La 73ª edición del Festival Internacional de Santander vivió su última gran noche con la visita de la Orquesta Filarmónica de Radio France que dirige Mikko Franck y Sol Gabetta. Una noche triunfal teñida de cierta melancolía, pues han tenido que pasar treinta años para que la gran violonchelista franco-argentina regresase a la capital cántabra.
La niña prodigio que nos visitó por primera vez mediados los noventa era una alumna de la Escuela Superior de Música Reina Sofía en la que ya se vislumbraban la personalidad y el sentido cantabile que la distinguen. El aficionado que la descubrió entonces se preguntará qué camino siguió aquella jovencita para llegar a ser una de las grandes instrumentistas de las últimas décadas. Suena a tópico, pero diríamos que Gabetta ha enriquecido y depurado ese don innato hasta el extremo; que ha trabajado duro hasta alcanzar una técnica asombrosa en su individualidad y, en definitiva, que, guiada por la intuición, un espíritu inquieto y la sabiduría de la experiencia acumulada, ha aprendido a quedarse con lo esencial, a despojar su interpretación de todo lo accesorio y a dejar que la belleza de la música se revele en y por sí misma.
Puesto uno en semejante tesitura, el Concierto para violonchelo en re menor de Lalo (12’30’’, 6’23’’, 7’26’’) no es poca cosa y plantea un desafío mayor de lo que parece a simple vista. Si los planos no están bien equilibrados, la densa orquestación puede aniquilar por completo la voz del solista, que suele moverse en un registro bastante grave. Por fortuna, en la velada de anteanoche, Mikko Franck estuvo particularmente atento a que esto no ocurriese y contribuyó en buena medida a que la violonchelista franco-argentina se luciese desde su primera entrada. Juiciosa en su uso del portamento y el vibrato, Gabetta aplicó la fuerza justa sobre el arco y obtuvo de su instrumento un sonido redondo que no impresionó por su volumen, sino por su nobleza y calidez; con buen criterio, no intentó agrandarlo y sí procuró articular un discurso en el que sus intervenciones se alternasen entre lo agresivo y lo lírico, como pide Lalo. A fe mía que lo consiguió y que lo hizo con pasmosa fluidez, por lo que no hubo nada de extraño en la ovación que mereció su interpretación, a la que Gabetta correspondió con "Flamenco" de la Suite española (1’51’’) de Rogelio Huguet como propina.
Era, ya digo, una noche triunfal, y los aplausos no se limitaron al Concierto. De hecho, habían empezado antes, con un Preludio a la siesta de un fauno (9’58’’) de Debussy meritorio, luminoso, pero en el que echamos en falta esa voluptuosidad que impregna la partitura, ese calor húmedo, pegajoso que casi se puede tocar. Por suerte, en la Scherezade (13’30’’) de Ravel que abrió la segunda parte, Franck se redimió por completo.
El director finlandés, detector de cualquier posible matiz, extrajo todo el potencial cromático de partitura y orquesta; destacaremos las sonoridades resplandecientes que obtuvo del viento, pero no por ello dejaremos de mencionar asimismo el gran trabajo de la cuerda. Fue, si se quiere, el preámbulo ideal para el gran momento de la noche: la suite de El pájaro de fuego (21’18’’) de Stravinsky con que concluía el programa y de la que Franck, con magníficos solistas en todas las secciones, firmó una versión tornasolada, deslumbrante. Figuraciones instrumentales sin mácula, detallista trabajo rítmico y armónico, texturas cristalinas y precisión fulminante de ataque en los tutti fueron solo algunas de las gollerías que el público pudo disfrutar y supo reconocer. Los aplausos ardían sinceros.
La propina, un Nocturno (4’22’’) de Sibelius, templó algo la caldeada Sala Argenta y reavivó la melancolía, acrecentada por el Festival que se nos va. Un Festival que continúa la línea ascendente que comenzaron a trazar Jaime Martín y Valentina Granados en 2013 y que nos ha traído hasta aquí. Mantenerla en lo sucesivo no sería un logro menor para su director Cosme Marina. Mejorarla debe ser el objetivo.
Darío Fernández Ruiz
73 Festival Internacional de Santander
Orquesta Filarmónica de Radio France.
Sol Gabetta, violonchelo.
Mikko Franck, director.
Sala Argenta del Palacio de Festivales
Foto © Pedro Puente para el FIS