Un devoción confesada la de Joám Trillo por la Sinfonía nº 7, en Mi m., que entregaba en una personal orquestación y de la que en la temporada 2013, había ofrecido una adaptación del Scherzo. Schattenhalft. Fliesend aber nicht schnel (Fantasmagórico. Fluido, pero no rápido), para una sesión de la Real Filharmonía de Galicia dirigida por Paul Daniel, entre obras de J.Haydn, R.Strauss y Aulis Sallinen, contando con el chelista Nicolas Altstaedt, como solista en obras de los dos últimos. Otro trabajo suyo, encargo de nuestra orquesta con motivo de su décimo aniversario, en 2006, había sido el Divertimento (ma non tropo), entonces con Antonio Ros Marbà, compartiendo cartel con obras de Max Bruch y Manuel de Falla.
Joám Trillo, realizó estudios de perfeccionamiento en Roma, en el ámbito de la música sacra, en una larga estadía que le ocuparía hasta 1977, siguiendo las docencias de E. Cardine o D. Bartolucci, particularmente en semiología gregoriana, para proseguir con J.López Calo. En composición, tuvo como maestros a Franco Ferrara, P.Belluggi y M.Pradella. Destaca en especial y como testimonio, la recuperación de obras como el Requiem, de Melchor López. En su condición como compositor, será su compañero Carlos Villanueva, quien sepa definir el ideario de sus planteamientos, marcados por una necesidad expresiva de profunda concentración y fuerte cromatismo, que se expresa dentro de un lenguaje tonal muy libre en su formulación y desarrollo.
Paul Daniel comentaba que el propio Mahler revisaba regularmente sus propias obras en función de los medios disponibles, los espacios a los que iban destinados parte de sus conciertos o las inevitables inspiraciones que surgían al paso de cada urgencia posible. Para Trillo, en este compromiso, era evidente que habría de ajustarse al proyecto propuesto, en el que la apreciación definitiva sería resuelta con el director, una precisión en el colorido por sectores de la familia orquestal, las tímbricas y en especial, la densidad sonora en un preciso equilibrio, para una orquesta reforzada en mayor número, con músicos de la EAEM (Curso Avanzado de Especialización Orquestal)
Gustav Mahler en la Sinfonía nº 7 (La canción de la noche), que para algunos analistas, se observan aspectos que no acercan a los polifonistas como Charpentier, Gesualdo o las Lecciones de tinieblas de Couperin. Pocos fueron los testimonios dejados por el músico, que ayudará a todo tipo de especulaciones. Esta Canción de la noche, resultará una obra de transición, tras el esfuerzo exigido por la Sexta (Trágica), queda pues como una labor de experimentación desde el punto de vista de la tonalidad y de la instrumentación añadiendo tenorhorn, mandolina, guitarra, para lo que resultará el tramado arquitectónico, que anticipa a compositores como Bartok. Si la Sexta, había sido una sinfonía de talante trágico, esta apunta a detalles sarcásticos, en especial en el Scherzo, una provocación para el público de entonces.
El Langsam (Lento. Allegro risoluto ma non troppo, se presentaba con una introducción de ritmo irregular, en el que el tenorhorn, responde a la voluntad de responder a la idea del planteamiento Hier rhört die Natur (Aquí ruge la Naturaleza), para abordar de inmediato el Allegro risoluto, elaborado sobre tres temas, destacando en especial el primero de ellos, cedido a las trompetas. Una reexposición variada, nos lleva a una tensa conclusión. La Nachetmusik 1 (Allegro moderato), era producto del descubrimiento del cuadro la Ronda de noche, de Rembrandt y venía a ser como una marcha basada en Revelge, especie de rondó con variaciones, bajo una estructura sencilla, ampliada por una fantasía tímbrica, onírica por momentos, en la que trompas, oboes y clarinetes, entretejen su discurso hacia un fraseo aislado de los contrabajos y el fagot, antes de escuchar el Scherzo (Schatten: Fliessend, aber nicht schnell (sombrío y borroso).
Tiempo especialmente asombroso y que no deja de impactar, recibiendo la consideración de descarnado hasta el tuétano, lo que desborda como auténtica melodía de timbres, para mayor seducción, cautivando por el sentido irónico que le resultaba propicio. Se acepta sin reparos, que el tiempo en cuestión, servirá a Alban Berg, para el vals de su ópera Wozzeck. La Nachtmusik II (Andante amoroso), en Fa mayor, concede espacio a la guitarra y a la mandolina, como solistas para la recreación de un curioso ambiente típicamente romántico, y que para su compañera Alma, podrá entenderse entre el espíritu romántico y la rebeldía, para lo que no duda en ubicarse en la poética de Eichendorf, que influirá en la elaboración del movimiento. Para completar, el Rondo-Finale (Allegro ordinario. Maestoso), en Do mayor, quizás el más desconcertante de todos, en el conjunto de los escritos en esta forma, cuya conclusión triunfal, se confirma como una victoria sobre las tinieblas. Mengelberg fue un firme aval del compositor, quien no dudaría en defenderle en sus programaciones en los años cuarenta. El afán mahleriano por el sentido de lo burlesco, se ratifica en este final, a través de un típico conjunto de danzas vienesas.
Ramón García Balado
Paul Daniel. Real Filharmonía de Galicia
Sinfonía n. 7 de Gustav Mahler (orq. de Joám Trillo)
Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela
Foto © Xaime Cortizo