Razón tiene Andrés Ruiz Tarazona, firmante de las notas al programa del primer concierto de la Orquesta Sinfónica de Madrid en el Auditorio Nacional, cuando indica que vertebrar un programa en torno al Preludio a la siesta de un fauno de Debussy, el Concierto para piano Nº2 de Rachmaninov y el Concierto para Orquesta de Witold Lutosławski recrea un hilo conductor sobre como la historia de la música europea prosigue más allá de la omnipresente programación del canon clásico-romántico. Es más, añado desde estas líneas, parece que incluso, hoy por hoy, resulta casi una heroicidad programar el Concierto para Orquesta, por no hablar de cualquier otra obra de Lutosławski, uno de los creadores fundamentales de los últimos cien años, cuya siempre esporádica, exigua y testimonial presencia en las orquestas españolas debería de remediarse con urgencia. Y digo esto conforme al argumento de que pese a que mucho público frunza el ceño ante buena parte de la música del siglo XX, no hay nada como escucharla en directo en una buena interpretación para desactivar prejuicios y asomarse con naturalidad a otros repertorios con renovada curiosidad.
Para la apertura del nuevo curso sinfónico se ha contado con Baldur Brönnimann, director suizo afincado en Madrid, cada vez más conocido en el podio de las orquestas españolas por su excelente técnica curtida en el mundo de la música contemporánea y por sus equilibradas y desprejuiciadas aproximaciones a todo tipo de repertorios, aspectos que quedaron plasmados en la notable interpretación del simbolista Preludio a la siesta de un fauno, en el que Brönnimann resaltó el carácter ondulante, repleto de líneas curvas y flujo sin dirección, como apuntara el propio Debussy, dejando respirar a la orquesta en sus numerosos arabescos sin menoscabar en detalles tímbricos, resolviendo con sutileza las transiciones y, sobre todo, propiciando la evocadora recreación atmosférica en sintonía con el poema de Mallarmé.
A continuación se interpretó el catártico segundo concierto para piano de Rachmaninov que contó con el laureado pianista canadiense Jaeden Izik-Dzurko. Galardonado en el Concurso Internacional Maria Canals 2022 y con el Primer Premio, el Premio del Público Canon y el Premio de Música de Cámara en la XX edición del Concurso Internacional de Piano de Santander, Izik-Dzurko, hizo gala de una bien articulada pulsación y de un comedido sentido del rubato, trazando una versión, junto a un inspirado Brönnimann que acompañó con calidez al solista, en la que sobresalieron el contraste dinámico y el juego de tensiones en los movimientos impares y un sobresaliente fraseo que resaltó el potencial melódico del segundo movimiento.
Atraído en buna parte por el pianismo del solista canadiense, me consta que buena parte del público tuvo la suerte de escuchar por vez primera el imponente Concierto para Orquesta de Witold Lutosławski. Fechado en 1954 y reflejado en la obra homónima de Bartók, lo que para el compositor húngaro supuso uno de sus últimos destellos creadores gracias a la música popular, para Lutosławski devino en una fórmula obligada por el realismo socialista que promovía el uso del material folklórico como norma para evitar toda abstracción fácilmente catalogada como formalista. Aun así, el ingenio del compositor placo, su refinado y afrancesado sentido de la orquestación y su enorme destreza para transformar las células musicales en variaciones, y así desarrollar sólidos edificios sinfónicos, le sirvieron para seguir su particular camino que abrazaría, posteriormente, el serialismo, el sonorismo y la especulación aleatoria como signos de una vanguardia que llegaría con mayores libertades estéticas. Con un planteamiento de claro rumbo, Brönnimann optó por una interpretación de gesto bien definido que ponderó una visión diáfana de la partitura con las bases rústicas de la obra, acentuando el sentido marcial de la Intrada, evocando la ligereza de las músicas nocturnas en el Capriccio notturno ed Arioso y remarcando las violentas inflexiones rítmicas sobre la arcaizante passacaglia que da comienzo al tercer movimiento, y que concluye con una rápida Toccata y un Corale instrumental que recupera material previamente enunciado. El público, entregado a semejante despliegue de virtuosismo en manos de un entusiasta Brönnimann, acogió de muy buen grado el riesgo de escuchar la música de quien hoy sigue siendo injustamente infraprogramado en nuestras orquestas.
Justino Losada
Orquesta Sinfónica de Madrid
Jaeden Izik-Dzurko, piano
Baldur Brönniman, director
Obras de Debussy, Rachmaninov y Lutosławski
Ciclo Sinfónico OSM
Auditorio Nacional, Madrid
Foto: Baldur Bronnimann / © Zlatko Mićić & Basel Sinfonietta