Saura guarda una intensa relación con el mundo escénico, con ejemplos como el llevado a cabo con Antonio Gades: Carmen y El amor brujo, en forma de ballet. Sobre la ópera mozartiana, comenta que es una obra a la que tiene un especial cariño, precisamente por haberla abordado en la película Io, Don Giovanni. Pedro Moreno, ganador de dos Premio Goya, fue el figurinista en los cuidados del vestuario, ex colaborador de Elio Bernhayer y responsable de trabajos admirables: El perro del hortelano, de Pilar Miró, de 1997 y de Goya en Burdeos, del propio Saura, con quien colaboraría también en el filme Salomé y en la ópera Carmen.
Cuadro en lo escénico bien pertrechado por el vestuario de Pedro Moreno y la comedida iluminación de Felipe Ramos. Saura, diseñó un espacio escénico en el que lo plástico- visual, podría tener sus aproximaciones al grupo de su hermano Antonio, El Paso, credenciales pues, sobradas, para un tirón de taquilla que se quedó corto ante la demanda, crecida a medida que se acercaban los dos días, que dejaron a buenos aficionados con la miel en los labios. Don Giovanni en adecuación crítica de Stefan Kunze: No es casual que sea una obra nocturna dominada por antorchas. Escenas y personajes emergen súbitamente de la oscuridad. No hay más que una fuerza motriz, concretamente, la de Don Giovanni. Es él quien provoca y domina todas las acciones. Sin embargo, su acción determina la aparición de una contra-fuerza similar en la implacable Donna Anna, que se constituye en una inductora de la acción de signo contrario.
Jesús Rodríguez -Don Giovanni-, fue el personaje requerido en lo vocal y por presencia escénica, manejando el dominio de los contrastes y la insolencia, es el barítono que en otras producciones y desde hace años, le han convertido en uno de esos cantantes incontestables. Desafío desaforado en su dúo con Zerlina, en Là ci darem la mano o la serenata embaucadora Deh! Viene a la finestra. Para mantenerle en la comprometida distancia, Gilda Fiume -Donna Anna-, cantante en los lindes de una spinto-coloratura de presencia física soberana y dotada de primorosas agilidades que arrojaría el resto en Or sai chi chi l´onore. Entre ambos se desmienten posibles términos medios para garantizar el flujo de los desencuentros de rechazo mutuo.
Simón Orfila -Leporello- sería el bajo con desparpajo y donosura que demanda el papel a lo largo y ancho de la ópera, en bandeja de plata se le ofrecía el aria que canta las poco fiables grandezas del dueño y patrón Madamina, il catalogo é questo. Doliente la Donna Elvira de Ginger Costa-Jackson, mezzo de amplio registro y un agudo de excelente proyección. El aria Mi tradi, resultó una de sus excelsas aportaciones.
Francisco Corujo -Don Ottavio-, tenor de la casa, pidió su derecho de señorío en Il mio tesoro, para que Rocío Pérez -Zerlina-, se ganase al púbico por su naturalidad y frescura, equiparable al Masetto de Gerardo Bullón. El bajo Andrii Goniukov -Il Comentatore-, con menor peso, hubo de esperar a su Don Giovanni, a cenar, para imponer su poderoso registro. Gómez Martínez, al frente de la Sinfónica de Galicia, mantuvo el pulso firme evitando deslizamientos sobreañadidos, dejando para el coro el beneficio de participar en el festín.
Ramón García Balado
J.J. Rodríguez, Simón Orfila, Gilda Fiume, Ginger Costa-Jackson, Francisco Corujo, Rocío Pérez, Gerardo Bullón y Andrii Goniukov / Sinfónica de Galicia y Coro Gaos / M.A. Gómez Martínez. Escena: Carlos Saura.
Don Giovanni, de Mozart.
Teatro Colón.
Amigos de la Ópera, A Coruña.
Foto: © M. A. Fernández