La Fundación Pública Andaluza Barenboim-Said celebra su 15 aniversario, y este año el maestro Barenboim ha elegido para ello un programa Beethoven, en el que ha contado con su hijo Michael para ser solista del “imposible” Concierto para violín en Re mayor del genial compositor de Bonn. A la oportunidad de ver este duelo de Barenboims se une el hecho distintivo de que será el único concierto que se ofrecerá en España de la gira mundial que ahora empieza.
Alguien que convive desde muy temprano con las 32 sonatas de Beethoven en su cabeza, con las que ha cosechado grandes reconocimientos, evidencia un conocimiento de su estilo que va desde el más clasicista hasta el último, instalado en el romanticismo, y más allá. El argentino y el de Bonn unieron sus caminos al compartir una fuerte personalidad, una naturaleza filantrópica y un estilo muy contrastado -que es difícil que deje indiferente a nadie-, de manera que desde los primeros compases del Concierto, Beethoven acudía a la invocación hecha por la batuta mágica de este pequeño Merlín, capaz de manejar los oleajes melódicos y tímbricos con la fuerza de un titán y la delicadeza de un relojero.
Por su parte, Michael no parecía el protegido de nadie, porque se enfrentó a la obra con un sonido poderoso, radiante, muy seguro, sorteando tanto las extraordinarias dificultades técnicas como acariciando las más líricas: nadie es capaz de hacer eso siendo un niño de papá, y menos de don Daniel, a juzgar por lo estricto que dicen que es con los músicos que tiene a su mando; por cierto, era la primera vez que actuaba en Sevilla como solista, pero en otras ocasiones ha sido concertino de la orquesta del Divan, porque no hay que empezar de solista. Y fue de ver el cuidadísimo acompañamiento que le hizo al violín, y no porque fuera su hijo, sino porque no ha practicado nunca eso de salir del paso. Su ya típica distribución orquestal de reubicar los chelos donde los violines segundos para potenciar las tensiones entre los violines -más los contrabajos atrás-, produce un excesivo equilibrio, aunque lo que admira es su dominio de los tiempos, de las texturas y de la tímbrica.
Su Séptima sería un ejemplo entero, pero oír su famoso Allegretto como si fuera la primera vez da idea de la emoción beethoveniana que trasluce y traspasa los meros pentagramas. Unió los diferentes movimientos, tal vez para hacer evidente la unidad de la obra o quizá para evitar que el público volviera a aplaudir, como hizo al final del primer movimiento del Concierto de violín. En fin, es un lujo tenerlo aquí año tras año, como si quisiese seguir la senda de Alfonso X, quien también se empeñó en que trabajaran juntos en Sevilla judíos, árabes y cristianos… ya hace más de siete siglos.
Carlos Tarín
Michael Barenboim, violín. Orquesta del West-Eastern Divan / Daniel Barenboim.
Obras de Beethoven.
Teatro de la Maestranza, Sevilla.
Foto © Luis Castilla