El séptimo concierto de temporada de ADDA·Simfònica en el ciclo orquestal del auditorio alicantino, que ha llevado por título “A Clara Schumann” por la dedicataria de la última obra del programa, la Cuarta Sinfonía en Re menor, Op. 120 de Robert Schumann, ha estado protagonizado por tres músicos suecos del mayor prestigio como tienen el pianista y compositor Roland Pöntinen, tocando el Primer concierto para piano y orquesta en Mi bemol mayor, S.124 de Franz Liszt, el también compositor Jan Sandström (1954), con el estreno absoluto de su obra Sueños Macabros y el eminente trombonista y director Christian Lindberg en una nueva presencia de éste en el escenario del ADDA, en este caso sólo conduciendo a la orquesta; en las ocasiones anteriores intervino también como solista.
La creatividad de Sandström quedaba definida desde la primera parte de las cinco que integran su obra, que lleva por título Horses in the sea (Caballos en el mar), en la que hace alusión a un sueño tenido por el compositor después haber sufrido un accidente vascular que le terminó causando algunos sueños extraños en el periodo de convalecencia y recuperación.
Se trata de una pieza de una sonoridad fluctuante que hace imaginar a los équidos nadando entre las olas hasta que es interrumpida por un pasaje con un ritmo semejante al propio de una pequeña marcha. La segunda, titulada Stolen signature (Firma robada), posee un coloreado contrapunto de la madera que viene a desarrollar la desazón que sintió el compositor al despertar con cierta sonrisa irónica de la pesadilla en la que soñó con una obra que él no había compuesto. La sección de viento-madera brilló con especial prestancia ante el sentido de las rígidas indicaciones del maestro Lindberg, perfecto conocedor de las inquietudes que alientan la creatividad de Sandström desde que iniciaron sus colaboraciones en 1989 con la conocida y aceptada obra Motorbike concerto, escrita para trombón y orquesta, donde este instrumento de metal imita, en diferentes ocasiones, el ruido de una motocicleta.
El tercer movimiento, Suburb in the east (Suburbio en el este) hace referencia a un paseo entre edificios de una ciudad del este europeo, materializado en un collage de sonidos urbanos a cargo de los instrumentos de viento-madera, unas campanas de fondo, que aparecen en distintos momentos de su discurso, y una curiosa distorsión de los metales cuya escucha genera cierto desasosiego y ansiedad como los que se producen en la ópera El gran macabro de György Ligeti a la que el autor hace alusión en su notas para el programa de mano. Haciendo referencia perfectamente identificable al Adagio en Sol menor atribuido a Tomaso Albinoni, Sandström sustancia el cuarto tiempo titulado Crawl in Mona Lisa (Deslizándose en Mona Lisa) hasta que se produce su definitiva desestructuración iniciada por la percusión. Sus identificables sones llevaron a Lindberg a repetirlo como bis después del concierto.
La obra termina con Finaly, en el que Sandström, haciendo un ejercicio de estratificación tímbrica, genera una progresiva distensión producto de la cadenciosa canción Por fin del cantautor malagueño Pablo Alborán, que le ha servido de inspiración. Después de un pasaje muy animado, un sereno decaimiento cierra esta obra, que fue bastante bien aceptada por el público para gran satisfacción del compositor, presente en la sala.
Como viene siendo habitual en la interpretación de música contemporánea, la orquesta hizo gala de una gran profesionalidad en la asunción de esta obra, demostrando ser una formación sólida en técnica y perfectamente enfocada en su elevado potencial estético cuajado por su director titular el maestro Josep Vicent, que ha sabido inculcar a sus componentes ese instinto de identificación, seguimiento y compromiso que requiere siempre la obra nueva y, por tanto, la enorme responsabilidad que ello conlleva para con el compositor. Ante la positiva reacción del público, el binomio Sandström/Lindberg se veía satisfecho dado el perfecto crisol que ha significado ADDASimfònica en el estreno de estos Sueños macabros.
Seguidamente intervino Roland Pöntinen interpretando a Liszt con una interesante orientación de su primer concierto. Asi quiso enfatizar el sentido rapsódico del primer tiempo, que lo expuso no exento de cierto lirismo. Tocó el segundo llevando el piano a momentos de gran expansión sonora hasta llegar a sus delicados arpegios conclusivos, realizados con gran control de pulsación. Ante su solidez orquestal, el director y el solista ritmaron el tercero con contrastada prestancia, para terminar este allegro con manifiesto sentido heroico, lo que provocó un cerrado aplauso en el público.
Como respuesta y de primer bis, Pöntinen hizo una lectura de afectada melancolía de la Cuarta mazurka en la menor Op. 17 de Federico Chopin, que tanto significó para crear un clima emocional en la banda sonora del film Gritos y susurros del gran cineasta, también sueco, Ingmar Bergman, para hacer una segunda propina acompañando a Christian Lindberg, esta vez con su trombón, parodiando la conocida pieza de Vittorio Monti, Csardás, que supuso una demostración del excelso virtuosismo en articulación y en ornamentación que posee este insigne trombonista de fama mundial.
Con el tensionado temperamento y robótica gestualidad que le caracteriza, Lindberg dirigió la última sinfonía del periodo de madurez de Schumann dejando la estela de un extraordinario tratamiento de los metales, cuya sección brilló con impresionante efecto. Así fue en el caso del Finale, en el que ADDASimfònica manifestaba toda su potencialidad sabiendo transformar la excitante cinética del maestro sueco en una majestuosidad sonora realmente impactante.
José Antonio Cantón
Orquesta ADDA·Simfònica – Director: Christian Lindberg
Solista: Roland Pöntinen (piano)
Obras de Franz Liszt, Jan Sandström y Robert Schumann
Sala Sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) / 24-02-2023
Foto © ADDA