Desafortunadamente no es habitual pergeñar, en los tiempos que corren, un programa interesante desde una formación sinfónica cuya concepción inicial sea, además de ofrecer una programación en la que abunde lo canónico, la de bucear y prestar atención a aquellos repertorios que exceden lo rutinario, como bien pudiera ser la música de creación reciente, o las obras que, por una razón u otra, se nos ha privado de escuchar en directo. Este ideal, lógico en una orquesta pública de radiotelevisión durante muchos años, volvió a materializarse con gran fortuna la semana pasada en el vetusto Teatro Monumental cuando la Orquesta Sinfónica RTVE y su nuevo principal director invitado, el danés Thomas Dausgaard junto con el veterano pianista bilbaíno Joaquín Achúcarro, ofrecieron un programa tan bien hilado en torno al mundo de las geografías musicales como superlativo y, en consecuencia, muy necesario por todo lo que aconteció.
Con las evocaciones musicales del paisaje entendidas más como nexos existenciales que como experiencias estéticas, el programa se abrió con el conocido Concierto para piano en la menor, op. 16 del compositor noruego Edvard Grieg, obra fundacional del compositor en un estilo en el que el romántico melodismo del piano y la orquesta se enraiza en una personal encarnación de la música folklórica de su país. Mediante una discursividad sin ambages que no descarta un parco ascetismo sonoro, Grieg ofrece una perspectiva que encaja bien en las actuales virtudes del pianismo de Joaquín Achúcarro, quien, a sus 92 años, hizo bastante más que defenderse.
Con un sonido menos musculado pero de rotunda firmeza, Achúcarro desplegó un personal alarde de musicalidad desde una comprendida libertad rapsódica que, con mimo y atención, acompañaba y fraseaba con lógica Dausgaard en lo que derivó en una bien dibujada interpretación, destacándose la general claridad de objetivos, el lirismo del camerístico Adagio con una muy entregada Orquesta Sinfónica RTVE y el voluntarioso sentido rítmico, en conjunto de la danza Halling y el expansivo segundo tema, del Allegro marcato final. Tras las ovaciones ante la sorprendente interpretación, Achúcarro ofreció dos propinas. En primer lugar una apolínea versión del Clair de Lune de Debussy y, en segundo lugar, el Nocturno de las Piezas Líricas de Grieg, donde demostró que, pese a los años, su despojado estilo sigue prevaleciendo desde el teclado.
En la segunda parte del concierto pudimos escuchar el estreno en España de la Sinfonía n.1, Pastorales de los acantilados del perspicaz, ecléctico e incomprendido compositor danés Rued Langgaard. Escrita cuando el compositor contaba solamente 17 años, la sinfonía despliega un dominio de la estética romántica con un marco armónico que englobaba a Liszt, Wagner, Tchaikovsky, Mahler y hasta el primer Schönberg. Desde la mira arquitectónica, la escritura en arcos formales brucknerianos y, como marco general, un expresivo optimismo juvenil de naturaleza heroica que preludia el programatismo de obras de Richard Strauss, particularmente su Eine Alpensinfonie, resultan más que sugerentes.
Con una opulenta orquestación y el gusto por el desarrollo temático –como el del delicioso primer movimiento, prácticamente un poema sinfónico en sí mismo- esta primera sinfonía traslada la visión del paisaje del ascenso a una montaña en una suerte de viaje interior en el que, conforme avanza la obra, se atisba cierto simbolismo en torno a preocupaciones teosóficas a la manera de Scriabin. Estrenada por la Orquesta Filarmónica de Berlín con Max Fiedler en 1919, la obra resultó ser un éxito rotundo que, amargamente, rechazó la crítica danesa que entonces encumbraba a Carl Nielsen. Aislado y cada vez más huraño, buena parte de su música quedó sin programar hasta que, un vez fallecido Langgaard, el compositor danés Per Nørgård mostró la partitura de la visionaria Música de las esferas de 1916 a György Ligeti quien, para su sorpresa, pudo constatar como Langgaard se avanzó a las técnicas de micropolifonía presentes en Atmosphères y Lontano, obras maestras del compositor húngaro.
Recuperado en las Jornadas de Música Nórdica de Estocolmo en 1968, la música de Langgaard volvió paulatinamente a los atriles hasta que su compatriota Thomas Dausgaard interpretara y grabara la que es, hoy por hoy, más exitosa de las integrales sinfónicas registradas. Con estas credenciales, Dausgaard dirigió de memoria con gesto claro y enérgico una obra de gran complejidad con una entregadísima Orquesta Sinfónica RTVE que respondió de forma fantástica en el creciente desarrollo del primer movimiento con su extensa coda. Con energía contenida Dausgaard supo dar cierto misterio al lirismo de Fjeldblomster, mantener la tensión en el ascendente Sagn jugar con la zigzagueante alternancia de temas heroicos y dramáticos en Opad Fjelde y, finalmente, cerrar con el recopilatorio, simbólico y brillante Livsmod en un apabullante espejo sonoro entre la gran orquesta -tubas wagnerianas incluidas- en el escenario y un conjunto de metales en el gallinero con deslumbrante resultado gracias, también, a la cercana acústica del Teatro Monumental.
Sin lugar a dudas, un titánico concierto para el recuerdo que se postula como una de las mejores veladas de la actual temporada de la Orquesta Sinfónica RTVE.
Justino Losada
Joaquín Achúcarro, piano
Orquesta Sinfónica RTVE / Thomas Dausgaard
Obras de Grieg y Langgaard
Temporada de la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE 2024/2025
Teatro Monumental, Madrid.
Foto: Thomas Dausgaard dirigió el estreno en España de la Sinfonía n. 1 del compositor danés Rued Langgaard.