Este repaso de las últimas “Sonatas para Piano” de tres grandes de la historia de la música, como Mozart, Beethoven y Schubert marca la visita de Elisabeth Leonskaja al Palau de la Música de Barcelona, de la mano de la Franz Schubert Filharmonia. Ex- alumna y compañera de dúo del gran Sviatoslav Richter, Leonskaja se ha ganado elogios durante su estimada carrera por su habilidad técnica y sus imaginativas interpretaciones.
Nacida y formada en la Tbilisi soviética, Georgia (23/11/1945), pero ahora nacionalizada austriaca, es conocida por su repertorio de los períodos clasicismo, romántico y posromántico (con Mozart, Beethoven Chopin y Schubert formando una parte considerable de su catálogo de grabaciones) Aquí nos presenta un interesante programa, basado en las últimas “Sonatas” de tres de los citados y lograr contrastar en el oyente los contrastes entre ellas. Estas interpretaciones muestran su aptitud en esas épocas. Las “Sonatas para piano” de Mozart datan de mediados de la década de 1770 hasta finales de 1788, y los instrumentos en los que Mozart tocaba y para los que escribía no tenían mucho que ver con un pedal de resonancia. Leonskaja no exagera con el trabajo de pedales, ofrece los aspectos lúdicos de la célebre “Sonata K 545”; en las secciones más líricas, los oyentes pueden escuchar su interpretación que tiende más hacia el pianismo del período romántico. Su destreza puede no ser exactamente la misma que antes, pero su técnica sigue siendo impresionante.
El instrumento, en la “Sonata nº32 de Beethoven” tiene un registro grave especialmente rico que emerge hermosamente aquí, y Leonskaja hace un excelente uso de él con varios acentos en la mano izquierda que adquieren un significado estructural que es original en su lectura. Intérprete dura y poderosa, su enfoque se adapta bien al instrumento y al entorno sonoro aquí del Beethoven más rompedor y maduro. El movimiento inicial tiene colores profundos y los contrastes estallan con sorpresas abruptas. El original, segundo y último movimiento, Arietta, adagio molto semplice e cantabile, de variaciones trascendentes está a la altura de sus considerables desafíos técnicos.
El surgimiento de la voz de Schubert es un proceso gradual. El último año de la vida de Schubert (1828) estuvo marcado por una creciente aclamación pública por las obras del compositor, pero también por el deterioro gradual de su salud. Había estado luchando contra la sífilis desde 1822–1823 y sufría de debilidad, dolores de cabeza y mareos. Sin embargo, parece que llevó una vida relativamente normal hasta septiembre de 1828, cuando aparecieron nuevos síntomas como derrames de sangre. En su obra no tarda mucho en surgir el contraste entre la gracia cantable y la estruendosa agresión de los acordes como una de sus estrategias favoritas. Tarda más en darse cuenta de que los cambios repentinos entre los modos mayor y menor pueden proporcionar un gran poder emocional. Poco a poco, aprende a explorar el potencial de las tonalidades remotas y a unir elementos dispares para crear un edificio indestructible.
La “Sonata D. 960” en la mayor marca su surgimiento repentino como maestro supremo de la forma: cada nota está perfectamente colocada. Y a partir de este punto, Leonskaja ofrece su obra con una seguridad sublime, simplemente dejando que el piano cante. El mayor desafío de esta última sonata a menudo reside en su aparente sencillez, su belleza reside en inflexiones infinitesimales. Los movimientos lentos son meditaciones, imbuidos de una dulzura resplandeciente. Su primer movimiento tiene un ritmo extremadamente pausado y ofrece el lirismo más puro, gravemente convincente en su triste melancolía; al igual que en su movimiento lento, donde la intérprete toca por debajo del tempo exigido en la partitura; incluso sus trinos bajos tienen una música propia.
Extraordinario recital de una leyenda viva, sobre todo en los momentos de fuerza, donde despliega todo su potencial. Aún para el final, después dos horas de recital, dejó pólvora en su morral, cambiando de registro con un Debussy exhibiendo los fuegos de artificio bajo el cielo de París. Al final de nuevo volvió a la sutileza en "La Plus Que Lente", con otra lectura lenta en extremo que apenas dejaba ver el ritmo del vals.
Luis Suárez
Elisabeth Leonskaja
Palau de la Música, Barcelona.
Obras de Mozart, Beethoven y Schubert