La serenata, esa forma musical cultivada en toda época y con arraigo en el XVIII, en el que se permitirá el uso de términos afines como notturno o casación, tentando a partir del Romanticismo a la mayoría de los grandes compositores como es el caso de los tres elegidos en la jornada, obras que pretender expresar las vivencias más íntimas y las ardorosas ensoñaciones de quien aborda las pasiones cotidianas. Serenatas que recibieron un trato de favor preferencial por su sencillez y brillantez, dentro de una cuidada elaboración.
Opción deseada por Paul Daniel con la Real Filharmonía de Galicia para una sesión de especiales connotaciones y con un rendido reconocimiento por los aficionados. Serenatas que irradiarán en el espacio de varias generaciones y que junto a los tres compositores en agenda, tendrá modelos de referencia como pudieron ser Sibelius, con sus Dos serenatas op. 69; Vaugham Williams con la Serenata a la música; Hugo Wolf, con la Serenata Italiana; Stravinski, con la “Serenata para piano”; Britten con la Serenata para tenor, trompa y cuerdas o Manuel de Falla con la Serenata andaluza, un género pues que no dejará de tentar a los creadores a través de épocas y tradiciones.
Antonin Dvorak con la Serenata para diez instrumentos de viento, chelo y contrabajo, en Re m. Op. 44, pieza en el entorno de fechas de la Suite checa, para pequeña orquesta en Re M. Op. 39 o la apreciada Serenata para cerdas, en Mi M.Op. 22. Esta composición, pródiga en detallismos idiomáticos, se maneja con una plantilla de dos oboes, dos clarinetes, dos fagotes, un contrafagot, tres trompas, un chelo y un contrabajo.
Ligera, como puede comprobarse por su soltura y dinamismo, que amplía en lo ofrecido hasta entonces dinámicas más amplias, que la convierten en una obra popular por excelencia y que con suerte, pudimos volver a encontrar en algunos de los movimientos más vivaces desarrollados en sus sinfonías. El resultado de cuatro tiempos, a partir del Moderato quasi marcia, que animaba la evolución de la obra, gracias a su frescura que nos remite a los aires populares con los que sabrá impregnar sus obras más personales; el Tempo di menuetto, resultó en definitiva el definitivo recurso a otra pieza de arraigo ancestral, una susedska, dejando campo abierto al Andante con motto, precisamente el núcleo de lo que podrá resultar la resolutiva serenata de amor, preparando el Allegro molto, expresivo y temperamental. Un Dvorak que ampliará perspectivas de estilo en los poemas sinfónicos.
Richard Strauss, con la Serenata para vientos, en Mi M. Op. 7, y escuchada como entrante, pieza que reclamará la atención del puntilloso Hans von Bülow, analista perspicaz que influirá en su evolución posterior. Obra primeriza de un joven de 18 años, en un trabajo que demostraba la fe en sus posibilidades y el reconocimiento hacia su padre, intérprete de trompa, en el Teatro de la Corte de Munich. Para su escritura no negará el reconocimiento a Schubert, Schumann y el especial a su admirado Mozart, a través de la Gran Partita en Si b M.K. 365, precisamente para 13 instrumentos, obra ya lejana de su habitual mundo de graciosos divertimentos musicales, ubicándose en el más grandioso estilo camerístico.
La obra de Strauss, tendrá un apreciado estreno en Dresde, gracias a la tutela de Franz Wüller, quien siempre supo valorar sus posibilidades como compositor, por lo que no resultará extraño que posteriormente, se haga responsable de otros estrenos como los poemas sinfónicos Till Eulenspiegel o Don Quijote, un director que también, había dejado su impronta en óperas wagnerianas como Das Rheingold o Die Walküre. La pieza de Richard Strauss, observa un claro convencionalismo concediendo a los instrumentistas una libertad de ejercicio para el tratamiento de los resultados expresivos.
P.I.Tchaikovski con la Serenata en Do M, Op. 48, confesará el autor que su musa se mostraba dispuesta, mientras probada con un par de obras. Una Obertura ceremonial y esta Serenata, una Obertura ruidosa y escrita sin afecto y esta obra enfocada desde un arrebato interior y sentido profundamente, por lo que supondrá que no carecerá de auténtico mérito. Destinada a un estreno en el Conservatorio de Moscú, en noviembre de 1880, será consecuencia de ciertas dudas, ante la posibilidad de una sinfonía y un quinteto de cuerda. Al final, quedará como obra sinfónica. Antecedentes se encontrarán en los divertimentos y serenatas vienesas del XVII o en las sinfonías italianas de las escuelas venecianas y milanesas.
El Pezzo in forma di sonatina, en estilo de Andante ma non troppo y un aire de obertura francesa, resultaba marcadamente solemne con en la exposición en tres temas, mostrando el ultimo la frescura mozartiana por excelencia. El Vals, pura elegancia y humorismo, realzó la calidad de su escritura, en especial en la parte central por sus arpegios modulados. La Elegía, un aire meditativo, podía sugerir un Adagio, de uno de sus característicos ballets, con una coda que reanima la tensión dramática. El Final: Tema ruso, que remitía a dos temas rusos procedentes de una colección de Balakirev, cada uno con un estímulo diferenciado, completaron esta serenata perfecta en su acabado y planteamiento de ideas.
Ramón García Balado
Real Filharmonía de Galicia / Paul Daniel
Obras de Antonin Dvorak, Richard Strauss y P.I. Tchaikovski
Auditorio de Galicia. Santiago de Compostela