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Crítica / Sokolov y la innovación en el repertorio - por Juan Berberana

Madrid - 02/03/2025

Hace dos años Grigory Sokolov hizo un alarde de innovación en el repertorio de piano al incorporar, en su ciclo de recitales de 2023, un buen número de piezas de Henry Purcell. En 2024 volvió a la “ortodoxia”, pero en este 2025 ha vuelto a incluir un grupo de obras de William Byrd (1540-1623), lo que parece un nuevo propósito de renovación en los programas con los que anualmente deleita a su público más fiel (como lo es el del ciclo de Grandes Intérpretes, donde solo él logra llenar la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional).

Es cierto que trasponer la obra para virginal de Willian Byrd (y de su coetáneo John Bull) no es una novedad tan radical como fue el programa de Purcell de hace dos años. Si uno echa la vista atrás, hace ya más de un siglo que algunas de estas obras fueron traspuestas al teclado romántico por Mark Hambourg (en grabaciones de 1917). 50 años después Glen Gould publicó igualmente un disco (en la americana Columbia) dedicado a estas obras, cuya ejecutoria sigue siendo una referencia del repertorio. Incluso en tiempos recientes, Daniel-Ben Pienaar (2022, en el sello AVIE) o Kit Armstrong (2021, en DG) han publicado una amplia selección de obras de este canon tardo renacentista, al piano. Y en todos los casos la problemática de tal ejercicio es muy aproximada. Frente a las 7 octavas de un piano romántico al uso (por cierto, el de la noche de este recital de invierno parecía un poco “resfriado”), el virginal (pionero de los instrumentos de tecla) apenas llegaba a las 4 (las que tiene una de las joyas preservadas por Patrimonio Nacional, junto a los míticos Stradivarius, el virginal de Hans Bos). A partir de aquí, el esfuerzo de recreación de los pianistas modernos se vuelve especialmente meritorio. Como ha sido el efectuado por nuestro pianista.    

La selección que hizo Sokolov fue bellísima. Obras adaptadas a su estilo y a su técnica al piano. Una ejecutoria donde se remarca el elemento rítmico de las piezas, especialmente enfático gracias a la marcadísima pulsación con la que se recrea en los adornos propios de la época (y necesarios, también por las limitaciones originales del instrumento). En las antípodas, por ejemplo, del tipo de ejecución elegido por Kit Armstrong (mucho menos enfático y más lineal, sin duda). Con todo, fue una delicia la recreación de Pavanas (las T487, T455 o, especialmente, la T503 una de sus piezas más reconocibles) y de las obras de espíritu más danzable. Si con Purcell pudimos poner algún “pero” (desmentido por el reciente éxito de su grabación en DG. “Doctores tiene la Iglesia…”), la levedad y brevedad de esta selección resultaron especialmente gratas. Ello, sin que creamos estar ante un repertorio de creciente consolidación entre los programas de concierto actuales.

Para la segunda parte, Sokolov optó por lo contrario, incorporando dos obras de Brahms que ha venido interpretando desde sus inicios en las salas de concierto. Pasan los años, y el Brahms del ruso sigue siendo una referencia absoluta del piano actual. Especialmente emotivo y emocional. Técnicamente impecable. Amplio en dinámicas. Excepcional. Escuchamos por vez primera sus Dos Rapsodias opus 79 en una grabación de hace 40 años en Melodiya. Y apenas notamos cambios (salvo una leve pérdida de energía, inherente a la edad). Un Brahms especialmente enérgico, cuando la partitura lo demanda, pero donde el tono melancólico sobrevuela en toda la ejecución. Similar sensación nos llevamos con las Cuatro Baladas opus 10. Igualmente, bellas. Otro clásico de su repertorio (muy frecuentes en sus propinas, también). Resulta hasta injusto que empecemos a acostumbrarnos a la excepcionalidad del Brahms de Sokolov. Pero solo podemos desear que se repita en años venideros.

Hubo, como es costumbre, recital paralelo de propinas con sus habituales incursiones en Chopin o Bach. Pero, sin hacer recuento, algo más breve que las “maratones” de hace 10 o 15 años. Éxito rotundo, y solo nos queda contar los días hasta un nuevo encuentro en 2026.         

Juan Berberana

 

Grigori Sokolov, piano.

Obras de Byrd y Brahms

Auditorio Nacional, Madrid.

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