Si alguna característica resalta sobre la actuación del pianista Alberto Rosado en el Festival Contemporáneo Alicante es haber estructurado un recital con el que el espectador puede adentrarse en las esencias musicales de tres de los mayores compositores húngaros del siglo XX, Bartók, Ligeti y Kurtág, expuestos desde el homogéneo contraste estético de cada uno de ellos pasado por una especie de selecto tamiz que permite apreciar la convergencia de sentimientos de estos músicos que son gloria de la Academia de Música Franz Liszt de Budapest, una de las instituciones más prestigiosas del mundo en su función y actividad didáctica.
Con la ayuda en el escenario de un monitor que reproducía el contenido de las partituras que, manejadas electrónicamente por el pianista, sonaban en cada instante, el recital estuvo dividido en tres bloques de cierto carácter temático que servían para diferenciar de alguna manera la diversidad de contenido y cierta aleatoriedad de su orden, dos cualidades que Alberto Rosado ha organizado con la pretensión de alcanzar un sentido unitario de programa. Esta intención la ha conseguido, hasta el punto de constituir uno de los aspectos más curiosos de este recital ingeniosamente pensado, que responde a la propia reflexión del pianista salmantino cuando dice: “Me une a Hungría el hecho de que estuve estudiando dos años en la Academia Franz Liszt de Budapest, y hay mucha música de Ligeti y de Kurtág que está impregnada de la música que hizo Bartók. Pero de igual manera uno le puede dar la vuelta y hacer que la música de Bartók llegue a sonar muy emparentada a la música de Ligeti, como si Bartók la hubiera escrito después de haber escuchado Ligeti o después de haber escuchado Kurtág. Doy un poco la vuelta a la historia, y trato de emparejar momentos históricos diferentes. Ya lo verá el público, sucede que dices que parece que es la misma obra y parece que no, no encuentro cuando empieza Bartók y cuándo termina Ligeti”.
Su primer bloque tiene la función de presentación desde una perspectiva de diálogo entre los autores, desarrollado con especial respeto y atención a la propia voz de cada compositor. Esto se apreció ya desde la fanfarria para una boda de Kurtág, perteneciente a sus Játékok (juegos) transmitidos lúdicamente con plena definición de discurso. Le siguieron, otras fanfarrias de Ligeti que el intérprete expuso con ese decidido y animado impulso rítmico tan característico de este enorme maestro de la métrica. Como contraste, el pianista alternó dos bagatelas de Bartók, la tercera y decimosegunda de su Op.6 como ejemplos de entendimiento de serenidad y alternancia de velocidad, respectivamente.
El segundo bloque tuvo un obra protagonista; la muy trascendente Sonata para piano, Sz. 80 de Bartók. Pese a ser cada uno de sus tres movimientos intercalados con otras obras de Kurtág y Ligeti, siguiendo la intención organizativa del recital, Rosado hizo toda una demostración de compromiso recreativo en esta obra que ha quedado en el repertorio pianístico, desde su composición en 1926, como una de las piezas maestras para piano de todos los tiempos. Desarrolló un alto grado de concentrada tensión en su movimientos extremos, de modo especial en su Allegro molto final, sin dejarse de percibir en momento alguno el enjambre folclorista que anima su desarrollo, hecho que suele perderse en interpretaciones más al uso por músicos que no se han adentrado plenamente en las, podría decirse, infinitas dificultades conceptuales de esta excelsa figura de la composición del siglo XX. Como contraste, realizó un verdadero ejercicio de acampanada introspección en el Sostenuto e pesante tiempo lento central, sin perder ni un ápice de esa intensidad emocional que contiene el resultado de la percepción integral de esta obra, tan esencial para su transmisión y consecuente disfrute en el oyente. Para ir modulando la escucha de esta segunda parte del programa y predisponer a los espectadores presentes, en una de las mayores asistencias habidas en la sala de cámara del ADDA, máxime si tenemos en cuenta el tipo de música, Alberto Rosado tocó con absoluta “sensitividad” dos estudios de Ligeti, En suspens y Desordre, con los que quedaba demostrado cómo este pianista justificaba con creces la razón de ser de este recital que llevaba por título “El piano húngaro”.
A modo conclusivo, el tercer bloque de este programa, que fue tocado sin descanso alguno, estuvo dedicado a piezas más difundidas por su natural predisposición al lucimiento del intérprete como son un Vals homenaje a Shostakovich contenido en el segundo libro de los Játékok de Kurtág, una muy alegre penúltima Danza búlgara del sexto libro de Mikrokosmos, Sz.107 de Bartók, el sugestivo Tempo di valse, imitando de manera autómata a los organillos callejeros, que contiene la famosa colección Musica ricercata de Ligeti y, para terminar, el estudio número trece, La escalera del diablo, del mismo autor, todo un reto técnico de la forma tocata, con el que Alberto Rosado llegó a demostrar la excelente idea que ha materializado con este programa, tanto en su organización como en su ejecución, por lo que tendría una justificación más que sobrada que quedara en un futuro registrado fonográficamente.
La respuesta del público, en gran número puesto en pie, fue de éxito rotundo, haciendo buena la inquietud del pianista salmantino sobre las razones estéticas de este recital. Concluía así el primero de los cuatro conciertos previstos con el piano como protagonista en el Festival Contemporáneo Alicante y que tendrá además como intérpretes al holandés Ralph van Raat (artista de Naxos Records), la veneciana Anna D’Errico y a nuestro reconocido maestro Ricardo Descalzo, gran conocedor del lenguaje musical contemporáneo, que tendrá pequeñas piezas de Alexander Scriabin como hilo conductor de un recital que supondrá una más que interesante experiencia.
José Antonio Cantón
FESTIVAL CONTEMPORÁNEO ALICANTE
Alberto Rosado (piano)
Obras de Béla Bartók, György Ligeti y György Kurtág
Sala de cámara del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), 16-IX-2023