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Crítica / Riccardo Muti, de Ravenna a Lampedusa - por Agustín Blanco Bazán

Ravenna - 20/07/2024

Nuevamente, el Festival de Ravenna de 2024 reafirmó su compromiso humanitario con una redición de “Caminos de amistad”, el proyecto que desde 1997 lleva anualmente a Riccardo Muti y a su Orquesta Juvenil Luigi Cherubini a compartir conciertos con comunidades diversas en lugares afectados por guerras, catástrofes naturales o padecimientos extremos: Sarajevo, Beirut, Jerusalén, Damasco, o el Ground Zero de Nueva York se cuentan entre los escenarios elegidos por el Maestro decano de la dirección italiana, y la orquesta por él formada que acaba de cumplir 25 años de existencia.

Este verano le tocó a Lampedusa, una isla “italiana” más cerca de Libia que de Sicilia. En ella se apelmazan los refugiados del Mediterráneo que apenas han alcanzado a salvar sus vidas entre las muchas ahogadas por la precariedad de las embarcaciones y la reticencia europea a concertar un eficiente servicio de rescate y asistencia. Fue allí que, en el escenario rocoso natural de una cantera, Muti y su tropa se presentaron con obras cuyo conmovedor mensaje pude apreciar en las dos noches que precedieron el viaje en el auditorio Mauro de André y el teatro Alighieri de Ravenna.

El programa del Mauro De André, (capacidad para casi 4000 personas), abrió con canciones a capella recopiladas por Rachele Andrioli a cargo de un coro femenino, alusivas a la tragedia de migraciones o desplazamientos forzados tierras extrañas en las cuales una mezcla implacable de cambio e incertidumbre es solo aliviada por el recuerdo de lugares y amigos perdidos.

Enseguida de las canciones Muti se presentó frente una Orquesta Cherubini que incluía algunos violines, violas, chelos y contrabajos de caja de resonancia multicolor, hechos con restos de las embarcaciones de refugiados naufragadas en Lampedusa. Ello por inciativa de una Fundación de la Casa dello Spirito e delle Arti que en un Proyecto Metamorfosis agrupa a presos de cárceles italianas que convierten este trágico maderamen en una Orchestra del Mare. Según las notas del programa se trata de “una orquesta que se propone dar voz, a través de la música, a todas las personas que han perdido la vida en el mar y a todos los migrantes que todos los días son obligados a dejar su país por causa de la guerra y de la miseria.”

Acto seguido, el compositor Giovanni Solima se incorporó a la orquesta con su violonchelo multicolor para acompañar su Stabat Mater con texto en siciliano antiguo de Filippo Arriva.  Estrenada en Catania en 2021, la obra se divide en ocho movimientos cantados por coros femeninos y un contratenor solista, Nicolò Baducci. Al comienzo la Madre llora un hijo “perdido a su destino”, que recuerda como “la única flor de su jardín.” Sigue un crescendo con una rebelión acusatoria de operístico dramatismo: “mi corazón se agita cuando medito y lloro mientras la muerte mata.” Finalmente, la madre se aplaca para acunar su hijo muerto: “respiro de mi vida, alma de mi alma, hecho de miel y jazmines… duerme, duerme, duerme, mientras te canto la vieja novena.” Ninguno de los cuatro “duerme” es superfluo, gracias a una línea musical de magistral reiteración melodramática.

Como el Stabat Mater de Pergolesi o el Requiem de Verdi éste es un arrollador cantábile de instrumentación clara y armonías cinceladas para palpitar a través de la voz humana coral y del solista. La canción de cuna final incluye intervenciones de arpa y chelo que elevan la luminosidad de una masa orquestal nunca compacta o pesada sino diferenciada en sus texturas instrumentales y ocasionalmente realzada con algunas espectrales intervenciones de theremin.

La obra restante de este primer programa fue una extraña mezcla de música electrónica grabada con acompañamiento en vivo de la Cherubini, siempre dirigida por Muti. Limen-Samìa-Limen es una suite electro-acústica compuesto por Alessandro Baldessari sobre la vida Samia Yusuf Omar, una atleta olímpica muerta con otros migrantes en el mar Mediterráneo. Los acordes finales, de plomiza y estremecedora opacidad, culminan con un suspiro postrero alusivo a la entrega final al océano de la eternidad.

Endémicamente malnutrida, Samia Yusuf Omar salió última en la carrera de doscientos metros de las Olimpíadas de Beijing de 2008. “Sabemos que somos diferentes a otros atletas…pero hacemos todo lo que podemos” declaró Samia ante el inesperado interés de los periodistas que se interesaron por su historia. “…no estamos ni de lejos al nivel de otros competidores”, continuó, “pero por encima de todo queremos testimoniar nuestra dignidad y la dignidad de nuestro país.” Quienes la esperábamos para las Olimpíadas de Londres en el 2012, nos enteramos que poco antes había muerto ahogada cuando se arrojó al mar desde una de las embarcaciones naufragadas entre Libia y Lampedusa, mientras trataba de aferrarse a una soga de salvación extendida por la marina italiana.

La suite de Baldasarri sintetiza temas orquestales de Non dirmi che hai paura (“No digas que tienes miedo”) un musical de Peter y Jill Gabriel sobre la vida de Samia de palpitante tempo y con una coreografía y canciones que interpretadas por un excelente elenco multiétnico. Durante casi dos horas de intenso dinamismo escénico y contra el fondo de sugestivos videos vemos a la atleta de niña y luego adolescente, siempre “en carrera” entrenándose en medio del terror y la misoginia impuesto por la guerrilla musulmana en Mogadishu. Samia deambuló por un año desde Somalia a Addis Adaba y cayó en una cárcel de Libia antes de morir ahogada. “No digas que tienes miedo” es un título basado en una arenga del padre de la atleta que ésta siguió hasta el momento en que sin saber nadar se arrojó al mar para tratar de alcanzar la soga de la última esperanza para las víctimas de un naufragio inminente. La alternativa de números musicales en inglés con partes habladas en italiano permite la exportación de un espectáculo que primeramente irá en gira por Italia, pero que merecería una reelaboración para el West End londinense.

De los cotidianos invitados al conmovedor concierto de Lampedusa, sólo El País de España reseña en castellano el conmovedor concierto en Lampedusa. El mismo sirvió para inaugurar un Teatro Musical de la Cava, consistente en un escenario abierto al mar, un patio de butacas flanqueado por restos de naufragios y, recordando el número de muertos del mas catastróficos entre ellos, un muro con 368 cavidades que durante el concierto alojó otras tantas candelas.  En sus declaraciones a El País Muti desestimó cualquier significado político en su proyecto, aludiendo en cambio a principios que deberían estar por encima de todo: la fraternidad, el amor y la generosidad con nuestros semejantes.

Agustín Blanco Bazán

 

Festival de Ravenna 2024, Caminos de Amistad.

Coro Femenino, Nicolò Balducci (contratenor) y Orquesta Juvenil Luigi Cherubini / Riccardo Muti.

Canciones de migrantes, Stabat Mater (Giovanni Solima), Non dirmi che hai paura (Peter y Jill Gabriel).

 

Foto © Marco Borrelli

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