirigida  semanas después de morir su madre, a su amada Clara Schumann en 1865. Ya en 1856 se sintió en la necesidad de responder a la desolación causada por la enfermedad y muerte de su maestro Robert Schumann con un requiem en alemán… un requiem vernáculo y agnóstico en el que ni una sola vez aparece el nombre de Cristo pero sí “Trost”(consuelo).

El título definitivo  fue “Ein deutsches Requiem nach Worten der Heiligen Schrift” (Un Réquiem alemán sobre textos de las Sagradas Escrituras ), una suerte de cántico para los difuntos sobre fragmentos de la Biblia traducida al alemán por Lutero. No es por tanto una obra para ser interpretada desde la liturgia sino una reflexión acerca de la muerte desde una perspectiva de la compasión y la esperanza. Un requiem humano y para los vivos.

“Ein deutshes Requiem” está compuesto por siete movimientos para soprano, barítono coro, orquesta y fue gestado lentamente y a retazos entre 1854 y 1868.  Tres movimientos fueron estrenados con muy poco éxito en 1867, seis un año después en la catedral de Bremen con mayor fortuna,  hasta que finalmente llegó a su versión definitiva en siete movimientos en la  interpretación en 1868 en la Gewandhaus de Leipzig con la estructura en siete movimientos que conocemos hoy.

Brahms había sido director de un coro femenino en su Hamburgo natal y en Viena fue director de la Wiener Singakademie, agrupación coral que enfocó hacia la música antigua desde el principio. Es por tanto evidente la influencia de la música coral y de la tradición en la concepción de este requiem donde el coro es el protagonista en cada uno de los sus siete partes. Su arquitectura en forma de arco parte de un primer movimiento  “Selig sind, die da Leid tragen” (Bienaventurados los que lloran) que se repite con poca variación al final (Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor).

Las tres primeras partes más sombrías culminan en el cuarto movimiento “Wie lieblich sind Deine Wohnungen”, (Qué dulces son tus moradas) de una serena emotividad que también encontramos en el quinto movimiento con el solo de la soprano. Muy compleja en su organización, la sexta parte alterna el solo de barítono con el coro y  termina con una fuga al igual que el segundo movimiento. 

El séptimo culmina con el material temático del primero a modo de cierre o conclusión. Obra compleja por su  estructura y difícil desde el punto de vista musical debido a los constantes cambios en la textura, a la densa armonía con modulaciones lejanas en el círculo de quintas -y enriquecida con la utilización de modos antiguos- y a los constantes desplazamientos métricos.

Con estos antecedentes, David Afkham llevó a cabo una lectura fluida de tempi mesurados y transiciones muy bien hechas. El titular de la Orquesta y Coro Nacionales de España conoce la obra bien y el instrumento con el que trabaja e hizo sobresalir con una gestualidad sobria cada uno de los múltiples planos de la tremenda obra de Brahms.

La OCNE respondió con un sonido pulido y compacto  en las cuerdas y con momentos de delicada precisión del viento madera cuando acompañaban las secciones semi a cappella del coro. Especialmente sobresalientes estuvieron también los trombones a lo largo del penúltimo movimiento y como no, el timbal a cargo de Rafael Gálvez Laguna en el pedal del segundo movimiento. El balance de la orquesta con el coro estuvo en todo momento equilibrado, manteniendo con este un perfecto diálogo pese a los constantes cambios de dinámicas y métricas. 

Estuvieron excelentes también los solistas similares en cuanto al uso de una vocalidad menos operística y más cercana al lied. Katharina Konradi sorprendió por una voz delicada y uniforme en todo el registro y por el  bello fraseo y buen uso del filato en los agudos, pese a su avanzado estado de gestación. En su intervención todo fluyó con la dulzura y facilidad que requiere el quinto número, “Ihr habt nun Traurigkeit”, dedicado al amor de la madre.

Peter Mattei, abrazado a la partitura cerrada, hizo gala de un bellísimo timbre que recordaba al de Ian Bostridge. Su interpretación al comienzo del sexto movimiento fue técnicamente perfecta y arrolladoramente expresiva.

El Coro Nacional de España abordó con absoluta bravura una de las obras más difíciles que se han escrito para un coro. Aunque conocedor del leguaje coral, Brahms hace sufrir a los cantantes a lo largo de siete números muy densos desde el punto de vista musical, exigentes vocalmente y emocionalmente demoledores.

“Ein deutsches Requiem” es una carrera de fondo de la que salió sobradamente airosa y sin síntomas de cansancio la formación madrileña. Voces llenas y redondeadas en las cuerdas de altos y bajos, muy afinadas y sabiendo jugar con la intensidad sin problemas desde los pianísimos  (y peligrosísimos) fragmentos a cappella hasta las exultantes fugas finales. Menos afortunados estuvieron las sopranos, algo calantes en registros e intensidades medias y los tenores, abiertos en la zona de los agudos. Pese a esto, el coro realizó una muy buena interpretación de principio a fin. El coro fue impecable en la expresión y dicción del texto alemán pero hubiera ayudado al público a comprender y disfrutar totalmente de la obra su proyección con subtítulos.

La belleza y monumentalidad del de la música de Brahms junto a la brillante interpretación de la OCNE y Afkham hicieron vibrar al público con el requiem más humano.

Mercedes García Molina

 

Orquesta y Coro Nacionales de España

Katarina Konradi, soprano

Peter Mattei, barítono

David Afkham, director

Obras: Ein deutsches Requiem, op. 45 de Johannes Brahms.

Festival Internacional de Música y Danza. Palacio de Carlos V, Granada. 7-07-22

 

Foto © Fermín Rodríguez

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