Con un año de retraso se presentó finalmente David Afkham al frente de la Orquesta Nacional de España en el Festival Internacional de Santander tras la cancelación de última hora impuesta por el coronavirus en la pasada edición. Junto a él compareció el violinista griego Leonidas Kavakos, que también debió haberlo hecho entonces en un recital de música de cámara junto a Yuja Wang finalmente frustrado. El destino ha querido unirlos en ésta, con el Concierto para violín en re mayor de Tchaikovsky y la Primera Sinfonía de Schumann en los atriles y resultados muy buenos en lo artístico.
Fue digno de ver y escuchar el trabajo de ambos en la obra maestra del compositor ruso, sobre cuya música -parece mentira- sigue pesando ese tópico tan desafortunado y errado de su carácter empalagoso o facilón: no, no es su música la que puede resultar dulzona a ciertos oídos, sino la interpretación que de ella haga tal o cual intérprete. El enmascarado Kavakos -que siendo un auténtico virtuoso, no hace alarde de ello- se mostró contenido y al mismo tiempo flexible, como el perfecto dominador del instrumento que es, incluso en los momentos más intrincados. Sobrio en la expresión, cantó los acentos nostálgicos del movimiento central con un sonido de nobleza y carnosidad admirables. Y qué decir de Afkham, que se permitió -así nos lo pareció- pequeñas libertades rítmicas y logró efectos inimaginables y mágicos, de los que citaremos como ejemplo los pizzicati de violonchelos y contrabajos y la resonancia muelle de los tutti.
Por la razón que fuera, Kavakos privó al entregado público cántabro de la propina que sí había brindado el día antes en la Quincena Musical Donostiarra, lo que nos situó de inmediato ante la exultante Primera Sinfonía schumaniana. El director alemán se mostró aquí como un hábil escultor de sonoridades nuevas, manejando los distintos planos con imaginación y sutileza, a lo que contribuyó una orquesta en gran estado de forma. Él estaba en el podio, sí, pero la Primavera se enseñoreaba de la Sala Argenta y al tiempo lo hacía en nuestro interior la sensación de que ningún rincón melódico, rítmico o dinámico quedaba a oscuras en esta resplandeciente partitura; sin batuta, manejando ambas manos -¡y los dedos!- de manera casi hipnótica, Afkham nos dejó poseídos de ese estado dionisíaco, “todo ritmo y música borrachera y exaltación máxima”, al que aspira la música con mayúsculas.
Acabado el programa tuvo lugar un acto breve, sencillo de homenaje y reconocimiento a uno de los miembros de la orquesta, el veterano flauta Antonio Arias, con motivo de su jubilación. Una prolongada y cariñosa ovación interrumpió las sentidas palabras de Afkham, de forma que, aún conmovidos, sin anuncio previo, sonaron los primeros acordes de Amorosa, fascinante melodía vasca de Jesús Guridi que deberíamos escuchar más a menudo.
Darío Fernández Ruiz
Orquesta Nacional de España, Leonidas Kavakos (violín) y David Afkham (director)
70º Festival Internacional de Santander
Foto © Festival de Santander - Pedro Puente Hoyos