El retorno al Monumental desde su última visita hace ya dos temporadas de la fantástica violinista granadina María Dueñas, fue suficiente reclamo para colmar de público el teatro madrileño durante las dos jornadas del concierto de abono de la Orquesta Sinfónica RTVE de esta pasada semana. Sabedor de la gran afluencia, el titular de la formación, el director sajón Christoph König tuvo a bien programar con audacia un interesante binomio de obras: el Concierto para violín de Felix Mendelssohn como obra canónica para lucimiento de la solista, y la menos habitual Cuarta Sinfonía de Franz Schmidt que, en torno al 150 aniversario de su nacimiento el pasado año, ha tenido un cierto revival junto al resto de su obra traduciéndose en no pocas reediciones y grabaciones discográficas y un algo tardío reconocimiento en las salas de concierto más cercanas.
Estricto contemporáneo de su colega Arnold Schönberg, y violonchelista favorito de Gustav Mahler en su tiempo al frente de la Orquesta Filarmónica de Viena en las postrimerías del siglo XIX, el músico Franz Schmidt (1874-1939), nacido en el corazón de Austria-Hungría, pese a ser un autor bien programado en el cambio de siglo, sufrió cierto descrédito al ser relegado por los más visibles exponentes del tardorromanticismo germánico, la modesta evolución estética de su obra, muy enraizada en la tradición –posible clave que lo desconecta del zeitgeist de la Segunda Escuela de Viena- y, sobre todo, por la contaminante sintonía del establishment nazi con su música. Fechada en 1933 y reconocida como una de sus mayores creaciones, la Sinfonía Nº4 tiene un origen trágico -como apuntara el propio König en su breve alocución inicial- marcado por el fallecimiento de Emma, hija del compositor, al dar a luz, matiz que impregna la obra con un apesadumbrado y lírico discurso de naturaleza mahleriana. De este modo, solo se libera cierta catarsis bajo un intenso y ominoso cromatismo apoyado en diversos temas tratados de forma heterofónica y enmarcados por un tema que, interpretado a solo por la trompeta, aparece al inicio, con variación y recursividad en el desarrollo, y al final de la obra.
En busca de un sonido pretendidamente germánico, König dispuso la orquesta de forma antifonal con una sección alineada de contrabajos tras la percusión, en aras de ofrecer las cambiantes texturas que la obra, resuelta de un solemne solo trazo, requiere. König, con minuciosa atención, permitió crecer la obra con direccionalidad marcada por el melancólico fluir en los tiempos extremos para brillar en el empastado canto fúnebre del desgarrador Adagio y, a modo de contraste, en el contrapuntístico Molto Vivace donde la claridad de planos y la transparencia de familias y líneas melódicas se manifestaba necesaria. Cabe destacarse también el resolutivo papel del buen trompeta solista de la orquesta, Germán Asensi, junto al también solista de violonchelo, Javier Albarés, que defendió con bonito lirismo su parte solista. Buen desempeño general de orquesta y director hacia un notable resultado en la primera parte del concierto que fue recogido con interés y aplaudido con ganas.
Única obra en la segunda parte del concierto, el Concierto para violín en mi menor de Mendelssohn es un dechado de inspiración e inventiva estructural, compuesto para el violinista y colega del compositor Ferdinand David, a la sazón, concertino de la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig. Estrenado por su dedicatario en 1845 bajo la dirección del danés, también compositor, Niels Gade, el concierto consta de tres movimientos que se enlazan sin solución de continuidad y que parten, prácticamente de un mismo tema que genera variaciones. Además, cuenta con una innovadora cadencia escrita e incluida en el primer movimiento –prácticamente como corazón de la obra- lo que cambia el patrón de improvisación –habitual en los solistas que añadían cadencias propias- y estructura, permitiendo un discurso más fluido.
Acompañada por un equilibrado König que comandó con gran musicalidad a la Orquesta Sinfónica RTVE, Dueñas, artista residente de la formación radiofónica, expuso con imaginativo virtuosismo y enorme contraste dinámico una lectura de lirismo patente en la que abundaron temperamentales y poderosos ataques alternados con una mágica pureza de líneas en el primer movimiento.
Si bien Dueñas no m muestra un gran caudal sonoro, un dulce y colorido -pero abundante en vibrato- discurso cantado pobló el bien fraseado Andante que condujo al Allegro final en el que la artista andaluza hizo gala de técnica al controlar el juego de arpegios y notas rápidas hasta la luminosa coda final. Tras la sonora ovación de un público entregado y variopinto, repleto de gente más joven de lo habitual, María Dueñas correspondió con dos propinas, que fueron, curiosamente, las mismas que dio en el Auditorio Nacional tras un concierto con la Philharmonia Orchestra con Marin Alsop hace un par de meses: el nostálgico Valse triste del compositor y violinista húngaro Franz von Vecsey y la flamígera y frenética Applemania del artista ruso Alekséi Igudesman. Concluía así, otro notable y más que satisfactorio concierto de la actual temporada de la Orquesta Sinfónica RTVE.
Justino Losada
María Dueñas
Orquesta Sinfónica RTVE / Christoph König
Obras de Schmidt y Mendelssohn
Temporada de la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE 2024/2025
Teatro Monumental, Madrid.
Foto © Maria Dueñas Web