El miércoles 5 de febrero de 2020 tuvimos la oportunidad de disfrutar en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música de Madrid de la Camerata RCO, con la compañía de la pianista Elena Bashkirova en la primera parte, agrupación comprendida por miembros de la Royal Concertgebouw Orchestra de Ámsterdam dedicada a la interpretación de música de cámara en formatos variados, predominando una predilección clara hacia la elección del repertorio clásico y romántico para formaciones instrumentales tanto de vientos como de cuerdas, así como un enfoque específico hacia la literatura camerística. El conjunto ha obtenido un permanente éxito internacional, particularmente en los frecuentes conciertos ofrecidos por temporada en diversas capitales de la música.
Con un compendio de repertorio destinado de forma íntegra a dos de las principales obras de música de cámara pertenecientes a la producción de Franz Schubert, la primera parte se encontró dedicada al quinteto para piano, violín, viola, violonchelo y contrabajo en la mayor, con la denominación de “la trucha” por las variaciones de su cuarto movimiento, basadas en el célebre lied del mismo título. La interpretación se mostró brillante desde el inicio, con un adecuado equilibrio entre el balance de los cinco instrumentos, destacando las formidables intervenciones de la pianista Elena Bashkirova, perfectamente integrada en la combinación y en la alternancia de los diferentes planos sonoros, en contraposición a un cuarteto de cuerdas poco habitual, con la introducción del contrabajo y la eliminación del segundo violín, en el que prevaleció una propuesta profundamente delicada, lírica y luminosa en buena parte de la composición, equilibrada con determinados episodios de tensión dramática e incluso con el sentimentalismo nostálgico procedente de los hermosos recuerdos del pasado, característico de la expresión romántica, mediante las aportaciones del violín y del violonchelo. En estos instrumentos predominó una concepción técnica de la música fundamentada en la tradición procedente de la escuela rusa, conformada desde la resonancia generada por la continua velocidad del arco con un intenso vibrato continuo de forma prácticamente permanente que, por descontado, no eclipsó, debido a la aparente monotonía de recursos, la maravillosa lectura ofrecida por los integrantes de la formación.
La segunda parte se encontró dedicada a otra de las grandes composiciones de música de cámara concebidas por el músico austríaco, su octeto para cuerdas y vientos, inspirado en las antiguas serenatas al aire libre, que tuvieron su apogeo a finales del siglo XVIII, con la estructura en seis movimientos y la incorporación en este caso de un segundo violín. En la obra, los músicos de la Camerata RCO, en un número amplio y con una disposición de los instrumentos tanto de cuerda como de viento enfrentados, ofrecieron una visión de la partitura completamente dinámica, atrevida, inspiradora y exuberante en sus registros, matices, texturas, colores y hermosas sonoridades, de forma específica en el majestuoso primer movimiento, mostrando todos los delicados detalles de la propia instrumentación. La hermosa conjunción de los violines, con una función del segundo violín comprometida con el liderazgo del primer violín, permitiría que en esta ocasión destacase la excelente interpretación de una partitura notoriamente exigente como consecuencia de una escritura verdaderamente complicada desde una perspectiva técnica. El impactante virtuosismo se vio complementado por la parte de su compañero homólogo de viento, el clarinete, con un extenso solo durante el segundo movimiento, abordado de manera magistral, mediante el que se sugería el hermoso recuerdo previamente mencionado, identificativo del período romántico, en contraposición a un tercer movimiento completamente bromista en el que destacaron los numerosos registros de los planos sonoros. El lucimiento de cada uno de los ejecutantes halló su espacio concreto en las variaciones sobre un tema de singspiel del cuarto movimiento, reseñando de manera concreta las intervenciones tanto del fagot como de la trompa, muy precisas y con una claridad bien configurada. Los últimos movimientos mantuvieron la uniformidad a medio camino entre el mundo celestial y el mundo terrenal, con una conclusión apoteósica, en la que resulta necesario otorgar una mención particular a la notable determinación en las cadencias del violín primero y del clarinete, que, iniciada misteriosamente, condujo progresivamente la construcción de un discurso a gran escala a una exultante conclusión propiciada por el enérgico apasionamiento de los músicos.
Abelardo Martín Ruiz
Ciclo Ibermúsica, Serie Barbieri B.7
5 de febrero de 2020, 19:30 horas. Auditorio Nacional de Música de Madrid, Sala Sinfónica
Obras de Franz Schubert (1797-1828): Quinteto en la mayor, D. 667 “La trucha” & Octeto en fa mayor, D. 803
Camerata RCO / Elena Bashkirova