Nueva actuación del Cuarteto Mandelring en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, dentro del Círculo de Cámara, interpretando -en esta tercera ocasión- los Cuartetos Núm. 9, 10, 11 y 12 de D. Shostakovich.
Tras unas palabras en español de agradecimiento, pronunciadas por el violonchelista de la formación alemana por poder llevar a cabo el concierto con la presencia de público -situación no habitual en el resto de ciudades europeas en la actual coyuntura-, el Cuarteto Mandelring acometió el Moderato con moto, primer movimiento del Cuarteto Núm. 9, con fluidez aunque algo falto de lirismo, con el violín II y la viola más acoplados entre sí que las partes extremas. A partir del Adagio, el cuarteto berlinés fue asentando significativamente su interpretación, mostrando mayor empaste e intención expresiva. El violín I se acomodó con naturalidad a las partes melódicas, extrayendo de la partitura las atmósferas graves y desoladas propias del movimiento. La agrupación abordó con brillantez el Allegretto -más rítmico e irónico- sacando a relucir todos los recursos técnicos y tímbricos presentes en la partitura (spiccato, pizz, glissandi y trémolos). En el cuarto movimiento, su Adagio inicial -con las sordinas en todos los instrumentos- resaltó por las concentradas sonoridades, ampliamente proyectadas, de los acordes en pizzicati del violín II y la viola, así como por las dramáticas atmósferas logradas por el violín I en su sección final. El Allegro cerró con contundencia la interpretación. La energía motriz fue traducida con virtuosismo y rigor en sus constantes cambios métricos, los motivos en détaché y dobles cuerdas, trémolos y pizz, mediante un sonido casi orquestal y perfecta urdimbre en todas las partes del cuarteto.
Continuó la velada con el Cuarteto Núm. 10. El violín I inició el Andante de forma decidida y perfectamente articulada, impulsando el discurso sonoro con plena naturalidad. El Allegretto furioso -punto de máxima tensión de la obra- fue atacado con asertividad y vigor. Los implacables ostinatos y convulsos ritmos, logrados con la máxima presión en los arcos -cuyos golpes sobre el mástil se percibieron con total claridad- así como los pasajes de octavas y acordes de tres y cuatro notas, crearon la atmósfera obsesiva y demoledora inherente al movimiento. El Adagio, aunque bien ejecutado, resultó, sin embargo, algo rígido: la inercia precedente interfirió a la hora de recrearse en los fraseos y matices para conseguir el adecuado contraste. Finalmente, el motivo principal del Allegretto, articulado con garbo por el segundo violín, dio paso al amplio desarrollo del movimiento. El cuarteto Mandelring fue construyendo con determinación la "tensión rítmica" -tan propio de la escritura de Shostakovich- para disolverse en la coda, cerrando esta gran construcción sonora, magníficamente revelada por los berlineses.
Siguió el concierto, después de una breve pausa, con los Cuartetos Núm. 11 y 12. El motivo principal del Andantino del primero de ellos fue resueltamente exhibido por el primer violín, encargado también de solapar el segundo movimiento, Allegretto, al introducir su incisivo motivo rítmico. De gran efecto dramático resultaron los acres gestos en fortissimo al inicio del Adagio, remarcados por las punzantes dobles cuerdas del primer violín. Si brillante se mostró el primer Allegro en sus ráfagas veloces de semicorcheas, rítmico y afilado resultó el segundo, espléndidamente liderado por el violín II. Las cuerdas graves en octavas ejecutaron el motivo rítmico y fúnebre del segundo Adagio, intensificado por los motivos melódicos de las cuerdas agudas. Finalmente, el Moderato, con los instrumentos con sordina, exhibió el motivo rítmico del Allegretto como un eco amortiguado (potenciado por los pizz. de la viola) para desvanecerse en un enigma sin resolución.
La jornada fue coronada con el Cuarteto Núm. 12. La versión, claramente introspectiva, se inició con las sonoridades mórbidas del motivo dodecafónico del violonchelo en el Moderato y, perfectamente ensamblados, los miembros del cuarteto hicieron fluir con total claridad las líneas polifónicas del movimiento. El Allegretto resultó penetrante desde las entradas en cascada en trinos cayendo sobre el afilado violonchelo. El Mandelring abordó el amplio segundo movimiento con clarividencia constructiva, nitidez contrapuntística, fluidez, virtuosismo y hondura expresiva en los alternados Adagios.
El Cuarteto Mandelring hizo gala, en toda la velada, de su reconocida idiosincrasia, descubriendo al oyente el perfil formal y sustrato poético propios de cada cuarteto de Shostakovich, difícil repertorio de escritura concentrada y críptica, temáticamente concisa y profundamente reflexiva.
Juan Manuel Ruiz
Cuarteto Mandelring.
Obras de Shostakovich.
Teatro Fernando de Rojas.
Círculo de Bellas Artes, Madrid.
Foto: Mandelring-Quartett / © Guido Werner