Sergey Khachatryan fue solista del Concierto para violín, en Re M. Op. 77, de Johannes Brahms, con la Orquesta Sinfónica de Galicia dirigida por Anja Bihlmaier, completando programa con la Sinfonía nº 5, en Do m. Op. 67, de L. van Beethoven.
Khachatryan obtuvo el Premio del VII Concurso Sibelius (Helsinki) y el Queen Elisabeth, de Bruselas (2005), tras una carrera asentada con la Berlin Philharmonic O.; la Tonhalle, de Zurich; la Sinfónica de San Francisco (M. Tilson Thomas); la O. S. de Boston (B. Haitink); el Royal Fest. London o la P. O. (Christoph von Dohnanyi y la relación mantenida con el Festival de Ravinia. Se maneja con un Ysaye Guarneri (1730), cesión de la Nippon Music Foundation.
Anja Bihlmaier, dirige a la O. F. de Lahti y ocupará la plaza de Residentic O. de La Haya. Estudió en el Consevatorio de Friburgo con Scott Sanmaier, para seguir en el Mozarteum de Salzburgo con Dennis Russell Davis y Jorg Rotter, recibió becas de la Fundación Brahms y de la Deutsche Dirigentforum (2005), siendo galardonada con el Premio D. Mitropoulos (2006) y el reconocimiento de finalista del Donatella Flink (2008).
El Concierto para violín y orquesta, en Re M. Op.77, de J. Brahms guarda afinidades con su primero para el piano aunque exige una técnica más excepcional, por su virtuosismo. La idea artística había sido de suma importancia, similar a la de sus creaciones sinfónicas inspiradas en el timbre de los instrumentos, evitando aspectos que beneficiasen al solista ya que en su elaboración, mucho tendría que ver su apreciado Joachim, enfrentado a ese solista con una serie de dificultades y nuevos problemas. Íntimamente está relacionado con la Sinfonía en Re M., y el manejo de las dobles cuerdas manifiesta un mayor protagonismo en lo relativo a las exigencias, para lo que se valdría esos asesoramientos de Joachim.
La Biblioteca del Estado Alemán (Berlín), posee el manuscrito de la página del violín con las correcciones sugeridas, además de una colección de cartas cruzadas entre ambos, la aceptación de aquellas sugerencias no tendrá gran recorrido en cuanto a la obra. Composición de madurez, muestra un Allegro ma non troppo inicial dentro de la típica forma sonata pero con una actitud imponente y compleja de gran aliento expresivo que había compartido con Mendelssohn, precisamente por su carácter ensoñador y que más de algún experto encuentra detalles que le acercan al Concierto para violín, de Beethoven. Mantendrá a lo largo de la obra el protagonismo otorgado a la orquesta como elemento de equilibrio, conviniendo destacar en el tiempo los tres temas desarrollados por la orquesta en respuesta a los grandes pasajes del solista.
Khachatryan ofreció un primer tiempo magistral en sus exigencias para pasar al Adagio, en forma tripartita que no dejó de impresionar por su luminosidad y poesía melancólica, siendo el oboe el responsable de dar argumentos a esa poética melódica y que remitiría a una tonada bohemia, con un intermezzo central que elevaba el grado de intensidad y fluidez que respiraba un aire tibio, en perfecta idea de posicionamiento con la dirección de Anja Bhilmaier, dejando entrada al Allegro gioccoso, non troppo vivace, cuyas tintas recayeron en la pujanza de la masa orquestal, posible estilo beethoveniano, en un reparto alla pari, entre el solista y la orquesta que se decidió por marcar la pauta camino de la conclusión por su tono heroico con zingarismos tomados de la tradición recibida. Un concierto brahmsiano riquísimo y de intuiciones geniales desde el punto de vista de la técnica violinística, lo que le convierte en obra inmortal también por el tratamiento de la orquesta.
Beethoven-Sinfonía nº 5, en Do m. Op.67-, impulsiva, ominosa y fatídica, nacida entre el arrebato creativo de algunas de sus sinfonías, aunque más unificada en su creación, cuya esencia de tal unidad, se trasmite por la simpleza propuesta por el tamborileo de cuatro notas en un ritmo primario, un ritmo que saturará ese primer tiempo, regresando al final con diferentes apariciones. Su amanuense Anton Schindler, apuntará el detalle confesado sobre la cita: Así llama el destino a la puerta, con la que siempre estuvo obsesionado, aunque Schindler era un mentiroso compulsivo y las dudas quedarán como un acertijo sin más, a pesar de que era un músico serio y perspicaz, por lo que la leyenda termina aceptándose como realidad posible.
Anja Bhimaier, midió con perspicacia las exigencias requeridas para esta obra dentro del imaginario colectivo del aficionado más perspicaz. Fue el Allegro con brío, algo similar a la acción del Destino de un individuo ante una acometida que no puede rechazar sino tan solo soportar. Lo conciso del material exhibió desde el primer gesto esa imperdonable explosión que contribuyó a sentir la energía a partir de las armonías más simples, asediándonos por esa musculosa cualidad de actitud primaria, prestando cuerpo al elemento de las cuatro notas de marca a modo de íncipit, un patrón de cadencia universal como recurso universal del Destino para remitirnos al despliegue de energía que presenta al héroe simbólico.
El Andante con moto, humildemente escalaba con un tema dulce, reclamo de consuelo gracias a los aspectos que le aproximan a Haydn, dentro de una estructura de la variación que se configuraba entre dos temas, un tiempo recibido in medias res a partir del cantarín tema de los chelos como un oasis de consuelo. Su primer tema fue esbozado como Andante quasi minueto, a pesar de su apacible encanto logrando el chelo una configuración extraña. El Allegro que enlazaba con el Allegro final, quedaban en realidad fundidos en un grandioso fresco arquitectónico, recreando en lo posible una sensación de continuidad entre prodigiosas intuiciones, con un anuncio que gravitó entre pizzicati y arpegios. Un posible pequeño caos se traducía en forma de Scherzo, entre murmullos de bajos, asomando un trío jovial elaborado por terceras descendentes, con guiños de perfiles farcescos en manos de contrabajos, dejando a la música en caída súbita por una misteriosa textura de cuerdas y vibrantes timbales.
El Allegro finale, resultó pues una triunfante recomposición del primer movimiento, sin ese fatídico monorritmo pero bajo la amenaza de la implacable intensidad, aunque ahora jubilosa por su intensidad.
Ramón García Balado
Serguei Khachatryan
Orquesta Sinfónica de Galicia. Anja Bihlmaier
Obras de Johannes Brahms y L. v. Beethoven
Palacio de la Ópera, A Coruña
Foto © Marco Borggreve