Cuatro coliseos se han unido para poner en práctica esta delicada coproducción: el Teatro Real de Madrid, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona; la Staatsoper Dresden y el Palau de les Arts Reina Sofía. El público respondió con alegría asistiendo masivamente al coliseo valenciano para contemplar una ópera en donde el componente mitológico eslavo y los símbolos priman sobre el pathos dramático e, incluso, sobre la trama amorosa.
El montaje sirvió al significado mágico con verdaderos iconos visuales. Así, en medio del vestíbulo de un teatro en donde tenía lugar la acción (en el Acto I este vestíbulo también parecía un vetusto sanatorio, con la cama de la lisiada Rusalka ubicada en un lateral), una lengua de piedra invadía el escenario, representando el bosque y el lago, éste último la morada de las ondinas. Esos conos de deyección pétreos se duplicaron en el Acto III. Por el central, desaparece Rusalka hacia las profundidades lacustres, antes de que caiga el telón por última vez. Los vestuarios recrearon el mundo ensoñador, fantástico, de los demonios súcubos acuáticos por medio del tutú y las zapatillas de punta roma, sumergiéndonos en el mundo del ballet. La iluminación se lució en el momento de la creación de la pócima, con el transcurso del aria de la bruja Jezibaba.
La ópera contó con un semillero de buenas voces, algunas de ellas eslavas. La soprano rusa Olesya Golovneva encarnó a Rusalka. Esta cantante fue de menos a más. Quizás interpretó la gran aria de la ópera <Mesicku na nebi hlubokem>, en el Acto I, con un poquito de frialdad, aunque muy elegante; pero desbordó en el apasionamiento emocionado gracias a sus espectaculares ataques al registro agudo, sólido, carnoso, esmaltado, en el Acto III. El tenor inglés Adam Smith encarnó al Príncipe. Se trata de un excelente tenor lírico-spinto, que progresa de forma natural en las gamas aéreas gracias a una buena técnica, sin grandes esfuerzos. La irlandesa Sinéad Campbell nos impresionó por sus buenas gamas graves, propias de una soprano dramática. El bajo ruso Maxim Kuzmin-Karavaev, aunque procede de una buena escuela de voces graves masculinas, le falta un poco de fiato, y tiene problemas para enfrentarse a la orquesta cuando ésta transita por un crescendo. Espectacular la contralto albanesa Enkelejda Shkoza (en albanés se escribe Shkosa), ora como actriz, ejecutando muy bien su papel, ora como cantante. Esta magnífica intérprete nacida en Tirana pero emigrada a Italia bordó su papel con tintes amenazantes y solemnes merced a esas rotundas gamas graves que posee la contralto, harto infrecuentes en las voces femeninas.
La batuta del germano Cornelius Meister saboreó el melodismo de esta bella ópera de Dvorák y, sobre todo, supo acompañar a las voces. Maravillosa la Orquestra de la Comunitat Valenciana y el Cor de la Generalitat Valenciana, pese a su discreto cometido en esta obra.
Francisco Carlos Bueno Camejo
Palau de Les Arts
“Rusalka”, ópera en 3 actos con música de Antonín Dvorák.
Reparto: Olesya Golovneva, soprano (Rusalka); Adam Smith, tenor (El Príncipe); Sinéad Campbell-Wallace, soprano (La princesa extranjera); Maxim Kuzmin-Karavaev, bajo (Vodnik); Enkelejda Shkoza, contralto (Jezibaba); Daniel Gallegos, barítono (El cazador); Manel Esteve, barítono (El guardabosques); Laura Orueta, soprano (El pinche de cocina); Cristina Toledo, Laura Fleur y Alyona Abramova (soprano, soprano y mezzosoprano, respectivamente), (Las tres ninfas).
Dirección de escena: Christof Loy.
Escenografía: Johannes Leiacker. V
Vestuarios: Ursula Renzenbrink.
Iluminación: Bernd Purkrabek.
Coreografía: Klevis Elmazaj.
Coro: Cor de la Generalitat Valenciana.
Orquesta: Orquestra de la Comunitat Valenciana.
Dirección musical: Cornelius Meister.
Foto © Miguel Lorenzo & Mikel Ponce - Les Arts