La 36 Edición del Festival de Música de Canarias ha supuesto la definitiva recuperación de un certamen que estuvo a punto de naufragar hace dos ediciones por la nefasta gestión política. Jorge Perdigón, director del certamen, con el respaldo de las nuevas autoridades, ha ofrecido un Festival a la altura de las grandes ediciones del pasado, potenciando actividades complementarias como clases magistrales y coloquios con algunos de los músicos invitados o conciertos gratuitos de músicos locales en iglesias o conservatorios que abarrotaron los aforos. La inauguración comenzó en lo más alto, con la Orquesta Philharmonia y el que será su nuevo titular Santtu Matias Rouvali.
El director finés es un músico superdotado que brindó las sinfonías nº 5 de Chaikovski y nº 1 de Sibelius en lecturas magistrales por la multiplicidad de detalles, algunos gratamente sorprendentes, con la complicidad de una Philharmonia, digna heredera de su gloriosa historia, que seguía todas sus indicaciones sin pestañear.
El siguiente día Mitsuko Uchida actuó como solista y directora en los conciertos para piano 13 y 22 de Mozart junto a la Mahler Chamber Orchestra, logrando un maridaje perfecto entre belleza sonora y expresividad, diferenciando claramente ambas obras: lúdico y luminoso el nº 13, más oscuro y desgarrado el nº 22, sin violentar nunca los parámetros clasicistas. La Mahler en solitario afrontó el estreno en España de la versión para orquesta de cámara del cuarteto nº 2 Choral Quartet de Jörg Widmann, plagada de efectos sonoros que los Mahler afrontaron impecablemente. Las orquestas canarias intervinieron con dos programas bien diferenciados.
La Filarmónica de Gran Canaria optó por un programa tradicional con la intervención de 3 músicos invitados: el director Eliahu Inbal, el violinista Pinchas Zukerman y la cellista Amanda Forsyth. El mítico violinista en excelente forma, nos ofreció el primer concierto de Bruch con sedoso sonido y excelente afinación pero interpretativamente distanciado, mientras la cellista Amanda Forsyth en Kol Nidrei de Bruch exhibió lirismo intachable, poderío sonoro y calidez, especialmente en centro y grave. Inbal brindó un acompañamiento fogoso, que en el caso de Zukerman, entro en contradicción con el solista. La Cuarta sinfonía de Bruckner tuvo una interpretación monumental y de una pieza, rápida en los tempi, sin apenas momentos de distensión, que contó con una orquesta entregada.
La Sinfónica de Tenerife con su titular Antonio Méndez ofrecieron El Anillo sin Palabras, síntesis sinfónica del Anillo del Nibelungo realizada por Lorin Maazel, que resistió la comparación con la ofrecida años ha por el propio Maazel al frente de la Filarmónica de Viena, por la buena mano de Méndez que buscó resaltar los motivos conductores principales, intentando evitar la desmesura, aunque otorgar unidad a una pieza tan heterogénea fuera tarea imposible. La orquesta tinerfeña parece recuperarse tras las malas experiencias con los dos últimos directores titulares.
Otra batuta en ascenso es la de Andrés Orozco Estrada, al frente de la Sinfónica de la Radio de Frankfurt. Restallante y muy colorista Una noche en el Monte Pelado de Mussorgsky, versión Rimsky. Muy implicada su dirección del Concierto para violín de Chaikovsky a Fumiaki Miura, sonido grande y virtuosismo impecable. Oscura y doliente la Sinfonía nº 5 de Shostakovich, con un Largo donde la batuta obtuvo pianissimi de infarto. La orquesta respondió con el rigor y la seguridad de las grandes orquestas germanas.
Arcadi Volodos planteó un recital denso y sin concesiones con una primera parte centrada en Liszt: Soneto 123 del Petrarca, La lúgubre góndola, Légende nº 1 y Balada nº 2, donde el virtuosismo extremo fue trascendido por el carácter visionario de estas piezas que Volodos explicitó con amplio uso del pedal de resonancia y variadísima paleta de colores. La dualidad schumaninana Eusebius-Florestán sienta muy bien al pianismo de Volodos que junto a las dos Hojas de álbum op. 99 nos dejó una lectura referencial de ese caleidoscopio imposible que es la Humoreske op. 20, prolongando generosamente el recital con 6 propinas.
Debutó en el Festival JuanJo Mena al frente de la Sinfónica Nacional Danesa con 2 programas en torno a la música de los 2 grandes autores nacionales Niels Gade: Obertura “In the Highlands” y Nielsen: Obertura Mascarada, Concierto para clarinete y Sinfonía nº 4, expuestas con rigor y conocimiento del estilo. Soberbio el clarinetista Mark Simpson y monumental la sinfonía, compacta y con pasajes de virtuosismo instrumental modélicamente resueltos, algo excedida en los grandes tutti donde la formación danesa tiende a la acritud. Los programas se completaron con la Sinfonía nº 9 de Schubert, alejada de las densidades habituales en la tradición centroeuropea, adoptó tempi ágiles, contornos más ligeros y un tono general lúdico y luminoso. El Concierto para cello de Dvorack contó con Jean Guihen Queyras, imaginativo en el fraseo y de sonido delicado pero con pegada que no se amilanaba frente a los grandes tutti orquestales.
La Camerata de la Royal Concertgebouw de Amsterdam presentó un programa basado en transcripciones para conjunto de cámara de piezas orquestales: 7 canciones tempranas de Alban Berg, arreglo de R. de Leuw y Sinfonía nº 4 de Mahler, arreglo de S. Stein, en interpretaciones exquisitas que aportaron una nueva mirada más despojada pero polémica sobre piezas tan escuchadas, con el concurso de Judith Van Wanroij, lirico ligera de buena escuela pero escasa en centro y graves para Berg. Lucas Macías no perdió detalle a la batuta.
La Orquesta de Cámara de St Petersburgo, dirigida por Juri Gilbo ofreció el único estreno, encargo del Certamen: Invocaciones, del compositor local Manuel Bonino, 2 piezas cortas para cuerda que denotan su conocimiento instrumental y buen hacer. Apolo Musageta de Stravinsky y el cuarteto La Muerte y la Doncella de Schubert en transcripción para cuerdas de Mahler completaron la noche, deslucidas por la seca acústica del Teatro Guiniguada.
El cierre estuvo a cargo de la Orquesta de París bajo la dirección de Christoph Eschenbach. Su conocimiento del conjunto parisino, del que fue titular de 2000 a 2010, le permitió aprovechar sus peculiaridades tímbricas, sonido un tanto áspero y ácido, en una Fantástica de Berlioz detallista, de tímbrica muy destacada, con una marcha al suplicio y Aquelarre sarcásticos y alucinados. Previamente había acompañado con pincel fino en el Concierto para violín de Mendelsshon a Daniel Lozakovich, de 18 años, auténtico fenómeno del violín, por su virtuosismo, belleza y proyección del sonido y cantabilidad. Solo queda esperar que la próxima edición del Festival de Música de Canarias consiga superar el espléndido nivel conseguido en esta que acaba de finalizar.
Juan Francisco Román Rodríguez
Auditorio Alfredo Kraus, Teatro Pérez Galdós. Teatro Guiniguada. Las Palmas de Gran Canaria.
Foto: La Sinfónica de Tenerife realizó una brillante interpretación de 'El anillo sin palabras', bajo la dirección de Antonio Méndez.