L’elisir d’amore es un caramelo para cualquier tenor que se dedique al repertorio italiano. Basta con repasar los nombres de quienes lo han abordado en las 53 temporadas organizadas por los Amigos Canarios de la Ópera: Eduardo Giménez, Suso Mariátegui, Roberto Alagna, Juan Diego Flórez y Celso Albelo, para darse cuenta de la diversidad de tipologías vocales, nacionalidades y tradiciones interpretativas.
Para esta sexta ocasión se contó con un muy joven reparto, casi todos veinteañeros, que vocal y escénicamente se ajustaron sin problemas a los requerimientos de sus personajes, aportando una naturalidad y frescura no siempre al alcance de cantantes más veteranos.
Iván Ayón Rivas, tenor peruano alumno entre otros de Ernesto Palacio y Juan Diego Flórez, no desmereció ante sus ilustres predecesores en el escenario del Galdós. Ayón posee todos los elementos para desarrollar una importante carrera internacional: una privilegiada voz de tenor lírico todavía en desarrollo, fresca, flexible y desahogada en agudos, que proyecta con facilidad y sin forzamientos. A ello se une un fraseo de gran naturalidad, en el punto justo entre melancolía e impulsividad, acompañado de una figura y un desempeño escénico creíble, todo lo cual le proporcionó merecidamente el mayor éxito de la velada, hubo de bisar “una furtiva lágrima”.
Adina fue la soprano italiana nacida en Kazakhstan Maria Mudryak. De cuerpo lírico y timbre desparejo, sus cambios de color hacen resentirse el legato y la coloratura, no siempre impecable. El agudo sin embargo, es emitido con facilidad y potencia, escuchándose sin problemas en los concertantes. Escénicamente dio el tipo de Adina.
Dulcamara fue el italiano Simone del Savio, barítono lírico en plenitud de facultades, que nos dejó un Dulcamara bien cantado, lo que no siempre sucede con voces más veteranas, y excelentemente actuado gracias a su notable vis cómica. El polaco Andrzej Filoñczyk, Belcore, barítono lírico de buena pasta, comenzó con un cierto vibrato que logró controlar a medida que avanzaba la función, dejándonos un engreído Belcore mucho más juvenil de lo habitual. La Canaria Tania Lorenzo fue una impecable Giannetta.
El Coro de Amigos Canarios de la Ópera cantó y se movió con soltura dentro de una escenografía y vestuario de vivos colores inspirada en los cuadros del mejicano Fernando Botero, obra de Victor García Sierra, que situó la acción en un circo sin desvirtuar la peripecia dramática, marcando con acierto el movimiento escénico, incluyendo pequeños gags que provocaban la sonrisa sin excederse en su comicidad.
José Miguel Pérez Sierra fue un director musical siempre atento, ágil en la marcación musical y elegante en el fraseo que contó con una Filarmónica de Gran Canaria muy bien dispuesta. A destacar la propiedad de los recitativos al piano de Olga Nevalainen, que se permitió algún quiño jocoso como la cita del tema principal del Tristán wagneriano, estrenada 25 años después que la pieza de Donizetti, en la primera mención al elixir de la reina Isolda sobre el cual girará toda la acción.
Juan Francisco Román Rodríguez
Iván Ayon Rivas, Maria Mudryak, Andrzej Filonczyk, Simone del Savio, Tania Lorenzo. Coro de la Ópera de Las Palmas de Gran Canaria. Orquesta Filarmónica de Gran Canaria/José Miguel Pérez Sierra. Escena: Víctor Garcia Sierra. Producción Nausica Opera Internacional de Parma.
Teatro Pérez Galdós, Las Palmas de Gran Canaria.
Foto © Nacho González