Como concierto extraordinario dentro de la temporada de ADDA-Simfònica, ha tenido una relevancia tanto institucional como artística el dedicado por la brillante orquesta alicantina a nuestro mar Mediterráneo mediante la interpretación por vez primera y, por tanto, estreno absoluto de la Séptima Sinfonía,“Mediterraneum” del compositor Andrés Valero-Castell (Silla (Valencia), 1973), obra encargo de la Casa Mediterráneo de Alicante por iniciativa de su director, el que fuera embajador de España ante la UNESCO, Andrés Perelló, persona a quien está dedicada.
Con una duración próxima a los cuarenta y cinco minutos con pausas, esta obra es un ejemplo de la capacidad creativa de su autor sustentada en muy destacables conocimientos, de manera especial en instrumentación y orquestación, como se deriva del hecho de haber escrito esta obra para una plantilla enorme en la que están integradas seis sub-secciones de percusión activadas por siete instrumentistas, lo que la lleva a una dimensión acústico-sonora de gran envergadura, hecho que determina un altísimo grado de dificultad en su montaje. Ante esta circunstancia, la orquesta ha salido tan airosa que sólo, con el seguimiento casi exhaustivo de su trayectoria desde la que la fundó su titular, el maestro Josep Vicent, se puede entender el trascendente nivel artístico al que ha llegado si pensamos que no se han cumplido aún cinco años de su presentación a finales del año 2018.
Los cuatro movimientos de esta sinfonía quieren dejar un mensaje musical del simbolismo que ha tenido siempre el Mediterráneo como nexo de unión de sus tierras ribereñas en las distintas épocas de los últimos cuatro mil años, siendo esta idea la que prevalece en el primero, titulado Cuna de civilizaciones, en el que cierto grado de “biensonancia” parece imponerse desde la retórica de un determinante e interno pulso orquestal, que se hace más patente con la aparición de una rítmica que deviene en algunos momentos sincopada, todo ello inspirado en himnos de civilizaciones de la antigüedad situadas en Siria, primigenias líneas melodiosas reflejadas en relieves encontrados en Delfos así como en otras fuentes de origen anatolio y egipcio. Todas estas evocaciones han supuesto un gran esfuerzo de investigación al compositor que ha deseado seguir tal orientación en aras a sustentar el inicio de la obra en un más que justificable sustrato de autenticidad.
El segundo tiempo, Tragedia de migrantes, es un testimonio musical del desastre que actualmente todos los días se produce en este mar nuestro por las tensiones migratorias, ignoradas por el mantenimiento internacional de ese principio de la soberanía nacional que hace que no funcione con naturalidad y eficacia ese otro llamado derecho de gentes basado fundamentalmente en la dignidad de la persona humana. Andrés Valero-Castell evoca este dramático conflicto tomando como referente las repeticiones del tema Sueños ahogados del conocido “rockero” José Luis Campuzano Sherpa, que alude en su texto a esta triste realidad migratoria. Incursiones de la tuba y un manifiesto esplendor percusivo caracterizan esta parte de la obra generando una continua sorpresa en su escucha.
La imitación del sonido del oleaje se erige en el efecto primordial del tercer movimiento, Utopía mediterránea, con el que el compositor quiere reafirmar la degradación de sus aguas desarrollando a través de un canto de sirenas que lo producen seis cuencos de cuarzo de distinta dimensión y diferente tesitura que, frotados en su bordes, generaban imitativos sonidos de caracolas dejando la impronta de esas vibraciones que producen cierto bienestar para quien las percibe, lo que predispone a una necesidad de meditación en el oyente sensibilizado por la imposibilidad de darse las condiciones que necesita ese mar en cuyas orillas se fue conformando desde siglos la cultura occidental. Piénsese en lo que representan Jerusalén, Atenas y Roma como esenciales exponentes necesarios de su milenaria formación. En este sentido, el compositor ha generado encubiertas tensiones a través de elogiables mixturas tímbricas que llegan a generar inquietud dado su abigarrado tejido estructural.
Por último, Andrés Valero-Castell hace un homenaje a esa planta marina cual es la posidonia, da su natural función regeneradora de las aguas de nuestro mar, componiendo un movimiento lleno de rítmica y de enorme transparencia en sus efectos sonoros desarrollados con un alto nivel de musicalidad, que está presente en todo su discurso.
Posidonia, es la más intensa de las cuatro partes de la sinfonía y también la más concentrada pese a ser la menos extensa, dados sus alternantes, encontrados y hasta opuestos pasajes que, paradójicamente nunca abandonan una pulsión que, podría decirse, cordialmente anima el movimiento derivando en una especie de definitivo coral en el que se reafirman sonoridades nuevas, que terminan convirtiéndose en verdaderas señas de identidad de esta obra, esencialmente muy bien construida, que tuvo el beneficio de ser excelentemente comprendida por Josep Vicent, haciendo patente su experiencia e instinto en la música de novísima creación también conocida como contemporánea (piénsese en su especialización en la obra del rumano de ascendencia griega, Jannis Xenakis, uno de los grandes compositores del siglo XX, padre de la música indeterminista o sea aleatoria) y, finalmente, en la brillantez de ADDA-Simfònica, que parece no tener límite en la excelencia con la que prodiga con rigor estético el arte de la música. Vaya desde estas líneas mi más sentido y sincero reconocimiento al compositor, director e instrumentistas por este trabajo realizado con verdad, bondad y belleza.
El concierto estuvo rematado por unas espectacularmente interpretadas Danzas Sinfónicas “West Side Story” del norteamericano Leonard Bernstein, en las que destacó, como si tuviera la energía del gran baterista de jazz Billy Cobham, Javier Eguillor, que terminó entusiasmando por el absoluto dominio de su batería. La velada terminó con el popular Danzón nº 2 del mejicano Arturo Márquez y la repetición del Mambo “bernstiano” incluido en las danzas antes referidas, piezas que, como bises, significaron toda una inyección de optimismo para un público gozoso que ocupaba en su totalidad la sala sinfónica del ADDA.
José Antonio Cantón
Orquesta ADDA-Simfònica
Director: Josep Vicent
Obras de Andrés-Valero Castells y Leonard Bernstein
Sala Sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) / 28-I-2023
Foto © ADDA