Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Solidez orquestal y un gran maestro - por José Antonio Cantón

Alicante - 22/12/2023

Hace más de un lustro que no escuchaba a la Orquestra de la Comunitat Valenciana (OCV), en concreto desde el 20 de mayo de 2018, en un concierto monográfico dedicado a Richard Wagner bajo la dirección del joven maestro húngaro Henrik Nánási, que tuvo lugar en el ADDA de Alicante con absoluto éxito tanto de crítica como de público. Esta formación se caracteriza por ser la titular de uno de los grandes fosos operísticos del país como es el del Palau de les Arts de Valencia desde el que se ha enriquecido de una manifiesta agilidad de lectura y una versatilidad expresiva que pudo apreciarse desde los primeros sonidos de la Séptima Sinfonía en Do, Op.105 de Jean Sibelius, obra de compleja estructura armónica y atomizadas líneas melódicas que la llevan a ser difícil de integrar en los tradicionales parámetros formales del repertorio sinfónico.

En esta ocasión, la OCV venía dirigida por Gustavo Gimeno, una de las batutas más distinguidas del panorama orquestal español. Esta relevancia artística se puso de manifiesto en su manera de construir la oscuridad que envuelve inicialmente el Andante con el que se abre la obra en esa búsqueda del gran compositor finlandés por centrarse en una idea temática. Ésta fue tomando cuerpo con la preeminente presencia de una cuerda que asumía tal protagonismo con resolución técnica y compromiso artístico, haciendo buenas las propuestas cinéticas que le venían desde el pódium, para adquirir su mejor sentido al terminar la primera sección de esta obra -hay que tener en cuenta que las cuatro partes de esta sinfonía se ejecutan sin solución de continuidad a modo de un poema sinfónico- con la brillante aparición de los trombones como si determinaran un encuentro con una deseable concreción motívica.

El maestro Gimeno supo enlazar con sentido causal la influencia del primer episodio sobre el segundo en el que dos adagios son interrumpidos por un pasaje vivacissimo de alta tensión emocional, que terminó sustanciándose en un sentimiento grave y sombrío, al que la orquesta fue adaptándose estratificadamente por cada una de sus secciones instrumentales. Las tensiones anteriores quedaron aliviadas con una dirección más ligera en el siguiente, no exenta de la intensidad que exigía su pasaje central, expuesta con precisa y determinante eficacia de gesto. Para concluir, el director asumió el desenlace de la obra con una proyección dramática que produjo un extasiado ejercicio por parte de la cuerda que así retomaba diferencial protagonismo desarrollando una temblorosa expresión de subyugante efecto emocional. La OCV dejaba así de manifiesto su relevante musicalidad de conjunto ante una conducción técnicamente clara y diáfana.

La segunda parte de la velada fue ocupada por la Primera Sinfonía en Re, “Titán”, de Gustav Mahler, una de las más controvertidas en la experiencia creativa del propio compositor. Gustavo Gimeno tiene asumida esa particularidad con suficiencia analítica en fondo y forma. Su lectura del primer movimiento estuvo marcada por cierta tensión mantenida en un principio que fue derivando en un desglose preciso de su sobrevenida mayor complejidad a partir de los pasajes donde se manifiesta el canto del cuco, tan significativos como punto de partida para el desarrollo de este tiempo, que comunicó con tan manifiesta fluidez que propiciaba una complaciente escucha. El aire de vals del segundo fue trasmitido con tal jovialidad rítmica que imprimía a su ejecución una atractiva e inexorable cadencia, que terminaba por envolver al oyente antes del trío, también en forma de baile salón vienés que, como contraste, expuso el maestro con sugestivo acento.

El sentimiento fúnebre presidió las indicaciones del maestro en la tercera parte de la sinfonía llegando a su momento álgido de expresividad lírica en esa especie de trío anterior al devenir último de este movimiento, que construyó dulcemente con la ayuda de unos instrumentistas de la sección de viento madera, que generaba una sobrecogedora sensación en el oyente. Con un manifiesto carácter titánico impulsó la dirección del tempestuoso tiempo que cierra la sinfonía, llegando a convertirlo en el momento culminante de su interpretación, demostrando una capacidad de fraseo y una manifiesta intención de realce de color realmente notables, llevando a la OCV a que se mostrara en toda su plenitud dinámica y capacidad artística, no entrando en momento alguno en el menor rastro de exageración emocional. Su altísima tensión expresiva, propiciada por el furioso batir de la percusión y la plenitud sonora de las trompas, quedó enmarcada en una dimensión radiante en fuerza y solemnidad.

Concluía así uno de los conciertos más esperados de la temporada por el público del ADDA, que disfrutó de la gran musicalidad de un director en imparable proyección artística internacional y de una formación referencial en el panorama orquestal nacional, que siempre es recibida en el escenario del Auditorio de la Diputación de Alicante con gran admiración.

José Antonio Cantón

 

Orquestra de la Comunitat Valenciana

Director: Gustavo Gimeno

Obras de Gustav Mahler y Jean Sibelius

Sala sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA)

17-XII-2023

 

Foto: la OCV venía dirigida por Gustavo Gimeno / © DR

135
Anterior Crítica / Un recital que llenó de música superlativa la sala - por José M. Morate Moyano
Siguiente Crítica / La OCNE clausura la Presidencia Española del Consejo de la UE - por Simón Andueza