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Crítica / Tempus fugit - por Francisco Villalba

Madrid - 03/02/2024

Vaya por delante decir que Christian Gerhaher es uno de los más grandes intérpretes de lieder de los últimos 20 años, y quizá me he quedado corto, es una obviedad; ya ha quedado más que demostrado que su capacidad para desentrañar la quintaesencia de este repertorio no tiene parangón. Sin embargo, el tiempo pasa, y en esta su decimoquinta intervención en el Ciclo de Lied del CNDM-Teatro de la Zarzuela algo no ha funcionado.

Un artista de su calibre tiene todo el derecho del mundo de escoger el repertorio que considere oportuno cantar y en esta ocasión ha decidido hacer un programa a base de obras de Fauré, Tchaikovsky, Haas y Berlioz que se alternaron en ocasiones con breves, a excepción de la Balada nº 4 en fa menor, composiciones exclusivas para piano de Chopin, encomendadas al fiel compañero de Gerhaher, Gerold Huber.

Ya me sorprendió que el barítono estuviese toda la velada leyendo las partituras de las obras que interpretaba, cosa muy extraña en un cantante tan experimentado. El inicio de sus intervenciones con 7 Chansons de Fauré mostró a un Gerhaher inseguro, con problemas vocales que, todo hay que decirlo, resolvió inmediatamente. Mucho mejor en la sección dedicada a Tchaikovski, cuyas bellísimas obras defendió sin problemas a pesar de la dificultad de cantar en ruso.

Mucho más relajado y en un mundo que le es muy afín como el del compositor Pavel Haas, Gerhaher, ahora en checo, interpretó con su habitual maestría las Cuatro canciones sobre poesía china, en las que fue capaz de captar el dolor y el tímido rayo de esperanza del músico que pronto se enfrentaría a una terrible muerte. Para finalizar las maravillosas Nuits d’été de Berlioz, en las que de nuevo desplegó toda su sabiduría canora, haciendo gala de nuevo de un francés impecable y una facilidad fuera de duda para acercarse a cualquier repertorio.

No obstante, al genial barítono, le noté con la voz un tanto dañada, con una cierta pérdida de su condición baritonal y una parte aguda muy atenorada. No sé si todo esto consecuencia de “una mala noche” o de sus interpretaciones en los escenarios operísticos, no de Pelléas, Don Alfonso de Cosi o el Conde de Las bodas, incluso de Wozzeck, sino por sus incursiones en el mundo wagneriano, aunque sus interpretaciones de Wolfram de Tannhäuser, sobre todo, y Amfortas de Parsifal sean inolvidables.

Gerold Huber fue, como siempre, la perfecta “alma gemela” del barítono, pero en sus intervenciones como solista con obras de Chopin distó der ser el magnífico acompañante y quedó un poco por debajo de lo que se podía esperar de pianista tan dotado. Pero es que Chopin es mucho Chopin.

Francisco Villalba

 

Christian Gerhaher, Gerold Huber

XXX Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM)

Teatro de la Zarzuela, Madrid

 

Foto © Rafa Martín

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