A finales de mayo y principios de junio se ha representado la ópera de cámara Tránsito en el Matadero, una coproducción del Teatro Real y el Teatro español. Compuesta por Jesús Torres sobre un texto homónimo de Max Aub escrito en 1944, la obra está formada por doce “instantes” en los que se narra la historia de un hombre exiliado en México tras la Guerra Civil española.
La primera incursión operística de Torres está avalada por una larga trayectoria compositiva y un Premio Nacional de Música recibido en 2012, gestas de enorme calado cuando uno se dedica a la composición. Desde la primera nota se percibe en Tránsito una voluntad firme por acercar el drama al espectador-oyente ayudándose de todos los elementos que están a disposición de un compositor, música, palabra y escenografía.
Ya en sus butacas, el público aprecia la heterogénea orquesta de tamaño medio repartida a lo ancho del escenario, en primer plano y a nivel del suelo; 18 músicos, entre los que se encuentran un acordeonista y tres percusionistas. Visualmente, tanto los instrumentos escogidos como la propia interpretación son muy atractivos: las notas y los diferentes timbres se corresponden con caracteres y situaciones del libreto, lo que se aprecia con claridad desde las butacas gracias a la escenografía y los planos sonoros. Con una intención minimalista indirecta, la cantidad de notas de esta obra es muy precisa, sin adornos, lo que provoca una gran tensión auditiva que mantiene al oyente atento a cada nuevo compás. Enorme y riguroso esfuerzo de relojero el del director de orquesta Jordi Francés.
La puesta en escena es sencilla y efectiva. Escasa escenografía y dos colores, muy clarificadores, dividen el escenario en dos partes que simbolizan sendas vidas del protagonista, el blanco para el momento presente, el exilio, y el negro para el pasado (o mejor dicho, el tiempo relegado), una España de posguerra.
Y entre estos timbres y colores se desarrollan los 12 instantes. Uno a uno se suceden creando una atmósfera densa, opresiva, en la que los secretos, los compromisos y las ideas se vuelven los verdaderos protagonistas. Ayuda la palabra y mucho, partiendo de un libreto que busca y consigue ser comprensible mientras se escucha, se crea una cadencia similar a la declamación de un poema.
El brillante reparto es la pieza final que hace funcionar esta máquina del tiempo. El barítono Isaac Galán en el papel de Emilio, hizo un gran trabajo y supo administrar sus recursos para llegar con brillo al desenlace. La soprano María Miró, Cruz en la obra, interpretó a la perfección su papel de segunda esposa, y aunque se percibe una voz de gran potencial, contiene su rango dinámico y aprovecha cada nota para cargarla de intensidad. El breve papel del barítono Javier Franco cumple las expectativas y lo mismo sucede con el tenor Pablo García. Por último, la mezzosoprano Anna Brull, Tránsito en la obra, es el papel femenino que da solidez a la ópera. Ejecutado con todo el carácter y sobriedad que la situación requiere, y gracias a su voz elegante y densa, lanza cuchillos de amargura en cada gesto y cada sílaba.
Tránsito es una ópera que provoca un fuerte impacto en el público. La música y el conjunto visual son sus componentes esenciales, cada instante se sucede con el ritmo de una campana de difuntos que engulle la consciencia del espectador, lo convence de la excelencia de la representación y lo apremia a sentir lo que es el arte.
Esther Martín
Sala 11, Fernando Arrabal.
Matadero de Madrid. Miércoles 2 de junio, 19.00 horas.
Programa: ópera de cámara Tránsito de Jesús Torres.
DIRECTOR DE ESCENA: Eduardo Vasco
DIRECCIÓN MUSICAL: Jordi Francés
MÚSICA Y LIBRETO: Jesús Torres
REPARTO: Anna Brull, Isaac Galán, María Miró, Javier Franco y Pablo García-López
Orquesta titular del Teatro Real
DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Carolina González
DISEÑO DE VESTUARIO: Lorenzo Caprile
DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Miguel Ángel Camacho
AYUDANTE DE DIRECCIÓN: José Luis Masso
Foto © Jesús Ugalde