Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Robert Lakatos: Henryk Wieniawski en crudo - por Ramón García Balado

Santiago de Compostela - 21/03/2022

Henryk Wieniawski  en su Concierto para violín nº 1, en Fa sost. m. Op. 14, en una sesión para alto vuelo tal como desplegó Robert Lakatos, en perfecta armonía con el director Manuel Hernández-Silva y la Real Filharmonía de Galicia, quien dispuso las obras en programa según un planteamiento de pretendido equilibrio sobre un eje mantenido por la obra concertante. Modelo de un compositor que tuvo como maestros a L.J. Massart y H.Collet, en sus años parisinos y que gozó de una rica vida itinerante recibiendo el reconocimiento de Vieuxtemps, a quien acabaría sucediendo en la cátedra del Conservatorio de Bruselas. Parte de la leyenda nos cuenta la entusiasta recepción del emperador Nicolás, quien le obsequiaría con un Guarneri. Realizó giras durante un par de años con el Cuarteto Ernest, en el que destacaban J.Joachim y A. Piatti.

Este Primer Concierto en Fa sost. M. Op. 14, alardea de un  Allegro moderato que se inicia con el primer tema con puntillo que repetía  con soltura el solista, y un segundo de pretensiones más melódicas y amplias que de alguna manera, recuerda un aria operística, además de un parte central marcada por puros efectos técnicos, muy de su gusto, con una cadencia de acerado nervio para el  solista que precede a la repetición del segundo tema. Tiempo que recibió un entusiasta aplauso espontáneo de rendido reconocimiento.  

La Prehiera, casi un suspiro sin pausa, antecede con un coral propuesto por la orquesta y con una entrada del solista en forma de cantinela, que para algunos especialistas, resulta escaso en sus planteamientos. El Rondó. Allegro giocoso, anunciado  con instrumentos de metal, para ceder a  los dominios del solista es en principio especialmente sencillo, en comparación con el Allegro del comienzo, aceptándose  que dentro de lo posible, fue compuesto antes que el resto de la obra.

Para comenzar, la obertura de la ópera Una vida por el Zar, de Mikhail I.Glinka, un trabajo destinado al Teatro Bolshoi en un juego estético de pareceres en este compositor con profundo arraigo en la tradición nacional y las influencias italianizantes que venía de descubrir por sus giras. La confluencia de tales resultados, dejará una ópera brillante y de gran aparato escénico que la convertirá el referente personal.

La propia obertura, da cauce a una serie de números que la caracterizan, desde la cavatina y rondó de Antonida, la hija de Ivan Susanin y prendada de Bogdan Sobinin, un alarde de coloratura; el coro de hombres, acompañado de las típicas balalaikas y el trío que se reparten Antonida, Dobinin y Susanin. Disfrutamos de ese preludio que no supondría distorsión posible con el programa en cartel.

Vassili Kalinnikov (1866/1900), con la Sinfonía nº 1, en Sol m., talento precoz que vería su carrera truncada por la tisis y que fue alumno de Arenski, en el Conservatorio de Moscú, formándose a la par como fagotista. Maestros suyos fueron también Simon Krouglikov (armonía); Ilyinki (contrapunto y fuga) y Blaramberg, en orquestación. Comenzó cultivando tendencias cercanas al nacionalismo de la escuela de San Petersburgo, vía abierta hacia la dirección y la docencia. Los achaques físicos, le obligaron a trasladarse a Crimea y en lo relativo a sus obras, destacan dos sinfonías de las que la primera es la mejor conocida, quizás por la visibles influencias de Rimski-Korsakov, merced a su melodismo popular y por el detalle abundante del uso de acordes de quintas aumentadas. Hernández-Silva en esta actualización  en cuanto a la recuperación de este  compositor, hizo posible que pudiésemos  descubrir paisajes sonoros ciertamente reconocibles. El Allegro moderato cargado de elementos tradicionales sobre una orquestación de formas fugadas.

Un Andante commodamente, sustento de la obra en el que corno inglés  y oboe, recrean un melodismo nostálgico- cantinela que según el director, tentará al oyente a recuperarla de memoria tras escucharla- o el típico  Scherzo. Allegro non tropo, evocador de danzas campesinas hasta completar el Allegro moderato, verdadera explosión de temas que se superponen. 

Ramón García Balado   

 

Robert Lakatos. Real Filharmonía de Galicia / Manuel Hernández Silva.

Obras de M.Glinka, H.Wieniawski y V.Kalinnikov

Teatro Afundación, Vigo

Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela

307
Anterior Crítica / El violonchelo y la ORF, protagonistas de una tarde de estrenos - por Esther Martín
Siguiente Crítica / Con Dvorák en el corazón - por Luis Mazorra Incera