La Orquesta Nacional de España, en su temporada, ofreció un concierto con una distribución un tanto peculiar. Especialmente, en su variada primera parte. Una primera parte que se arrancaba con una obra de Joaquín Rodrigo: A la busca del más allá. Bastante más ambiciosa que las oberturas y asimilados, que suelen ocupar dicha posición en programa. Un poema sinfónico al modo romántico, a la que la orquesta, conducida por su director hoy, Ramón Tebar, dio un trato diligente y detallista, conformando una versión estimulante, de alguna manera, en recuerdo del ilustre compositor levantino. Una búsqueda, también, de un… “más allá”… más allá de su recurrentes y celebérrimas obras de concierto con guitarra solista.
Tras este Rodrigo, tres obras de concierto con violín solista que, habitualmente, y por separado, suelen calificarse a la ligera de… “menores”. Al frente de su parte solista, un violín de la calidad contrastada de Pinchas Zukerman. Todo un lujo en la interpretación de estas partituras que, salvo en el caso beethoveniano, no suelen ser demasiado frecuentes. A saber: Rondó en do mayor de Wolfgang Amadeus Mozart, la Serenata melancólica de Piotr Illich Tchaikovsky, para terminar con la Primera romanza de Ludwig van Beethoven. Grandes autores con obras de su catálogo que no suelen visitarnos por las dificultades de su programación y que, de esta guisa, conjunta, encontraron curioso acomodo. Un acomodo donde quedara patente, al margen de los virtuosismos fatuos de conciertos más aguerridos, la limpieza, versatilidad y riqueza sonora y musical de su solista esta noche... y de los compositores en ristre.
La segunda parte deparaba la Segunda sinfonía de Sergei Rachmaninov. Al margen de estéticas y circunstancias históricas, una obra muy diferente, en concepción, a las escuchadas anteriormente. Y que, de alguna manera también, acusó esta circunstancia, dadas su ambición y extendidas dimensiones, en un programa donde ya se habían agolpado en el último tramo de la primera parte, de forma un tanto inhabitual -como dije-, compositores de la talla de los -¿“trío de ases”?- citados, con una pátina de extraña humildad que lo dejara, así, más patente. En cualquier caso, una versión lucida, definida y sólidamente trabajada, de una obra lucida que nos visita con alguna asiduidad -al margen, por sólo citar un ejemplo al paso, de las otras dos obras homónimas de este mismo catálogo que no han logrado este inusitado éxito-.
Luis Mazorra Incera
Pinchas Zukerman, violín. Orquesta Nacional de España / Ramón Tebar.
Obras de Beethoven, Mozart, Rachmaninov, Rodrigo y Tchaikovsky.
OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Acred foto: Rafa Martín