La visita de Daniil Trifonov al ciclo de Grandes Intérpretes (fue el primer concierto de su visita a España, tras el retraso de su presentación en Barcelona por culpa de la pandemia) supuso la guinda al mes más pianístico y brillante que recordamos, en muchos años, con la presencia en apenas 20 días, en el Auditorio Nacional, de los rusos Sokolov, Kissin y del joven Trifonov. Tres generaciones que pasarán a la historia, sin duda. Y puede que la menor expectación que deparaba nuestro pianista acrecentara la sorpresa relativa. Creo que, de los tres recitales, este último resultó el más sorprendente.
Dedicar el grueso de un programa al Arte de la Fuga son palabras mayores, y más para un pianista de apenas 30 años. Trifonov debutó en el ciclo en 2017, y su tarjeta de presentación incluyó a buena parte de los autores sobre los que está construyendo su fama (Schumann, pero fundamentalmente Stravinsky y Prokofiev), tanto en vivo como en disco.
En esta segunda visita parece querer decirnos que sus capacidades van mucho más allá de lo esperable, para un intérprete excepcionalmente bien dotado por el lado técnico. Y Bach parece ser el puerto al que quieren arrimarse muchos intérpretes actuales, a los que se les valora mayoritariamente por su virtuosismo. Como ocurrió con la reciente grabación de las Goldberg, por parte de Lang Lang. La sorpresa fue mayúscula.
Nos enfrentamos a una versión del Arte de la Fuga de una pureza innegable (parecía que Bach pensaba en el piano, aunque no nos dijera en que instrumento pensaba). Sin apenas respiro ni pausa entre fuga y fuga, Trifonov realizó una lectura repleta de musicalidad, concentración y ligereza. Para nada exhibicionista ni pretenciosa (uno de los pequeños defectos de Lang Lang en sus Goldberg, por ejemplo). Como si Bach hubiera estado en su repertorio desde siempre.
Por ponernos en perspectiva, no hay tantos pianistas con ganas de enfrentarse a esta compleja partitura (hace años el citado Sokolov y más recientemente Aimard…), y pocas veces en la parte inicial de una carrera. El salto que supone, en la ya brillante trayectoria de nuestro intérprete, creo que es reseñable y especialmente meritorio. Y más si reconocemos que no hubo ni un segundo de aburrimiento o monotonía.
Para no olvidar la excepcionalidad de su técnica, el ruso precedió el Arte de la Fuga de la Chacona para mano izquierda BWV 1004 (Bach/Brahms). Auténtica exhibición. Este hombre es ambidiestro, sin duda (¿el Nadal del piano…?). Pero, qué diferencia entre la contundencia, el intenso golpe de pedal de esta Chacona, frente a la delicadeza de las fugas posteriores. Una diferencia que dejó muy clara, ante todos nosotros. Es Bach, pero no es lo mismo…
No hubo propinas (la verdad es que tampoco se prestaba, después del shock emocional del Arte…). Por eso Trifonov terminó el recital, a modo de pequeña pastilla tranquilizante, con la Coral BWV 14 (el arreglo de Myra Hess). No hubiera pasado nada por no tocarla. Gracias a Trifonov y gracias a Grandes Intérpretes. Nuevo milagro musical en tiempos de pandemia.
Juan Berberana
Daniil Trifonov, piano.
Obras de Bach
Auditorio Nacional, Madrid.
Ciclo Grandes Intérpretes (Fundación Scherzo)
Foto © Dario Acosta / Deutsche Grammophon