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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Un demiurgo llamado Jonathan Nott - por Justino Losada

Madrid - 13/02/2025

Sorprende, a decir verdad, que un enorme músico como el británico Jonathan Nott no haya debutado todavía al frente de las orquestas españolas y, ciertamente, creo que es una oportunidad perdida ante un muy infravalorado director no ya capaz de una enorme versatilidad y una extraordinaria musicalidad. Es más, Nott es un especialista en recrear un contexto sonoro, algo que va más allá de la concertación y que resulta fundamental no ya en el plano performativo sino ante el contenido de lo que se ha de interpretar. Buena ejemplo de ello es su trabajo en el contexto germánico –como en el caso de su paisano Simon Rattle, algo extraño para un inglés- trabajando con la suiza Orquesta Sinfónica de Lucerna para, posteriormente, saltar a la titularidad de la Orquesta Sinfónica de Bamberg –que llevara a los PROMS como abogado de la creación reciente y estrenando en su propio país el Tanzsuite mit Deutschlandlied de Lachenmann, o grabando, tanto la obra completa de Ligeti con la Orquesta Filarmónica de Berlín en un registro referencial, como el ciclo Schubert y un notabilísimo ciclo Mahler, uno de los mejores en registro digital disponibles hasta la fecha con la Orquesta Sinfónica de Bamberg.

Con matices, eso sí, el concierto que se ofreció ayer en el actual ciclo 2024-2025 de Ibermúsica con la Orchestre de la Suisse Romande bajo la dirección de Jonathan Nott, titular de la formación ginebrina, transcurrió conforme a las credenciales presentadas haciendo resaltar la herencia francesa mediante una contextualización de sonido flexible y aéreo en la brumosa y coloreada ambientación del Clair de Lune de Debussy en la versión sinfónica debida a su colega André Caplet, quien la orquestara en 1924. Nott dejó, de esta manera, que la orquesta cantara con ligereza, resaltando el papel de las empastadas maderas de la orquesta suiza y el arpa, tan reminiscente del estilo de Caplet en su Miroir de Jésus.

En tanto que se ha indicado que la contextualización es importante, Nott es capaz de modular el sinfonismo de la orquesta para agregar peso a la dramaturgia, aspecto patente en su detallada versión de la Consagración de la primavera. Y se notó en la proyección sonora por diversas razones. En primer lugar por una disposición antifonal de la orquesta que contrastaba en la cuerda y permitía el afloramiento de detalles, a menudo, desapercibidos. Por otro lado, la colocación de la sección de trompas en un extremo dejando a las tubas en una posición no tan lateral, permitía una emisión de sonido desde lo metales con burlescos colores poco acostumbrados.

Al igual que en sus dos grabaciones comerciales, la que hizo con la Orquesta Sinfónica de Bamberg para TUDOR o la que hizo en 2017 con la misma Orchestre de la Suisse Romande para PENTATONE, Nott tampoco quiso germanizar la partitura sino que, en cierto modo, pareció dejar que el peso de la herencia stravinskiana del legado de Ansermet se dejase traslucir en la orquesta, por así decir, con una interpretación en la que la expresividad, nunca áspera, mostraba el mineral primitivismo de la partitura en una escala humana danzable, sin densas texturas y presentando la ruda violencia sin aristas e, incluso, con cierto sentido del humor. No faltaron momentos de contundencia, por supuesto, como en la coda de la Danza de la Tierra pero como se acaba de apuntar, la original apuesta por el tratamiento del color, la muy acertada expresividad y lógica del fraseo patente en secciones como La procesión del Sabio,  la Glorificación de la elegida o la Danza del sacrificio final fueron clave para una antológica versión que fue lo mejor del concierto.

Extraño fue continuar en la segunda parte con el Concierto para violín de Sibelius, obra que quizás hubiera tenido más sentido incluirse en el primer segmento aunque el despliegue de medios de Le sacre muy posiblemente tuvo algo que ver, ya que se aprovechó para desalojar buena parte de los instrumentos durante un descanso más largo de lo habitual. Con una orquesta más reducida y un contexto muy diferente, de resonancia más germánica y musculada sonoridad, acompañó Nott con excelente fraseo y amplio contraste dinámico a la violinista japoneso-norteamericana Midori, en un papel solista en el que parecía no estar cómoda del todo, tanto por su lento arranque como por la búsqueda de un peripuesto y siempre austero preciosismo sonoro tan ayuno de vibrato como profuso de legato que le restó espectro expresivo -que esta obra pide con claridad- y caudal sónico, Una lástima porque, en 2018, vino con la Orquesta Sinfónica RTVE, dirigida entonces por el recientemente fallecido Miguel Ángel Gómez Martínez, y ofreció la misma obra con resultados más positivos.

Tras los numerosos aplausos del público, Midori ofreció, en un alarde de virtuosismo, el Preludio de la Partita No 3 para violín de Johan Sebastian Bach cerrándose un concierto que, aunque tal vez quedó algo deslucido en la segunda parte, volvió a mostrar el armónico acierto estilístico y extraordinaria musicalidad de la que Jonathan Nott hace gala.

Justino Losada

 

Midori, violín

Orchestre de la Suisse Romande / Jonathan Nott

Obras de Debussy/Caplet, Stravinski y Sibelius

Ciclo Ibermúsica 2024/2025

Auditorio Nacional, Madrid

 

Foto © Rafa Martin / Ibermusica

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