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Crítica / Tetelman el impetuoso - por Javier Extremera

Úbeda - 27/05/2024

Tan solo una semana después de inaugurar la 36 edición, visitaba el Festival de Úbeda ese impetuoso torbellino que es el joven Jonathan Tetelman. El fulgurante éxito hace unos años de Jonas Kaufmann parecía imponer un nuevo modelo en serie para los tenores galanes emergentes (joven, apuesto y viril). Si el bávaro firmó su exclusividad discográfica con la casa Sony, Tetelman puede sacar pecho afirmando ser la apuesta tenoril de la todopoderosa (en otros tiempos gloriosos para el disco) Deutsche Grammophon.

El estadounidense, que arrancó su carrera como barítono, es un cantante aún por hacer. Un efectivo y pundonoroso tenor lírico spinto, ideal para los primeros roles verdianos y puccinianos o esos héroes condenados a acabar mal, coloreados con pulcro pincel por Massenet, Bellini, Giordano o Mascagni. Posee un corto currículo por los escenarios operísticos, pues su carrera ha estado más centrada en los recitales y conciertos. El norteamericano de origen chileno, posee un instrumento robusto y vigoroso colmado de ardor y comunicabilidad. Gusta de arriesgar en ese fraseo expresivo y estilizado hacia lo lacrimógeno. Su forma de encarar las notas está repleta de arrojo, empuje, temperamento e ímpetu. Llega de manera natural y con mucho volumen y resonancia hasta el exigente Do5.

Su programa tuvo dos partes bien diferentes. La primera estuvo dedicada a las arias de ópera, donde brilló por su idoneidad dando vida al lamento de Macduff por el asesinato de los suyos en el Macbeth verdiano, una de las cimas canoras del recital. La siempre espinosa aria de la flor de Carmen se esmaltó bien a su timbre, versátil y dúctil, concluyendo con esa forma tan peculiar de usar el regulador, apianando y falseteando las notas finales, tal y como lo hacía el mismísimo Jon Vickers o en nuestros días el reverenciado Jonas Kaufmann.

Su Puccini carece de dolencia y trastorno, aunque es muy expresivo en su lirismo y belleza formal. Tetelman se amoldó mucho mejor a la impetuosa juventud amorosa del “Parigi e la citta” (La Rondine) o la fragancia luminosa del “Donna non vidi mai” (Manon Lescaut), que a las dramáticas tinieblas existenciales de la “Recondita armonia” (Tosca).

Acertadamente, la segunda parte del recital dedicada ampliamente a la Canción italiana, se modificó arrancando con la Muerte de Isolda versión Liszt con Frédéric Chaslin al piano (sorprendentemente en un principio estaba programado tocarla entre “Catarí, Catarí” y “La tabernera del puerto”). Lectura pasional y terrenal (sin lugar para misticismos o divagaciones espirituales) ejecutada a caída libre de forma volcánica y apasionada, arriesgando y tensando las armonías en cada compás, en lo que fue lo más sustancioso surgido del teclado. Chaslin, con una selección de piezas a piano muy acertadas que engrandecieron y ofrecieron reposo vocal (Preludios e Intermezzi de Cavalleria Rusticana, Pagliacci, Carmen o Manon Lescaut) más que acompañar al cantante, podemos decir que muchas veces lo dirigió casi batuta en mano, muy involucrado en la creación de atmósferas teatrales y una desbordante tensión sonora, gracias a un piano eminentemente orquestal.

A las Canciones Napolitanas se le echaron de menos algo más de sensualidad, gracia y chulería latina (el Mediterráneo no se alcanzó a divisar nunca), aunque con la soberbia “Tu, can un chiagne” (Ernesto De Curtis) con ese dramatismo lacrimoso a lo Caruso y su ardiente forma de encarar los agudos, consiguió que algunos nos fundiéramos con los fotogramas inmortales de la saga de “El Padrino”. Con el atronador y estirado “porque no se vivir” final de la Romanza de “La tabernera del puerto” que estampó de decibelios retumbando hasta en el último rincón del auditorio, concluyó el estupendo recital, al que se le añadieron dos vitoreadas propinas. La popular O sole mio y un Nessum Dorma (“Turandot”) sin pisar nunca el freno, ejecutado muy a lo Operación Triunfo, que consiguieron lo que se pretendía desde un principio, poner en pie al respetable mientras se hacía añicos las manos aplaudiendo.

Javier Extremera

 

Úbeda. Auditorio del Hospital de Santiago.

25-mayo-2024.

36º Festival de Úbeda.

Jonathan Tetelman, tenor; Frédéric Chaslin, piano.

Obras de Verdi, Puccin, Bizet, Tosti, Sorozabal, etc.

 

Foto © Antonio Román

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