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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica - Últimas palabras (Orquesta de Cadaqués)

Madrid - 17/12/2019

La Orquesta de Cadaqués -junto al Coro Estatal de Letonia- bajo la dirección de su titular, Gianandrea Noseda, fue la protagonista del pasado concierto de Ibermúsica en Madrid. La velada, que estuvo dedicada a la memoria del recientemente fallecido maestro letón Mariss Jansons, supuso una doble despedida por ser la última actuación en la capital de esta orquesta como formación estable. Las dos obras escogidas para esta señalada ocasión fueron el Concierto para clarinete y orquesta en La Mayor, K. 622 de Mozart y la Missa Solemnis en Re mayor, Op. 123 de Beethoven.

Abrió la jornada el Concierto para clarinete y orquesta de Mozart. La ligereza y gracilidad del Allegro fueron bien reflejadas por orquesta y solista, el clarinetista sueco Martin Fröst. Ágil en los cambios de registro, preciso en las articulaciones y con una emisión absolutamente diáfana -a veces algo falta de robustez en los registros graves-, Fröst aúna el máximo refinamiento en el fraseo con una técnica de ejecución depuradísima y sin aparente esfuerzo, primando, ante todo, la belleza del sonido. En el Adagio pudieron comprobarse, aún más, estas cualidades del solista, sobre todo en la exquisita reexposición del tema principal en pianissimo. La Orquesta de Cadaqués respondió con fluidez y naturalidad a las indicaciones de un Noseda preciso y claro en gestos, aunque faltó algo de aliento vital a la hora de exponer los inspirados motivos temáticos de este movimiento por parte de las cuerdas. Trompa y maderas destacaron por su bello fraseo y empaste, equilibrando la dolencia antes señalada. La interpretación de esta verdadera joya mozartiana se cerró con un Rondo bien planteado, por formación y maestro, en sus contrastes y empuje rítmico, destacando la impecable ejecución del solista en los fluidos y límpidos pasajes de escalas. La maestría técnica del internacionalmente reconocido clarinetista resaltó, en algunos momentos de la obra, sobre la grácil frescura inherente a la música de su autor.

La Missa Solemnis de Beethoven fue el punto álgido del concierto. Orquesta y coro acometieron con energía y precisión el Kyrie, logrando un gran equilibrio que dejó traslucir las ricas progresiones armónicas presentes en este movimiento. El Gloria siguió la misma senda trazada al comienzo de la obra, con los efectivos vocales e instrumentales bien balanceados desde su brillante y vigoroso inicio. El despliegue de este amplio movimiento resultó elocuente por el acertado pulso rítmico imprimido por Noseda a las sucesivas secciones concatenadas que lo constituyen, sus logrados contrastes dinámicos, las finas transiciones entre los tutti, por un lado, y las maderas y el cuarteto vocal, por otro, en el miserere nobis, así como por la claridad expositiva en los pasajes imitativos, de difícil articulación para los solistas vocales y coro en su última sección.

Sin desfallecer en ningún momento, orquesta y coro abordaron el Credo, otro de los movimientos amplios y comprometidos de esta obra maestra, verdadero tour de force para cualquier formación sinfónico-coral. El coro letón demostró, en todo momento, su magnífico nivel debido al perfecto empaste en todas las cuerdas que lo forman y  por una seguridad y precisión envidiables en la emisión sonora. Soprano y tenor solistas destacaron por su proyección vocal y sutileza en el fraseo, arropados todos por una orquesta que respondió con seguridad y entrega a las múltiples exigencias de la partitura. Cabe mencionar cierta falta de proyección y profundidad en la voz del bajo solista, Steven Humes, que causó algún desequilibrio en el cuarteto vocal.

Tras la interpretación del Credo, la orquesta de Cadaqués mostró algún síntoma de desgaste, curiosamente en los momentos más sublimes e introspectivos del Sanctus, como ocurrió en el interludio orquestal que precede al Benedictus o en el solo de violín, correctamente ejecutados pero que adolecieron de la expresión poética que emana de estas páginas.

Finalmente, el Agnus Dei recobró algo de aliento y fluidez. El bajo solista resultó más convincente, flexible y concentrado en el fraseo al comienzo del mismo. Pese a ciertos desajustes entre el coro y la orquesta, hubo destacados momentos fugados y brillantes intervenciones del timbal y la sección de metales, siempre segura en emisión y brillante en la articulación.

La valentía de enfrentarse a tamaña partitura, con los efectivos limitados de los que dispuso la Orquesta de Cadaqués para tal empeño, dieron, en general, buenos resultados en esta versión de la obra, aunque algo desiguales en los aspectos antes mencionados.

Gianandrea Noseda, que dirigió al público unas palabras antes de la interpretación de la Missa Solemnis, agradeció a la organización de Ibermúsica el apoyo reiterado a la formación orquestal. Recalcó, también, que la Missa Solemnis representaba las “últimas palabras” del genio de Bonn a la humanidad. Esperemos que la veterana Orquesta de Cadaqués no enmudezca debido a las circunstancias que han provocado la suspensión momentánea de sus actividades, y que su voz no haya aún expresado las últimas palabras de un proyecto pionero y ejemplar que tanto tiene aún que ofrecer, y que deseamos vuelva cuanto antes a recorrer su trayectoria, avalada con más de 30 años de experiencia y prestigio.

Juan Manuel Ruiz

Martin Fröst, Ricarda Merbeth, Olesya Petrova, Josep Bros, Steven Humes, Maris Sirmais, Coro estatal de Letonia, Orquesta de Cadaqués / Gianandrea Noseda.
Obras de Mozart y Beethoven.
Ibermúsica. Auditorio Nacional de Música, Madrid.


Foto © Rafa Martín

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