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Crítica / Schubertíada de Vilabertran, el arte de cantar - por Gonzalo Pérez Chamorro

Vilarbertran - 27/08/2024

Cantar, sing, singen, cantare, chanter… Esta es la esencia de la Schubertíada que se viene celebrando en Vilabertran, que este año ha cumplido su trigésimo segunda edición, no sin multitud de esfuerzos por todas las partes implicadas. Pero como nos narró en una conferencia previa a uno de los conciertos Sílvia Pujalte (colaboradora de Lied en RITMO), “Las schubertíadas de antes”, no solo es el canto el único elemento por el que se desarrolla una schubertíada, aunque sea su núcleo, por ella pasan también la música de cámara o el piano, todo aquello que en una reunión de amigos en torno a Schubert podía producirse, además de lecturas poéticas (las habría), coqueteos, amoríos y sus habituales dosis de alcohol.

En Vilabertran los amoríos son de un público entregado a los prestigiosos intérpretes (los mejores del mundo en su género, el Lied, y muchos de ellos lo son también como estrellas operísticas, si alternan asiduamente ambos géneros), que del 10 de agosto al 1 de septiembre convierten la pequeña localidad ampurdanesa en la capital mundial del Lied, la canción de concierto.

Con una sorprendente madurez, la jovencísima Katja Maderer (que procede del programa “Lied the future”), junto a Wolfram Rieger, ofreció el programa inaugural con obras de Brahms, Dvorak, Schubert y Wolf. Un programa sin rodeos, comenzando directamente por la enorme senda marcada por Brahms, dejando momentos de elevada intensidad emocional en “Sommerabend” Op. 58/1 (muy oportuna en aquel instante) o la desgarrada narración de la conmovedora “Von ewiger Liebe” Op. 43/1.

Si bien Dvorak sonó “demasiado” alemán, sin algunos giros expresivos más libres (las Canciones gitanas Op. 55), ya en Schubert, Maderer demostró tener alma de liederista pura, con enormes destellos de clase en “Das Lied im Grünen”, “Suleika I” o la excelsa plegaria “An die untergehende Sonne”, siendo Wolf quien que cerró el recital con una selección del Spanisches Liederbuch, que depurará con el paso del tiempo. Al lado de Maderer, la maestría de Rieger fue ejemplar, un pianista que mueve constantemente los labios al son del texto, lo que siempre confirma que en un recital de Lied el que canta no es solo uno, sino dos.

Al día siguiente, tras un programa modélico como el de Maderer-Rieger, el concierto del Cuarteto Cosmos (Helena Satué y Bernat Prat, violines; Lara Fernández, viola y Oriol Prat, cello), la soprano Katharina Konradi y el pianista Joseph Middleton, condensó en la misma tarde el espíritu natural de una schubertíada: música de cámara, canciones adaptadas, piano solo y lieder con piano. Un programa schubertiano inteligente, distinto, que se abrió con el Cosmos haciendo el Cuarteto de cuerda D 87 en su línea ya habitual de conjunto de cámara de primer nivel mundial. Este Schubert, que rezuma un particular buen humor desde el comienzo, no fue visto así del todo por el Cosmos, llevando la obra, siempre que se pudiera, a terrenos con constantes claroscuros (muy mozartianos) entre la melancolía y la dicha. La enorme personalidad de estos cuatro jóvenes músicos pudo verse, por ejemplo, en la primer violín, Helena, que si alguna frase no tenía la exacta precisión que demanda esta nada “fácil” obra, acometía la siguiente con un elevado compromiso y energía. Toda una belleza de interpretación, remarcada por la resonancia natural de la canónica de Santa María, teniendo unas exaltadas dosis expresivas en el Adagio o en el humorístico Scherzo.

Junto a Konradi, el Cosmos y ella ofrecieron cuatro Lieder de Schubert en arreglo de José María Sánchez Verdú para soprano y cuarteto, estreno en Cataluña en coproducción con el Festival de Granada. El trabajo de Sánchez Verdú, un maestro a todas luces, no hizo que sintiéramos la ausencia del piano, prolongando la vida de éste más allá en cuatro cuerdas tratadas con versatilidad y lógica (muy interesante comparar, por ejemplo, la parte pianística arreglada en “Margarita en la rueca”). Otra cosa es el arte de Konradi, una soprano que cuando canta nos hace felices por el simple hecho de observarla, desplegando una simpatía sin par y una comunicación que solo un ángel como ella puede tener (es como una Lucia Popp de nuestros días).

Ya con Joseph Middleton, Konradi se adentró en el Lied de Schubert de manera opuesta a Maderer el día anterior, con una naturalidad desbordante y haciendo de cada frase un instante de gozo, ya que no es solo su manera de cantar, con la sonrisa incorporada, es su capacidad absoluta de hacerlo sin aparente esfuerzo (entiéndase esto como técnica suprema).

Con un público enamorado de la soprano, ofreció “El vito”, “Vinyes verdes vora el mar” de Toldrá y la divertida canción popular finesa “Kuckuck, Kuckuck” como curiosos bises, ya que la Schubertíada, como arte del canto, entiende como válido todo repertorio que pueda cantarse.

Gonzalo Pérez Chamorro

 

Schubertíada, Vilabertran

Katja Maderer, Wolfram Rieger

Cuarteto Cosmos (Helena Satué y Bernat Prat, violines; Lara Fernández, viola y Oriol Prat, cello), Katharina Konradi, Joseph Middleton

Canónica de Santa María

 

Foto: El Cuarteto Cosmos junto a Katharina Konradi / © David Borrat

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