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Crítica / Un gran retorno - por Jorge Binaghi

Cagliari - 10/11/2024

Luego de más de cuarenta años de ausencia en los escenarios de la ciudad, el Teatro Lirico decidió reponer un título esencial de la llamada ‘giovane scuola’, que no es el caso aquí de identificar con ‘verista’, Adriana Lecouvreur de Francesco Cilèa.

Como es habitual se alternaron dos repartos.

La nueva producción de Mario Pontiggia es simple, clásica, tradicional, sin sorpresas. A gusto del consumidor eso puede ser bueno o malo. Al público le agradó y también al autor de estas líneas, dado que es ópera firmemente vinculada a una época, que no admite transposiciones de época o ‘inspiraciones geniales’. Los resultados fueron buenos aunque no todos los intérpretes estuvieron a la altura. Bellos trajes de Marco Nateri, decorados apropiados de Antonella Conte, iluminación correcta de Andrea Ledda. Si la coreografía de Luigia Frattaroli para ‘El juicio de Paris’ del tercer acto sólo era funcional (y el ‘pastorcillo’ un tanto robusto) pasaba sin dejar huella pero sin molestar.

En todo caso el título más conocido, amado e interesante de Cilèa, como se sabe, hay que evaluarlo sobre todo por el versante musical. Repitiendo que todo no se situaba al mismo nivel podíamos contar con una buena versión orquestal y una gran protagonista en el primer reparto.

Fabrizio Maria Carminati dirigía con buen oficio a los profesores de la orquesta del Teatro con resultado en conjunto bueno. Tal vez en algunos momentos sonaba fuerte y pesada, pero nunca comprometía el rendimiento de los cantantes. El coro, preparado por Giovanni Andreoli,  participaba con gran correción.

Retornaba a las escenas italianas luego de siete años de ausencia de las mismas Fiorenza Cedolins para interpretar una ópera completa. Los motivos pueden ser varios y no es este el lugar para discutirlos. El caso es que la artista ha demostrado una vez más estar a la altura de su (bien ganada) fama y posee siempre un instrumento sano, pujante, de bello color y reconocible, aparte de homogéneo, que ha adquirido mayor consistencia aún en los registros central y grave sin haber perdido sus medias voces exquisitas o la seguridad en sus agudos. La emisión y proyección siguen siendo formidables y colaboraron para una interpretación magnética y completísima de un personaje que siempre le ha calzado como un  guante.

En particular se ha acentuado su capacidad para los momentos más dramáticos (el dúo con la princesa en el segundo y los dos últimos actos), lo que no significa que su aria de entrada o los dúos y diálogos con Maurizio y Michonnet no la hayan encontrado en gran forma, sino que no me sorprendieron. Obviamente destacó en el monólogo de Fedra y el final del tercer acto. El secreto del arte de conversación de la escuela italiana sigue en buenas manos. Sería interesante que recuperara (no sólo en Italia) el lugar que le corresponde.

Marco Berti posee siempre un timbre claramente tenoril y una extensión notable, con un agudo seguro, que fuerza sin necesidad y no intenta las medias voces que la parte del pretendiente al trono de Polonia exige. También como actor resulta sumamente convencional.

Anastasia Boldyreva fue una Bouillon de bella estampa, y es lástima que su voz y su emisión resulten en general demasiados ‘eslavos’ y engolados como para permitirle una caracterización completa de su parte.

Enrico Marucci presentó un Michonnet quizá por demás cómico en el primer acto, cantado de modo discreto (echa los restos en el monólogo, con razón), pero el personaje exigiría más, mejor y otro enfoque. Muy bien en cambio el Abate de Saverio Pugliese y el Príncipe de Bouillon de Abramo Rosalen. Por una vez bien conjuntados y de dicción clarísima los cuatro artistas amigos de Adriana en las voces de Marco Puggioni, Alessandra Della Croce, Anastasiya Snyatovskaya y Nicola Ebau.

Público bastante numeroso y con demostraciones de entusiasmo para Cedolins.

En el segundo reparto asistencia y éxito fueron menores. Rachele Stanisci debutaba la protagonista y lo hizo muy correctamente, pero con poca personalidad y acento convencional. Chiara Mogini fue muy interesante en la princesa, pero la voz es, por ahora, demasiado clara. Aleksandr Antonenko fue una sorpresa en Maurizio, pero si la voz sigue siendo voluminosa y extensa los ataques son inciertos y las medias voces que intentó totalmente destimbradas; por actuar no es que se haya preocupado demasiado. Italo Proferisce fue un buen Michonnet, acertado en todo. El Abate de Mauro Secci y el Príncipe de Volodymyr Morozov resultaron correctos. Lo demás se repitió sin variaciones.

Jorge Binaghi

 

Fiorenza Cedolins/Rachele Stanisci, Marco Berti/Aleksandr Antonenko, Anastasia Boldyreva/Chiara Mogini, Enrico Marucci/Italo Proferisce, Abramo Rosalen/Volodymyr Morozov, Saverio Pugliese/Mauro Secci, y otros.

Dirección musical: Fabrizio M. Carminati.

Dirección escénica: Mario Pontiggia.

Teatro Lirico, Cagliari

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