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Crítica / Sustancial lectura de la música de Dvořák en Alicante - por José Antonio Cantón

Alicante - 05/02/2023

Una de las citas más esperadas del Ciclo Sinfónico del ADDA en la presente temporada ha sido la presencia de la Bamberger Symphoniker liderada por su director titular, Jakub Hrůša, una de las batutas más en alza del panorama internacional que no para de consolidar su ya más que prestigiada carrera.

Lo hacían con un programa que tenía el atractivo de contar con la participación de una de las solistas más controvertidas como es la moldava Patricia Kopatchinskaja (Chisináu, 1977) interpretando una de los conciertos más sugestivos del siglo XX; el Concierto para violín y orquesta en Re mayor de Igor Stravinsky, todo un portento de innovación neoclásica en su momento (1931) dentro de este género del que tuvo mucho que ver el virtuoso polaco Samuel Duskhin, violinista en el que confió el compositor plenamente durante su proceso de creación y que lo estrenaría en Berlín ese mismo año con el compositor en el pódium.

Después de una esplendorosa versión de la Obertura Leonora 3, Op. 72b de Ludwig van Beethoven con la que la orquesta bávara acreditaba ser una de las formaciones de primerísimo nivel de Alemania, hasta tal punto de formar parte en gran número de algunas de las secciones instrumentales del foso del teatro del Festival de Bayreuth. Como queriendo hacer patente la arrebatadora esencia dramática de la ópera Fidelio para la que fue destinada, Hrůša llevó a cabo un planteamiento heroico de su exposición, creciendo en todo momento en dinámica y expresividad, con la destacada intervención del timbalero como elemento contrastante e impulsor de las tensiones orquestales que hacen y dan a esta pieza ese carácter unívoco sinfónico por encima de su primigenia función y ser la que abre más habitualmente la única ópera del genial compositor alemán.

Como si se tratara de una travesura concertante, el maestro checo convino con la prestidigitadora violinista, que se presentaba descalza, según ella misma dice, para  empatizar con las alternantes oscilaciones que transmite el parqué del escenario al vibrar con el sonido. Ejerció de indiscutible líderesa en el discurso del primer movimiento, al volverse hacía sí misma en el primer aria, concentrando intensidad en su exposición, cualidad que devino en espiritualidad en el tercer movimiento, produciéndose el momento de mayor grado de musicalidad de su actuación, al que se adhirió la orquesta y su director en un extraordinario nivel  de concertación, para terminar haciendo toda una exhibición de sus cualidades técnicas orientadas a una rompedora recreación agógica llena de espontánea libertad y singular efusión que atraía al oyente con especial sorpresa como concluyente muestra de la rara riqueza de su espontáneo ser musical.

Este talante tuvo su continuidad en la propina que ofreció requiriendo la participación a dúo de uno de los violonchelistas principales de la orquesta, Ulrich Witteler, concretamente en el segundo movimiento, Très vif, de la Sonata para violín y violonchelo en Do mayor de Maurice Ravel, todo un portento de extraños efectos armónicos y contrapuesta rítmica surgidos del toque sull ponticello en el violín o los picados glissandi en el violonchelo realizados con “prestidigitante” coordinación por ambos intérpretes perfectamente

La segunda parte del concierto significó para mi reencontrarme con una de la más hermosa interpretaciones del pensamiento musical de Antonin Dvořák desde que tuviera la oportunidad de sentir sus esencias con la interpretación del insigne Vaclav Neumann dirigiendo a sus filarmónicos nacionales checos en su famosa Sinfonía “Del Nuevo Mundo” dentro de una cita relevante del programa de la trigésimo quinta edición del Festival de Granada allá por el año 1986. En esta ocasión ha sido la Octava Sinfonía en Sol, Op. 88.

Entrando someramente en el carácter predominante de cada movimiento, hay que destacar que la orquesta mostró toda su brillantez ya en el sentido serio y hasta sombrío carácter que su cuerda baja dio al inicio del primero, destacando la audaz intervención subsiguiente de la flauta. El segundo y el tercero fueron un dechado de expresión poética, generando un claro efecto melancólico en el Adagio, sensibilizando con especial gracia folclórica el transcurso del tercero para alcanzar el máximo vigor orquestal en el desarrollo variado del apasionante final.

Con tal firmeza, Jakub Hrůša transmitió las esencias bohemias que contiene el último tiempo de la Suite en La mayor, Op. 98b del gran compositor checo, que permitió apreciar cómo Jakub Hrůša es un más que reconocido especialista en Dvořák consiguiendo que la Sinfónica de Bamberg se convierta en uno de los mejores instrumentos para interpretar su música en el actual panorama orquestal internacional desde que se hiciera cargo de ella el año 2016.

José Antonio Cantón

 

Bamberger Symphoniker

Director: Jakub Hrůša

Obras de Ludwig van Beethoven, Antonin Dvořák e Igor Stravinsky

Sala Sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) / 25-I-2023

 

Foto © ADDA

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