Arrancar con Robert Schumann un concierto de cámara (ciclo Satélites-OCNE) es todo un privilegio. Ensoñación y técnica, genio en todos sus sentidos, naturales y, hoy sobre todo, sobrenaturales. Generosidad también, que se manifestó aquí por la facilidad con que su música acoge sin complejos pero sin competir tampoco, estéticas tan dispares por tiempo, lugar o concepto mismo.
Sus Cuentos de hadas (Märchenerzählungen) para clarinete, viola y piano, no precisan de más palabras que acompañen su (musical) elocuencia.
El plástico, equilibrado y expresivo Trío Musicalis formado por Eduardo Raimundo, Mario Pérez y Francisco Escoda Patrón, hizo eso, ni más ni menos: música, sobre una partitura asertiva en lo suyo, e… inspirada, especialmente en sus primeros movimientos.
Estimulante el primero, que marcó la imagen general de este concierto: Lebhaft, nicht zu schnell (Vivo, no demasiado rápido). Junto con el más íntimo Ruhiges Tempo, mit zartem Ausdruck (Tempo tranquilo con expresión delicada) establecieron dos puntales que nos acercaron a un universo genuino e imperecedero. Un mundo bien traducido con aquella misma delicadeza tímbrica y expresiva, individual y conjunta, desde un primer momento esta tarde.
György Kurtág, en un característico Homenaje a Schumann, extendió aquel espíritu con sus habituales miniaturas marca de la casa.
No tan breve, su más prolongada e insistente, casi fúnebre Despedida, Abschied (Meister Raro entdeckt Guillaume de Machaut…) que parecía asentar aquella forma miniaturista (aunque a estas alturas de la película, re-“descubrir a Machaut” no resulta tan especial como entonces…).
Del recientemente desaparecido Peter Eötvös, su Natasha Trio (escena de la ópera Three Sisters), ya con soprano y, el trío de violín, clarinete y piano, describió con la solista Carmen Gurriarán y los citados, un definido carácter dramático donde la histeria se mezcla con la habilidad de Eötvös para definir un lenguaje expresionista de calado con una evidente y bien resuelta in situ, alta exigencia concertante.
El estreno de la tarde, encargo de la Orquesta y Coro Nacionales de España, fue Rimas de frontera de Ramón Paús (presente en la sala) que contó con todas estas fuerzas instrumentales y vocales de la mano de estos excelentes trío y voz solista.
Un lenguaje más lírico y moderado en su planteamiento estético respecto a la obra previa, en una suerte de ciclo vocal entrelazado.
Al azar de la sombra cabalgaba, en un clima tenebroso tendente al ostinato, sobre un contenido literario presente en primer plano, enfatizado por las intervenciones instrumentales que ilustraban y remataban.
Sé que el mar irá tirando de mí parecía partir de un planteamiento más trabado con reconocible neo-modalidad y tesituras que parecían sumergirse y emerger antes de entrar en una melodía acompañada de estatismo latente con guiños a aquel recordado “Messiaen del fin de los tiempos” y otros prosélitos…
Lirismo e intervenciones instrumentales con eficaz sentido de la instrumentación y el equilibrio.
La Voz, de Palabras sin cielo planteó un universo más existencial, como De un tiempo ya agotado, con aparente sentido melódico, paralelismos y algún giro jazzistico.
La entrada en grave del clarinete bajo pareció dar un punto de articulación a estas texturas entrando de nuevo en el tejido contrapuntístico que ya había caracterizado otros movimientos.
Un recordatorio en simetría de los pregnantes giros melódicos iniciales en aquel clima tendente al ostinato, y sus texturas entrelazadas que, a la postre, daban unidad a la obra hasta su característico final suspendido.
Luis Mazorra Incera
Carmen Gurriarán, soprano, y Trío Musicalis: Eduardo Raimundo, clarinete y clarinete bajo; Mario Pérez, violín y viola; y Francisco Escoda Patrón, piano.
Obras de Eötvös, Kurtág, Ramón Paús y Schumann.
SATÉLITES-OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto © Jose Luis Pindado