Debutó en la temporada de abono de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria el director Henrik Nánási con un programa íntegramente dedicado a su Hungría natal. Comenzó la velada con las Danzas de Galante de Kodály, que recoge citas de diversos cantos de los zíngaros de Galanta, alternando las danzas lentas con las rápidas en una pieza de atmósferas fuertemente contrastadas y muy agradecida para el oyente. Nánási nos dejó una lectura deslumbrante y racial, incisiva y ampliamente rubateada. Destacó especialmente una sección de cuerdas de sonido oscuro y empastado y el decisivo solo del clarinete solista Radovan Cavallin. En la danza final, la traicionera acústica del auditorio y un excesivo entusiasmo de metales y percusión sepultaron a una sección de cuerdas no muy nutrida.
La gran sorpresa de la noche vino con el Concierto para orquesta de Béla Bartók. Pieza capital en la música del siglo XX, que la Filarmónica de Gran Canaria ha interpretado en repetidas ocasiones, obtuvo del maestro húngaro la que posiblemente sea la mejor lectura ofrecida por nuestra orquesta, a la altura de las escuchadas a prestigiosos conjuntos internacionales en el Festival de Música de Canarias.
Nánási ofreció una interpretación ardiente y expresiva, clarísima de texturas, donde se escucharon con inusitada claridad las múltiples voces instrumentales, a la vez que mantenía un admirable equilibrio entre los distintos grupos instrumentales, incluso en los grandes tutti, situando en primer plano el personalísimo colorido tímbrico del autor magiar. La Filarmónica de Gran Canaria brindó una de sus grandes noches, en una pieza exigente como pocas para todas sus secciones y solistas, valga como ejemplo el virtuosismo con que las maderas afrontaron el juego de las parejas en el segundo movimiento.
Juan Francisco Román Rodríguez
Orquesta Filarmónica de Gran Canaria/Henrik Nánási.
Obras de Kodáli y Bartók.
Auditorio Alfredo Kraus. Las Palmas de Gran Canaria.