Uno de los proyectos más interesantes que está llevando a cabo la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya es dar a los alumnos del ESMUC (Escola Superior de Música de Catalunya) la oportunidad de participar en algunos programas y adquirir así experiencia en lo que es tocar en un concierto sinfónico. Fue el caso del que se ofreció el 29 de noviembre.
Con la orquesta reforzada por esos jóvenes, Kazushi Ono abrió la primera parte con una obra de su compatriota Toru Takemitsu, Una bandada desciende sobre el jardín pentagonal, una suerte de estampas impresionistas que seducen por su refinamiento tímbrico y armónico. El espíritu contemplativo de esta partitura dejó paso al Concierto para violín de Britten. Se trata de una página fascinante, que anuncia ya algunos aspectos de lo que será la producción dramática del compositor, en especial Peter Grimes, pero que no acaba de hacerse un hueco en el gran repertorio.
Alina Ibragimova se lanzó a ella con tanto ímpetu como pasión, arriesgando en todo momento y revelando que no solo es una virtuosa técnicamente irreprochable, sino que sabe también comunicar. La OBC brilló a un gran nivel, como lo hizo también en el que era el broche del concierto, la Sinfonía n. 5 de Tchaikovsky. Ono dio de ella una versión muy cuidada en el plano expresivo, jugando con el tempo y el fraseo para que los diferentes temas tuvieran personalidad, evolucionaran y fueran capaces de emocionar o arrebatar hasta ese crescendo de sensaciones que es el Andante maestoso-Allegro vivace final.
Juan Carlos Moreno
Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya / Kazushi Ono. Alina Ibragimova, violín.
Obras de Takemitsu, Britten y Tchaikovsky.
L’Auditori, Barcelona.
Foto: Alina Ibragimova, violín.