Una sesión que se presentaba como un reconocido tributo a Montserrat Caballé, con selección de páginas de puro belcanto, en un programa con elementos en común con el recital ofrecido el pasado verano en el Festival de Perelada. En este curso, volvió a otro de sus coliseos favoritos, el Teatre del Liceu, de Barcelona, para Luisa Miller de Verdi, en la que precisamente tuvo como compañero al tenor Piotr Bezcala, al que tuvimos hace poco en el Teatro Colón, con la pianista Sarah Tyman.
Sondra regaló una gala plagada de natural simpatía comunicándose con los aficionados reunidos, en la que además del reconocimiento a la Caballé, nos puso al día de las razones del repertorio elegido con jovial detallismo. Cada página respondía a experiencias recientes y de inmediatos compromisos, con el añadido de cuatro bises en gratitud correspondida. Destacaron en conjunto las agilidades en los pianissimi, en el cuidado de los filados y la delicadeza en el tratamiento de las medias voces. Idea de las virtudes como lírico-spinto, para roles reconocidos.
En resumen y en su beneficio, el dominio ostensible de la gestualidad dramática, mostrando un sentido de las dinámicas, que se benefician del caudaloso y robusto material en origen, siempre realzado por un inteligente control de la intensidad.
Un supuesto Vivaldi para empezar por Sposa son disprezzatta incorporada a Bajazet, ópera representada en Verona, con el título de Tamerlano y cuya autoría se asigna a Geminiano Giacometti, procedente de su ópera La Merope, de 1734. Rareza en un programa en trazado distinto.
El juego de préstamos y trasvases estaban a la orden del día y el aria en concreto, es una de las apreciadas actualmente en recitales por las grandes divas. V.Bellini con tres de las Sei Ariette, encantadoras delicadezas: Per pietà bel idol mio, en su vehemencia traspuesta; La Ricordanza y Ma rendi pur contento. El autor respondería con estas piezas a las demandas del editor Giovanni Ricordi, en 1829, en una dedicatoria a la mujer de un amigo milanés. Piezas convencionales, a las que Sondra dio mayor enjundia.
Embriagadora el aria de la protagonista de la Rusalka, de Antonin Dvorak, la Canción de la Luna, hija de El genio de las Aguas y en la que ella se confía a la noche. El mundo de las ninfas y las nocturnidades. Verdi en una de las óperas primerizas Il Corsaro, de la que procede Non so le tettre imagine, el lamento de Medora ante la ausencia de Corrado. Otros Verdi en dos de sus arias: Mercé, dilette amiche, de I Vespru Sicilaini y Pace, pace, de La forza del destino, el ruego de Leonor en demanda del reposo que nunca tuvo. Schiller en el fundamento, a través de su drama Wallenstein Lager, sobre las que la soprano se detendría en detallismos, antes de exhibirse en el portento de su amplia tesitura.
L´amor suo mi fe beata, que canta Elisabetta en Roberto Devereux de Donizetti, el tema isabelino tan en boga y tan del gusto del bargamasco, como demostró en Anna Bolena y Maria Stuarda. Giaccomo Puccini con dos arietas tentadoras: Sole e amore, cuyo original confiará años después a Tosti y E l´Uccelino, tomando un poema de Renato Fucini. De Manon Lescaut, la desesperación de la protagonista en el desgarro de Sola, perduta , abbandonata.., en los estertores finales. No menor la tragedia de Lady Macbeth de Verdi, en el aria Una macchia è qui tuttora!, un grito y un lamento de la maldición que cae sobre sus hombro, que la cantante cargó de tintes dramáticos.
Cuatro fueron esos bises: Io son l´umille ancella, de Adriana Lecouvreur; Vissi d´arte, vissi d´amore, de Tosca, una Floria deslumbrante; Somewhere over the rainbow, el Mago de Oz, con la firma de Harold Arlen, un posible recordatorio para Judy Garland, de tan convulsa trayectoria y Ebben? No andro lontano, de La Wally, para dejarnos con una sensación de una velada excelente, como cierre de Amigos de la Ópera de A Coruña.
Ramón García Balado
Amigos de la Ópera, A Coruña.
Sondra Radvanovsky, soprano; Anthony Manoli, piano.
Obras de Vivaldi, Bellini, A.Dvorak, Puccini y G. Verdi.
Teatro Rosalía Castro, A Coruña.
Foto © Andrew Eccles