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Crítica / Superando el infortunio - por Enrique Bert

Bilbao - 31/01/2022

Sin querer caer en fáciles victimismos pareciera la ABAO dominada por algún sortilegio que le impide caminar con una mínima normalidad. Solo un mes después de un doble programa ejemplar Cav/Pag, el Palacio Euskalduna se ha vuelto obligado a mostrar una imagen triste, apocada, reflejando la desesperación de los organizadores, incapaces ya de hacer la menor de las previsiones.

La clemenza di Tito está muy lejos de ser una ópera popular; de hecho, este ciclo de cuatro representaciones –que han acabado siendo cinco por las duras restricciones de aforo- han supuesto su presentación dentro de la septuagenaria temporada bilbaína. Bilbao tampoco nunca ha sido una plaza mozartiana; la mayoría de sus títulos han tenido escasa representatividad y las que mayor número de funciones asesoran están muy lejos de las que tienen títulos medianos de los maestros operísticos más habituales. Mozart, decididamente, no goza de gran predicamento en la capital vizcaína.

Es por ello que además de tener escaso tirón popular, las restricciones han colocado a este Mozart al límite de la clandestinidad; solo los abonados han podido disfrutarlo, sin que se haya puesto una sola entrada a la venta y con el límite de 800 espectadores por velada. Resultado: unas meritorias funciones que han pasado sin pena ni gloria por su escasa proyección.

Porque artísticamente el resultado ha sido notable en base a dos cuestiones harto sencillas y lógicas pero difíciles de conjugar: una puesta en escena muy bella y un elenco de voces envidiable.

La primera, responsabilidad de Fabio Ceresa y que se basa en elementos arquitectónicos y el líneas transparentes así como un vestuario muy adecuado de Gary McCann envolvió de forma adecuada una ópera tendente a lo estático y que se hizo más llevadera por el diseño preciosista de la escenografía.

En cuanto al grupo vocal, nivel medio superior, destacando sobre todas la voz de Vanessa Goikoetxea, una Vitelia contundente, de fácil coloratura, agudos diáfanos y graves solventes, convirtiendo su escena final en el momento culminante de la noche.

El emperador romano quedó bien retratado en la voz de Paolo Fanale, quizás algo falto de proyección y contundencia vocales en aras de dotar al personaje de toda su dignidad.

El resto de papeles, muy adecuado el Annio de una brillante y buena actriz Veta Pilipenko, sobresaliente el Sesto de Daniela Mack y la Servilia de Itziar de Unda. De línea de canto algo difusa el bajo.

El Coro de la casa afrontó con profesionalidad una parte de importancia relativa y Riccardo Frizza supo mantener la tensión de una ópera que, intuyo, para muchos era una primera vez.

El público respondió con aplausos sobre todo para soprano, tenor y director, los más ovacionados.

Una noche redonda vivida en ambiente de tristeza y cierta clandestinidad.

Enrique Bert

 

Palacio Euskalduna, de Bilbao.

Wolfgang Amadeus Mozart: La clemenza di Tito.

Vanessa Goikoetxea (Vitelia), Daniela Mack (Sesto), Paolo Fanale (Tito), Josep Miquel Ramón (Publio), Veta Pilipenko (Annio) e Itziar de Unda (Servilia).

Coro de la ABAO, Orquesta Sinfónica de Euskadi.

Dirección escénica: Fabio Ceresa.

Dirección musical: Riccardo Frizza.

Foto © E. Moreno Esquibel

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