El nuevo concierto de abono de la Euskadiko Orkestra aportó dos obras de envergadura pero estuvo lejos, analizado en su globalidad, de calentar un ambiente bastante gélido, ya desde el entorno de la sala de conciertos, sufriendo una temperatura por debajo de cero. No seré quien escriba que la interpretación fue rutinaria o ausente de interés pero tras casi hora y media de música la sensación que me invadía al final del evento era la de oportunidad perdida.
El Concierto para piano y orquesta nº 1 en re menor, de Johannes Brahms casi puede entenderse como una sinfonía concertante dada la relevancia que se otorga al grupo orquestal. El pianista ruso Denis Kozhukhin demostró una seguridad apabullante y un sonido solvente aunque no consiguió transmitir mayor emoción, con la excepción de un adagio de amplia carga emotiva. Cuando fue a regalar una pequeña pieza a modo de bis tuvo que esperar varios segundos a que el energúmeno de turno apagara su teléfono móvil en una escena de auténtica vergüenza ajena.
La batuta del francés Alexandre Bloch, incorporación de última hora en sustitución del titular Robert Treviño, pareció más cómodo en la Sinfonía nº 6 en re mayor, op. 60, de Antonin Dvorak, consiguiendo una mayor implicación de la orquesta que, sin embargo, apenas era capaz de seguir sus exigencias de contraste entre los distintos segmentos sinfónicos. A la salida del auditorio donde, por cierto, eran apreciables algunos claros –y eso que no podemos olvidar que no hay entradas a la venta pues hay más socios que localidades en esta residencia eventual- el frío volvió a rodearnos sin que pudiéramos utilizar la pasión musical como refugio. Parecía, más bien, que había terminado un día más en la oficina.
Enrique Bert
Denis Kozhukhin (piano)
Euskadiko Orkestra / Dirección musical: Alexandre Bloch
Obras de Johannes Brahms y Antonin Dvorak.
Auditorio del Conservatorio Jesús Guridi, de Vitoria-Gasteiz
Foto © E. Moreno Esquibel