Con su Titular Thierry Fischer al frente, abordó la Sinfónica de Castilla y León en su Auditorio el 7º Programa de Temporada de abono, con la 3ª colaboración de la violinista Baiba Skride (Riga, 1981) con el Stradivarius "Yfrah Neaman", 3º ya en su brillante carrera. En repertorio, dos novedades para la Orquesta: Preludio para "La Princesa lejana" en La M, op. 4 (1896) de Nikolái Cherepnín (San Petersburgo 1873, Issy-les-Moulineaux 1945) y Concierto para violín y orquesta nº 2 en Do# m., op. 129 (1967) de Shostakóvich, más la Sinfonía nº 4 en Fa m., op. 36 (1877-78) de Chaikóvski por 8ª vez en sus atriles.
En contacto con lo ruso-francés-americano por familia, Cherepnín, pianista, compositor y Director de orquesta, tuvo amplias fuentes de inspiración y un particular interés por las leyendas y asuntos de países exóticos, por lo que el encargo que se le hizo de preludiar el drama en 3 actos y verso de E. Rostand "La Princesse lointaine", que describe el viaje de Jaufré Rodel en busca de Melisenda, su princesa desconocida de quien se siente enamorado, le sirvió para escribir una pieza plenamente romántica de unos 10 minutos, de suaves y dulces melodías que igualmente podría sonar como fondo en cualquier película del género, por su poder de ambientación y sugerencia, en la que el cello y las violas tienen también su particular momento de lucimiento, perfectamente aprovechado por los citados y el resto del conjunto, en versión de grato y buen gusto de la fina orquestación, que el autor dedicó a su hermana Olga.
Completamente opuesto en carácter y técnica el Concierto nº 2 para violín de Shostakóvich. Muertos ya Lenin y Stalin y relajado el control que sobre la cultura musical ejercía el régimen, el autor ya maduro y con salud mermada, se siente liberado para expresar libremente su estado anímico y decide escribir un 2º Concierto de violín y dedicárselo también a David Oistrach, como el 1º, para que lo estudie y estrene como regalo por su 60 aniversario, sólo que se adelantó un año. La orquestación tiene alguna singularidad como contar sólo con 4 trompas, pero sí con flautín, contrafagot y un tom, especie de tambor que tiene un papel relevante perfectamente asumido por la solista pertinente. Su atmósfera general es meditativa y doliente, salvo el final en que un futuro optimista suena lleno de vida.
Baiba Skride estuvo espléndida de intimismo, expresión, técnica fluida y musical y afinación exquisita. Desde el inicio de su melodía cromática sobre las cuerdas graves en pianísimo, mostró su gran clase en todo lo citado, camino de la 1ª cadencia en la zona grave, breve pero compleja con diálogo a 2 cuerdas, a la que se suman trompas, violines y el tutti pppp de modo bellísimo, mereciendo cita fagot, clarinete y tambor. Cadencia nueva en el Adagio central, sereno y nostálgico, seguido de elegante solo de trompa; y aún una 3ª virtuosa, sin perder un ápice de musicalidad.
Hay que señalar ya la labor de Thierry Fischer en su tarea de orfebre del sonido, por su labor, no sólo de conjunción entre solista y orquesta, ya de por sí notable en esta obra, sino por la riqueza dinámica y agógica que imprimió a la versión en un margen tan estrecho de volumen general. Naturalmente el éxito se produjo de inmediato y los aplausos se repitieron para todos y, especialmente para la violinista que estuvo extraordinaria. Hubo de salir y regalar una obra igualmente exquisita, tal vez de un autor letón por su carácter, donde Baiba exhibió un sonido argéntico y delicado con una doble melodía sonando bella y precisa en las 4 cuerdas. La ovación general fue estruendosa y merecida.
Y vino Chaikóvski con su particular 4ª Sinfonía, amplio ramillete de melodías que se van añadiendo, a veces en detrimento de la forma clásica, pero aportando una visión plena del alma e intimidad del artista. Hay que reiterar el papel magnífico de Fischer en la magna versión ofrecida; su establecimiento perfecto de las relaciones en obra tan profusa en éllas, permitió seguir un relato lógico y natural de lo escrito, pleno de matices, fraseos, nobleza y nitidez de sonido, y fue un gusto escuchar a cada familia y solista con empaste absoluto y calidad individual; ¡qué bien la fanfarria inicial de trompas y fagotes con el tema principal del "destino" (La b) y su paso por todos los vientos! Dos chispazos ffff con su pausa, viento madera recordando "al destino", cuerdas en el vals Moderato y llegada de las trompetas con su La b para el motivo de la Fe. Todo con alta tensión controlada tras la que el Maestro hizo una leve pausa para ir a la Canzona en Si b m., con la melancólica melodía del oboe, muy apasionado y certero, que tomaron bien cellos y flauta.
El Pizzicato ostinato bien trabajado en equilibrio, acentos, ritmo, dinámica y brillo. Precisos sforzandos sin crispar nada en las cuerdas con limpio sonido. El fagot con gusto y precioso color. Y el Allegro final con el adecuado fuego en su Fa M., jugando la canción popular "En el campo había un abedul" con gracia, dúctil; recuperando el La b de inicio acompañado de relámpagos en los platillos con moderado choque y rematando con contagioso brío de forma magnífica, provocando ovaciones y bravos reiterados en saludos y salidas, que Fischer compartió con sus huestes en una noche más que sobresaliente.
José M. Morate Moyano
Baiba Skride, violín
Sinfónica de Castilla y León / Thierry Fischer
Obras de N. Cherepnín, D. Shostakóvich y P. I. Chaikóvski
Sala sinfónica "Jesús López Cobos" del CCMD de Valladolid