No es Jean-Philippe Rameau un compositor que se prodigue en los escenarios españoles, algo que también podría decirse de la ópera barroca francesa en lo que a género se refiere. De hecho, Platée es la primera ópera de Rameau que ha podido disfrutarse en el Gran Teatre del Liceu. El verbo no es gratuito, pues eso es lo que fue el programa del pasado 3 de febrero: un auténtico disfrute musical y teatral, y eso a pesar de que se trataba de una versión de concierto.
Bien es cierto que Platée es una rara avis en su género y no menos en el catálogo de su creador: una composición cómica no solo en su argumento (los fingidos amores de Júpiter por una ninfa acuática nada agraciada), sino también porque en ella Rameau hizo saltar por los aires todas las convenciones del teatro lírico francés. Es una partitura, pues, que sorprende por su originalidad, su frescura, su humor y, también, por su crueldad, pues la ridícula Platée no deja al final de ser un juguete que las divinidades usan y tiran cuando ya no les sirve.
La versión tuvo todo el color y sabor de la música del Grand Siècle. No podía ser de otro modo, dada la presencia del coro y orquesta Les Arts Florissants, dirigidos con mano sabia por su creador William Christie, uno de los mayores especialistas en este repertorio. La vivacidad de las danzas y la calidad teatral y plástica de la música (las onomatopeyas abundan en esta partitura) quedaron así perfectamente realzadas. El coro rayó la perfección, incluso a pesar de tener que cantar con mascarilla, pero lo de la orquesta fue un espectáculo en sí mismo por su flexibilidad, calidad de sonido (¡esos graves!) y brillantez.
En el plano vocal el nivel fue también muy alto. La versión fue en teoría en concierto, pero como suele ser habitual en estos casos los cantantes se ocuparon de interpretar sus papeles como si estuvieran en una representación escénica. Y uno de ellos, el tenor Marcel Beekman, incluso iba caracterizado como una Platée con vestido y tacones… Él fue sin duda uno de los grandes triunfadores de la velada, pues abordó el personaje de la ninfa acuática con el más absoluto desparpajo y un toque histriónico que acentuaba su lado cómico y ridículo, aunque sin dejar espacio a claroscuro alguno.
Excelente fue también la prestación de la soprano Jeanine De Bique como La Folie, una locura (y nunca mejor dicho) de papel por las acrobacias vocales que Rameau se complace en acumular y que ella solventó no solo satisfactoriamente, sino también con gracia escénica. El barítono Edwin Crossley-Mercer fue un Jupiter de majestuosidad deliberadamente impostada, lo mismo que la ira representada por la soprano Juliette Perret como Junon, mientras que el barítono Marc Mauillon y el tenor Enguerrand de Hys dieron a los roles de Cithéron y Mercure un encomiable carácter cómico. En definitiva, una versión memorable de un título inexplicablemente desconocido por estos lares.
Juan Carlos Moreno
Marcel Beekman, Marc Mauillon, Enguerrand de Hys, Emmanuelle de Negri, Edwin Crossley-Mercer, Jeanine De Bique, Juliette Perret, Padraic Rowan, etc.
Les Arts Florissants / William Christie.
Platée, de Jean-Philippe Rameau.
Gran Teatre del Liceu, Barcelona.
Foto: Cartel de Platée, de Jean-Philippe Rameau, en el Gran Teatre del Liceu.